sábado, 29 de agosto de 2009

Candores de Cintio

La obra múltiple de Cintio Vitier (Cayo Hueso, 1921) mereció el Premio Nacional de Literatura 1988. Miembro del Grupo Orígenes, poeta, ensayista, narrador...., esta criatura confeccionada de sucesivos candores, en palabras de Lezama Lima, fue también merecedor, en 2002, del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo.
La obra poética de Vitier, integrada por las compilaciones Vísperas (1953), Testimonios (1968), La fecha al pie (1981) y Nupcias (1993), incluye además Cuaderno así (2000) y Epifanías (2004).
En el acta que hacía público el otorgamiento del Rulfo se habló en estos términos: “El jurado reconoce en ese autor un ejemplo de fidelidad a la poesía y una trayectoria intelectual y vital consagrada enteramente al acto creador y al estudio de los vínculos secretos entre literatura e identidad cultural. Uno de los escritores más importantes de su generación, reunida en torno al grupo y la revista Orígenes, Vitier ha realizado una notable obra poética, narrativa y crítica”.
Estos tres poemas pertenecen a Epifanías.
En fin tú sabes

En fin tú sabes
Lo que no sabes, tú
Sabes al sabor ido
Desde el cantero de violetas
Al caballo

El caballo vibraba como el cielo
venenoso de relámpagos Viriles
los encuentros yagrumas
y risitas del corral
Asuntos

Desligadamente trota el rubio
con el negro por el oro de lo verde
añilísimo al retorno de los ojos
Hacia Arriba

Tinaja fría palabritas
Que todavía chocan con sus élitros
en la Manta de la Abuela
Dos siempre dos en el portal
El tercero regresa por el trillo
El tercero ya está sentado en su taburete

Yuri se esconde alegre
De No Saber Nada / Su pelusa
me acompaña

(Marzo noche 99)

-
La asombrada sala


En el balcón hojuelas
destellan sílabas incandescentes
Estamos asediados

Para que no se decoloren
hay que virar las fotos Estamos
sitiados

El cañonazo de la luz
silenciosamente llena hasta los bordes
la asombrada sala

Es el visitante omnipotente
humildísimo perro fiel tendido
a los pies de un sillón

Estamos salvados Estamos perdidos
No tenemos salida Tenemos que esperar
que termine el juicio callado de la luz

Cada día este examen esta marea cuántica
esta inspección enceguecedora este cariño
atroz

Y después el ocaso la sentencia velada
Y después las estrellas

(Marzo eterno 99)

-
Las palabras

Háganme un poema de amor por favor y ellas empiezan

Lo que usted necesita es un conjunto
De palabras fascinadas

Olvídese de sus intentos y de sus carencias
Olvídese de sus aciertos y de sus desaciertos
Olvídese de nuestras combinaciones
Olvídese de su olvido y ponga atención
Pero no demasiada.

Los patinadores venían a gran velocidad por la pendiente

El tren se detenía resoplando infiernos
Que eran paraísos en tus ojos

Por la mañana estabas sentado en una rama gruesa
De la mata de mango

Después llegó una muchacha bajo un arco
Tú le diste la mano y el tiempo empezó a detenerse

Transcurriendo
Las mayúsculas vestidas de minúsculas subían a la loma
Donde la palabra leña echaba humo

No creas que hay mucho más. Lo demás es todo.

(Marzo sencillo 99)

-

domingo, 9 de agosto de 2009

Ocultas claves para la memoria


El poeta, narrador y periodista Waldo Leyva (Remedios, Villa Clara, 1943) ha publicado una docena de libros de poesía. entre ellos, De la ciudad y sus héroes (1974), Con mucha piel de gente (1983), Diálogo de uno (1990), El rasguño en la piedra (1995), Memoria del porvenir (1999), El dardo y la manzana (México, 2000), La distancia y el tiempo (2002), Otro día del mundo (2004), Ocultas claves para la memoria (México, 2005)...

Letras Cubanas puso en venta este último título en 2006. En ambas ediciones el autor introduce los textos con estas palabras:
“He querido reunir en este libro una selección de la poesía que, con el tema del amor, fui escribiendo a lo largo de muchos años. Creo haber sido riguroso a la hora de escoger, pero no tanto como para dejar fuera algunos poemas de la temprana juventud que siguen conservando la impureza y el ímpetu de los primeros sobresaltos. Hubo un tiempo en que los poetas ocultaban sus versos de amor; yo confieso que jamás renuncié a la posibilidad de atrapar en ellos ese sentimiento sin el cual me parece imposible vivir...”

Estos cuatro breves poemas son de Ocultas claves para la memoria. Espero que ilustren no sólo el tratamiento que del tema en cuestión hace el autor, sino además el abanico de recursos de que dispone. Y lo que es mejor, el uso preciso que hace de los mismos.
-

Antes del prólogo

Aquí podría decir:
yo amo un poco más tus ojos
que tus manos.

O tal vez:
no supe que existías
hasta que tu cuerpo
se hizo pequeño contra el mío.

Es veintiséis de diciembre
y es de noche,
tú tejes callada en el sillón
y los muchachos juegan
sin pensar que mañana
tal vez
no sea otro día.

Aquí podría decirse:
yo amo a esta mujer
contra todas las trampas de la vida.

-

Inaugurando el agua
Este es el árbol que sembramos juntos,
este es el patio de los dos,
todavía están las piedras del arroyo
y tú sigues desnuda
inaugurando el agua
mientras yo me escondo de mí mismo
y el sol sigue partiendo en dos los algarrobos
para llenarte el cuerpo
de heridas diminutas.
Cómo ha crecido el flamboyán de entonces,
qué incendio el de sus ramas contra el cielo,
qué hondas las raíces que una semilla fueron tus manos.
Y ese es el árbol que sembramos juntos
y este es el patio de los dos,
y aquí la casa de donde salgo siempre
y a la que no es posible regresar.

-

No existe el amanecer
si los pájaros no cantan
no hay viento si no levantan
su vuelo al atardecer.
La lluvia no puede ser
lluvia sin que su plumaje
se empape como el ramaje
del árbol que sólo existe,
mujer, porque tu pusiste
los ojos en el paisaje.

-

Como un roce inocente entre los dedos

Sucede que empiezas a pelar una naranja humilde, desechable, y salta desde el fondo de la infancia una palabra: bergamota, y con ella un aroma que no viene del aire, un amarillo tenue y un dorado que tus uñas deshacen mientras parten el fruto. Te baña las manos el jugo que recoge la lengua de una niña que dejó de existir y que regresa, sin rostro, envuelta en la palabra bergamota, como un roce inocente entre los dedos. Un roce que vuelve a abrir los poros de tu cuerpo y te hace ventear, como aquel día, la tibieza de un aire que invitaba a correr, a desnudarse, a morir hecho un temblor sobre la hierba. Sucede que empiezas con las uñas a pelar la bergamota, sin sospechar siquiera que será una humilde y desechable naranja del futuro.
3/12/93
-

 
BlogBlogs.Com.Br