sábado, 18 de agosto de 2007

¿Complacer o molestar?


Eduard Encina (Baire, 1973), cree que "lo importante no es lo que acontece fuera, sino lo que está dentro del hombre, el peso de las cosas buscando un lugar que las signifique." (1) Y cree, además, "en la inspiración, en la emoción de la escritura [...] en la conciencia de las formas y las estructuras." (2). Esos preceptos, la certeza de que "es difícil escribir desde los márgenes, donde no hay un entorno cultural propicio a grandes motivaciones" (1), y quién sabe cuántas heridas y esperanzas lo han llevado a una obra si no virgen, como él mismo reconoce, sin dudas lejos, muy lejos de la prostitución: una poesía tan "hermosa y terrible" como el tiempo que el poeta dice haber vivido, una poesía libre de "farándulas y contaminaciones".

Cuando leí los primeros textos de Encina, hace ahorita un año, le pregunté al poeta santiaguero Reynaldo García Blanco sobre el autor y me respondió así: "Es un ‘tronco de poeta’ que vive en Baire, donde tiene un grupo de poetas de armas tomar."

De ese grupo de poetas daré noticias en futuras ediciones. Por lo pronto, lean a Encina. Estoy casi seguro de que saldrán complacidos. Si les molesta, no será precisamente una ofensa para él. Pero léanlo. Digo, si están dispuestos a ir de sobresalto en sobresalto.


FREUDIANA

En la cama los demonios se enternecen y cada silueta se torna un gato dulce obsceno.

Mentira. Escribo porque me falto. Así la abulia no morderá mis piernas
lo mismo que mis palabras.

En la cama los demonios parecen bijiritas que aletean su olor en mi carne
pero son demonios pobrecitos seres de morir y matar.



VESPERAL

Suena la cerveza. La gente se amontona en su dolor y ríe. La casa es mentira si los perros pierden el olfato y ladran desahuciados hacia otra profundidad. Es la música que empuja. No entienden pero bailan. Corazón y almácigo para olvidar el silencio que no se desprende cuando uno mismo es el silencio. Suena. Desborda. La cerveza ayuda. Dios aparta su sangre para otra nube. La gente se amontona en su dolor y ríe.


6 PM
(de profundis)

Uno se detiene en el silencio rastrea hacia lo acumulable y el silencio tiene el cuello de cisne/ una palma tendida en la mano. De ahí que las palabras se nublen y el poema comience también a ser silencio o pérdida/ espacio habitable donde he visto la piedras por tirar/ la angustia todavía insospechada que el poema sabe desde su profundidad. Uno se detiene pero el silencio se extiende/ ciega/ contamina.


ESPUMAS

En mi barrio no hay agua ni mujeres de Rubens. Muchachitas de Tahití con vara y dos cubos para el equilibrio. A pesar de su enjambre son hermosas. A veces cantan al paso de los trenes que se llevan el paisaje a trozos. Nadie les dice adiós pero recuestan el rostro en los rieles para sentir que algo se pierde. Ellas no han visto el mar ni la espuma creciente de un hotel. Son las muchachitas de Gauguin a orillas del Contramaestre soñando con Heráclito y ungüentos de sábila. En mi barrio hay un tubo roto y una columna de cerveza para el equilibrio.


LA SÉPTIMA TROMPETA

Pienso en la conga de los hoyos negro contra negro corneta china pitando cuchillos y el hambre al sol para que el mal se seque. Pienso en el arca al cielo abierto por donde viene dios a colocar el fuego frente a la casa de velásquez y los cueros no dejan oír las olas del mar allá abajo en la alameda. Pienso en los veinticuatro ancianos de piedra que hay en la plaza dolores en la ira que vendrá nietzsche si dios se muere en las negras si detienen sus caderas. Pienso en la noche en el ángel de la catedral con un ala falsa en mi perro en mi poema.



Las obras que ilustran esta página son del propio Eduard Encina.
 
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