domingo, 15 de julio de 2007

Razones del que aguarda


Gleyvis Coro Montanet (Pinar del Río, 1974), ha publicado ya cuatro poemarios. El último, Aguardando al guardabosque (2006), es, según ella misma, “un cuaderno con una calma tremenda y una rebeldía juguetona y astuta, donde lo uno lleva a lo otro, aunque parezca contradictorio. Es un texto en el que dije todo lo que quise sobre lo femenino y lo erótico y si decirlo todo en poesía es difícil —porque te sometes a los códigos de la sonoridad y a la tentación de embarrar de belleza la frase exacta—, contar los problemas universales, históricos e íntimos de la mujer, desde la calma, es un ejercicio de madurez social, espiritual y creativo. Por eso me complace tanto este librito que defiende mi condición de mujer”.
Poesía limpia la de Coro Montanet. Irónica en la medida cierta. Provocadora siempre.

La forma del tiempo
Todas las tardes, a las siete,
hago que hablo con mi marido.
Hago que le comento cualquier cosa o le pregunto.
Imito con los labios temas
de conversación de las parejas.
Pronuncio frases de amor y me convenzo
de que además de relación hago ejercicios
que fortalecen los músculos de la cara y me acercan
a la grata letanía del matrimonio.
De modo que la cosa espiritual también funciona.
Y mi marido sonríe cuando me escucha,
aunque no dice nada. Debe ser por mí
que sonríe mientras lee la prensa.
Ante noticias cada vez peores
habría que ser malvado o irónico para sonreír
y mi marido no da muestras
de ninguna de estas dos condiciones.
Tampoco me dice nada cuando me ve desnuda,
aunque piense lo peor no me lo dice.
Esto me ayuda a suponer que me ama.

Donde explico mi brusca transición de un marido a otro

Mi futuro esposo y mi madre se parecen.
Lo lógico sería que mi futuro esposo fuera como mi padre.
Fue así con mi primer esposo,
pero no tuvimos éxito.
A mi futuro esposo lo elegí porque nunca me pedirá
que yo sea como mi madre.
A mi primer esposo lo rechacé
porque quería que yo fuera mi madre.
A mi padre no le gusta el blando tono de voz
de mi futuro esposo y obliga a mi madre a decir:
a mí tampoco me gusta.
En realidad mi madre no le da importancia
a los tonos de voz de la gente;
si pudiera pedir algo pediría
un abrazo de cualquiera.
A mi padre no le preocupa
la necesidad de abrazos de mi madre.


Amos míos son todos los hombres

Amos míos son todos los hombres,
pero más aquel para quien no existe
verso que junte, ni de forma intermitente,
lo real con su idea.
Lo juro por la válvula
de mi olla de hacer mejunjes:
a mi ver son todos excepcionales,
pero ninguno es tan mi amo
como el que conoce que asociar el vuelo
de la palabra mariposa
con la mariposa verdadera,
aún no es poesía.


Paraísos artificiales o donde digo
la literatura no lo es todo


Me aterran el hachís, la cocaína,
el humo del café con sueño adjunto,
el párrafo, la coma y luego el punto,
Lorca, Borges y Proust, la disciplina,
de esconder levemente el lado flaco
en la máscara burda y necesaria
de una suerte o pandilla literaria
que nombra lo anormal paradisiaco.

Pues temo que estas páginas filosas
me pongan vieja sin haber vivido
la suave infinitud de las esposas
y así, del libro al librium, sin libido,
enajenarme con decir tres cosas,
que a fin de cuentas, borrará el olvido.

domingo, 1 de julio de 2007

Memorias de la fiesta

Gastón Álvaro (Bayamo, 1939), ha publicado, entre otros, los poemarios Montaje de universos (Ego Group Inc., Miami, Florida, 2005), El diablo vencido (Distal USA Inc., Aventura, Florida, 2004), El acróbata desnudo (2000) y Texturas (1997), ambos editados por Versal Editorial Group, Inc., (Andover, Massachussets).
Las palabras que introducen Texturas, (finalista del Premio Vellocino de Oro, Boston, 1997), son extraordinariamente fieles al mundo del poeta. Las reproduzco casi íntegramente aquí:
“Vamos a tocar la piel del mundo en estos poemas que navegan, centrífugos, hacia un punto no visible —mas soñado— del horizonte: metáforas de pincelada fuerte y trazo certero, imágenes claroscuras, epítetos surrealistas, alegorías barrocas y una amalgama de coloridas y táctiles sensualidades que van dando a estas Texturas una dimensión pictóricamente poética y mágicamente multiforme [...] Un poemario indócil, de vibrante voz.”
Estos brevísimos, intensos poemas son de ese libro-fiesta-sin-fin-de-la-palabra.
ASOMBRO
Estoy en la casa
de la que tengo llave,
a la que siempre llevan
senderos rumbosos.
De pronto en otra casa;
imagen sin aviso.
Todo dentro, de pronto.

PIE DE PÁGINA

Ese ojo neto
traspasa elipses
y culmina
luz.
Lo que enajena
le otorga imperio,
colorido viaje.
Y miran más, orfebre de pares,
y el de atrás de la yunta
que pule otra manera
dentro del ebanista.

EPÍLOGO
Primero la oquedad.
Al romperse el espejo, veloz
huyó la imagen.
Después la luz,
¡todo se disolvía
en ciega
masa densa!
Mas éstas son memorias
de lo que allí
se borra.

La fotografía de la cubierta es del artista cubano Juan Carlos Alom.
 
BlogBlogs.Com.Br