sábado, 2 de diciembre de 2006

ESCRITO A LOS VEINTE AÑOS


Andrés Reynaldo (Calabazar de Sagua, 1953), andaba por los veinticinco años cuando escribió cosas como “El amor no se aprende, se padece”, “El recuerdo es la distancia más frágil”, “Los ruidos que hacían el silencio se hacen ruido”, “Agosto queda sobre la isla que amanece”,... Por esos y otros tantos versos fue premiado en La Habana, en 1978, por un jurado que integraban Minerva Salado, Luis Marré y Osvaldo Navarro. “Escrito a los veinte años”, el cuaderno en cuestión, es, como señala el editor, “poesía espontánea que encuentra su lenguaje en las palabras sencillas y las emociones grandes”.



LA LLEGADA

La Habana estuvo grande a mis sueños.
Papá sonreía cual un mago en difíciles prodigios.
Era un tiempo a morir según vivieras.
La tarde dormitaba en los andenes y no sabíamos qué hacer,
a quién preguntar si a las ocho faltarían los tíos con historias de güijes
y el tren no dejara en las mañanas un olor a distancia entre palmares.
Mamá con su mirada de quien pierde el mundo.
Había que iniciar otra memoria y no aprendíamos.
Ya no fue más jugar con María Julia a romper el arcoiris en el río
y galopar la lluvia del portal donde abuelo meciera la soberbia.
Las maletas traían los adioses: las cazuelas de lamentado brillo,
el viejo radio roto, un juguete, las medias que abuela tejió con su silencio.
Si llevo amarguras serán de aquel diciembre.
Fue una llegada con temblor de partida.

ACERCA DE

Alguna vez el tiempo duele y es preciso mentir,
y ya del otro lado, tocar como uno quiera los recuerdos.
De maravillosa importancia son así una carta desde siempre,
una llamada, un gesto, un color cualquiera de la tarde,
un trago entre palabras amigas, una buena película,
en fin, todos los posibles sortilegios
que ayuden a ganar la orilla opuesta.

Andrés Reynaldo obtuvo en 1987 el Premio Letras de Oro de la Universidad de Miami por su libro La canción de las esferas.

sábado, 11 de noviembre de 2006

Allí estábamos todos


En un artículo publicado en la Revista Hispano Cubana, el también poeta Pío E. Serrano, al referirse a los rasgos característicos de la poesía de María Elena Cruz Varela (Colón, Matanzas, 1953), escribía:

"Si hasta la década del 70 la poesía se mueve desde la Historia al individuo, reduciendo al poeta a una posición ancilar, cuando no cómplice, ahora se provoca una inversión, la escritura avanza desde el individuo, el sujeto poético, a la Historia, con una mirada más cercana, inmediata y lúcida. La visión personal, al tiempo que afiladamente crítica, redescubre la intimidad y dota al poema de un espacio autónomo, lejano ya de la aquiescente voz coral."

Afuera está lloviendo fue publicado en 1987. A él pertenecen los siguientes textos:

Caleidoscopio
Allí estábamos todos:
el que cayó marcado por la tromba
el que arruinó su estampa por inepto
el que no abrió una brecha
y violó la ciudad en estado de sitio.
El que sufrió el pecado de la clarividencia
el que abonó con heces estrambóticas
el que no pudo dar más clavos al martirio
el que no llegó a tiempo a las demoliciones
el que llegó temprano
el que no vino
y le basta decir que no se le informó.

Allí estábamos todos:
los inocentes por desconocimiento
y los culpables por legal ignorancia
los cómplices más cultos
los que se alimentaban de prejuicios
los más elaborados
los más cíclicos
los cantores de tono rezagado
los ciegos a fuerza de no querer mirar
los sujetos acríticos
los críticos sujetos a sus dogmas
los denominadores con sus tábulas rasas
los fachadas invictas
los espaldas marcadas.

Allí estábamos todos
esperando medallas y sentencias.

Las memorias

Yo no le quedo bien a mi ventana
no le ajusto
porque perdí mi lucidez de acequia.
No quisiera estar triste
y sin embargo
pájaro medieval que adivinó el futuro
bailé violentamente sobre el filo del hacha.

Hasta cuándo será
hasta dónde será mi propia lejanía
mis traspiés, horóscopos viciados
mi angustia
cada vez más digestiva.

Si supieran
hermanos
qué perfil más borroso estoy lavando
como prenda legítima
y cuánto se me pierde en lontananza
cuánto y cuánto me observo desde lejos
y tan poco me gusto
y cuánto diera al fin por restaurarme
y restañar la cuenca de mis ojos con esmalte purísimo.
No es de malas memorias de lo que estamos hechos
es de memorias simples
pero mal compartidas.

Cruz Varela es autora, además, de los poemarios Hija de Eva, (Premio Nacional de Poesía, 1989), El ángel agotado (1992), y La voz de Adán y yo (2001).

martes, 10 de octubre de 2006

La aguja en el pajar

Marilyn Bobes (La Habana, 1955) fue premiada en 1979 por este, su primer libro. El jurado estuvo integrado por Félix Pita Rodríguez, Eduardo López Morales y Carlos Martí Brenes. En la contraportada del volumen, editado por el también poeta Miguel Barnet, se resaltan valores innegables de estos versos, poesía “limpia y traslúcida, donde la huella de lo vivido junto a la irradiación de las palabras crean un cuerpo armónico habitado por pájaros y árboles, poetas y ciudades.”
Los dos poemas siguientes acaso sean los más conocidos del libro. A pesar de eso, o tal vez por esa misma y poderosa razón están aquí.

ARTE POÉTICA

La aguja con que hilvano estas palabras
la encontré en un pajar.
Es su destino laborar el lienzo
con la terca paciencia de quien sabe
que el desastre de un hilo
puede arruinar la magia del bordado.
Es una aguja racional:
zurce hábilmente las desgarraduras,
refuerza los botones desprendidos
a la camisa del amor más esperado;
armoniza la urdimbre de esta tela
casi enhebrada al hilo de los años.
No es una aguja de cambiar la vida
pero su trazo puede hacer un mapa.

Limpia y usada, la encontré en un pajar.

TRISTE OFICIO
Poetisas, dijeron.
Serán tibias
y falsas
y pequeñas.
Aunque seres livianos,
no tomarán altura porque son imperfectas.
Pero si alguna toca en la palabra
como el burro en la flauta
postulemos que es mucho hombre esa mujer
y no
que es mucha mujer un ser humano.
(No una mujer nacida de la sombra
donde seremos siervos o señores.)
Y pensemos después cómo callarla.

sábado, 30 de septiembre de 2006

Carilda en orden


Carilda Oliver Labra (Matanzas, 1922), según anotaba el poeta cubano Agustín Acosta en el prólogo a Libreta de la recién casada (1955), "no se parece a ninguna otra poetisa. Lo espiritual cotidiano es motivo casi constante de su poesía. No importa que la impresión de un hecho vulgar carezca de espiritualidad: ella le comunica la suya, y el hecho aparece espiritualizado."
José Ángel Buesa, poeta popularísimo y amigo de Carilda, escribía en el prólogo a Memoria de la fiebre (1958): “Carilda Oliver Labra es un alto nombre de la poesía cubana actual. Más allá del nimbo momentáneo de los premios literarios, tan polémicos siempre, su nombre ha ido creciendo junto con su poesía, a la vez simple y complicada, como producto de una fusión de lo instintivo y lo consciente.”
Y más recientemente (2002), en el prólogo a Error de magia, el reconocido poeta cubano Virgilio López Lemus escribió: “Por ser poeta legítima, poetisa de cuerpo entero, de corazón militante en el fuego de la poesía, ella transforma lo que en otras manos imitativas puede ser cursi o fugaz o frívolo o demasiado ardiente o excesivo y hasta vulgar, en legítima poesía que se manifiesta mediante lo cotidiano, aprovechando recursos de varias escuelas o corrientes poéticas y filtrándolos todos en su interés elemental expresivo emocional amoroso.”
Transcribo dos textos clásicos de la poetisa, Premio Nacional de Literatura en 1997:
ME DESORDENO, AMOR, ME DESORDENO
Me desordeno, amor, me desordeno,
cuando voy en tu boca, demorada,
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

(1946)

AYER

Íbamos caminando.
El parque estaba lejos;
lo acercábamos con nuestros quince años.
Aún no me ponía medias,
besaba a todos antes de acostarme.
Mi rostro era pálido como luna nueva
y tenía pocos trajes.

Llevaron al muchacho que me amaba
para la clínica,
pero yo no me di cuenta de nada.
Esa noche fui al cine
y me sonó el corazón como una ráfaga.
(¡Pobre Tyrone Poower!)

Entonces reunía versos mediocres,
cuentas de collares,
alas de bichos,
postalitas,
esperanzas,
y quería ser culpable de un gran amor.

Conspirábamos —baja la voz—,
inventándolo todo.
Ya tenía que escribir a veces
(en las últimas hojas de mi libreta)
cuando estaba triste,
cuando me sucedían cosas importantes
y negras.

Todo estuvo bien hasta que la lluvia
un día
me pegó la ropa
y yo vi a un hombre que me miraba fijamente
al pecho.
corrí a casa,
curiosa,
y me desnudé por primera vez ante el espejo.

Desde entonces tengo miedo.

(1945)

sábado, 26 de agosto de 2006

Sigfredo Ariel


SIGFREDO ARIEL, (Santa Clara, 1962), ha publicado, entre otros, Algunos pocos conocidos (1987), El enorme verano (1995), El cielo imaginario (1996), Las primeras itálicas (1997) y Hotel Central (premiado en La Habana en 1998). En su voluminosa producción, desde el propio inicio merecidamente elogiada, traducida, y publicada en gran número de antologías y revistas del medio, no hay concesiones de ninguna índole: ni temáticas, ni formales... El poder de evocación de su obra, en repetidas ocasiones resaltado por la crítica, tal vez no le deba tanto a los asuntos en sí como a la fuerza de su vocabulario.
Este poema pertenece a Los peces & la vida tropical (Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 2000)

LOS ACRÓBATAS

Conocen al menos la esperanza
de una muerte simple, esa ceguera
los acerca a Dios.

En torno están fumando
los padres de familia sus cigarros rubios.
Las niñas cogen grandes bocanadas del vacío
se aferran nerviosas del hilo del balcón.
Por suerte nos conmueve todavía
la muerte elemental
los boleros morunos
las interminables loterías.

Esa gente que sube perseguida
por un chorro de plata
han llegado a los colmos de nuestra aspiración

están en el lugar que nos tocaba

traídos y llevados por la música
no por mecanismo de reloj ni miedo
al hombre ni miedo de uno mismo
conocen la alegría del final del salto.

Esa esperanza los acerca a Dios.

miércoles, 9 de agosto de 2006

Testigo de nuestros días



Alejandro Fonseca (Holguín, 1954), mi viejo amigo Y GRAN POETA ha recibido un número considerable de reconocimientos por su sólida obra: una poesía ajena a modos y a modas, vertical, siempre ascenso. Libros suyos aparecieron en su ciudad natal y en La Habana, Cuba (Bajo un cielo tan amplio, 1986; Testigo de los días, 1988; Juegos preferidos, 1992; Anotaciones para un archivo, 1999), en Madrid, España (Advertencia a Francisco de Quevedo y otros poemas, 1998), y más recientemente en Miami, Estados Unidos, de donde me ha llegado el título que ilustra esta nota, y del cual extraigo, orgulloso, el siguiente breve pero intenso texto:

LO POCO QUE DEL MAR LLEGA

En la escenografía iconoclasta de mi casa
ignoro cualquier complaciente predicción:
transcribo y atesoro aquellos nombres
que todavía desandan por la gruta lamentable.
En la casa comienzo a estrenar los rincones
respiro lo poco que del mar llega
y contra los paredones de la noche
he ido aprendiendo a ejecutar mi sombra.

Este otro poema pertenece a Testigo de los días, "resultado de una rica experiencia poética donde el rumor oculto y lejano de la palabra ilumina lo que el poeta evoca: infancia, amor, familia, ciudad. Todo lo que fue o transcurre. Aguas que confluyen y se transparentan en el poema."

A TRAVÉS DE LA VENTANA

No es la prisa de los árboles
lo que veo a través de la ventana
Árboles y rostros
que se dibujan incontrastables en el cielo

Mi madre a los cuarenta años reía
los amigos y yo
con infatigable paso
anduvimos tras el intento difícil
de decirlo todo

En los libros tocamos
la superficie soberbia
de ciudades donde la guerra
había puesto sus nombres

Contra la noche
esgrimimos las mejores preguntas
Algunos de sus espejos
no fueron precisamente turbios
ni hicieron sospechosa nuestra imagen
Caminos desconocidos
se ofrecieron ante los ojos
en un tiempo en que no vencimos
largas extensiones
El jardín iba quedando atrás
envuelto por verjas enmohecidas
inmenso como para sentirse
fuera sólo por una noche
El jurado que premió Testigo de los días estuvo integrado por Guillermo Rodríguez Rivera, José Luis Moreno y Francisco Mir.

sábado, 5 de agosto de 2006

Escrito sobre el filo


“Escribo sobre la cresta de las palabras. Sobre el filo.”, dijo alguna vez Severo Sarduy (Camagüey, 1937 – Paris, 1993).

El último de los modernos, según algunos estudiosos, además de novelas como De donde son los cantantes, Cobra, y Maitreya, que le dieron merecido renombre internacional, es autor de poemas no menos celebrados como los incluídos en Big Bang y en Un testigo fugaz y disfrazado.
“...como otros desterrados, Sarduy siempre vio a Cuba más allá de Cuba, como una isla que se reproduce en las más distintas latitudes, y por eso no dudó alguna vez en ponerle nieve ni plantaciones de té. Voraz, plural e integradora, su experiencia del mundo fue, en este sentido, una prolongada ‘vivencia oblicua’ al lezámico modo y su obra, no sólo un discurso del bricolage estructuralista sino una sabrosa cocina del ‘ajiaco’, como diría don Fernando Ortiz.”, señaló Gustavo Guerrero, coordinador, junto a François Wahl de “Severo Sarduy, Obra Completa”.

RECUENTO

Ya no soy el de ayer, el tiempo pasa.
Mi verso se ha tornado transparente.
Por las tardes me vienen de repente
bruscos deseos de volver a casa.

La pasión que ensimisma y la que abrasa
se alejaron de mí; ahora es la mente
quien disfruta, nocturna indiferente,
con los cuerpos que el día me rechaza.

No deploro el amor, que me fue ajeno;
sino el deseo, que redime, invierte
y modifica todo lo que toca.

Escrituras, pasiones y veneno
faltaron a mi vida y a mi muerte.
Y el roce de unas manos, y una boca.

MORANDI
Una lámpara. Un vaso. Una botella.
sin más utilidad ni pertenencia
que estar ahí, que dar a la consciencia
un soporte casual. Mas no la huella

del hombre que la enciende o que los usa
para beber: todo ha sido blanqueado
o cubierto de cal y nada acusa
abandono, descuido ni cuidado.

Sólo la luz es familiar y escueta,
el relieve eficaz; la sombra neta
se alarga en el mantel. El día quedo
sigue el paso del tiempo con su vaga
irrealidad. La tarde ya se apaga.
Los objetos se abrazan: tienen miedo.

(De Severo Sarduy OBRA COMPLETA, ALLCA XX, Paris, Francia, 1999)

lunes, 31 de julio de 2006

Apuntes para el tiempo


Tania Díaz Castro (Camajuaní, 1939), tenía 25 años cuando publicó "Apuntes para el tiempo". Se lee en la solapa: "Estos Apuntes... tienen la virtud _es un decir_ de surgir como brote temprano, fresquísimo, espontáneo. Su lectura, más que un 'alivio de caminantes' es como un tizón. Y si bien despide luz también es muy capaz de abrasar los ojos."
De vez en cuando vuelvo a estas páginas. Y continúo asombrándome: cuarenta años después de haber sido publicados, estos poemas continúan tan jóvenes, tan ardientes como el primer día.

DEL SUEÑO...

2

Después que nos conocemos la pupila,
el labio, la mejilla,
¿para qué el espejo?

Yo sé mi cara los domingos.
La conozco bien como si fuera mía.
La sé por las mañanas despeinada.
La sé esta noche en vela, cuando triste...

La sé.
Siempre la sé.
La conozco a veces como si fuera su madre adoptiva.
Y la rescato cuando se me escapa
como hoy y va en tu busca
y se aprisiona como un perro fiel sobre
tu pecho sudoroso de amor;
detrás de tu sonrisa;
de la humedad visual;
del silencioso día que vemos más allá de
los ventanales donde se nos asoma
la breve felicidad tan conocida.

(De Apuntes para el tiempo, Ediciones R, La Habana, Cuba, 1964)

sábado, 29 de julio de 2006

Secreto y misericordia



Manuel Díaz Martínez (Santa Clara, 1936), es poeta de palabra precisa, certera. Se han señalado ironía y humor en sus versos. Y sí que los hay. Pero si algo predomina en su copiosa obra no son precisamente los juegos de palabra. Su mayor preocupación es el hombre, los malabarismos de ese adorable circo que llamamos vida.

MISERICORDIA

El odio a todos nos castiga.

Misericordia,
pues, para todos los que odian
y para los que son odiados,
para alos padres furibundos
y sus pálidos hijos,
para el bilioso y quien lo sufre.
Misericordia
para el hombre convertido "en tierra,
en humo, en polvo, en sombra, en nada"
y para los que alguna vez hemos contado,
con dedos temblorosos,
siglos y siglos de barbarie.

SECRETO

No quiero ser de carne y hueso y lágrima.
No quiero ser este ruidoso cuerpo
que cruje y me detiene ante el dolor
plantándome en el pecho sus rígidas
pezuñas.

No quiero ser ceniza mojada
ni polvo soplado
ni piedra sin camino.

Quiero ser de algún barro que permita
tenerte, vida, de tal modo,
que nunca quede espacio entre tú y yo
para el hastío y la renuncia.

(De El carro de los mortales, Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1988)

viernes, 28 de julio de 2006

PÁJARO DE LA BRUJA


Soleida Ríos (Santiago de Cuba, 1950) "asumió su papel entre los vivos" siendo ella misma un hermosísimo poema. En Soleida, como en toda su obra, "el sentimiento se impone a la palabra". Con buen recuerdo, como escribió un día del lejano 1980 al dedicarme un ejemplar de este poemario, transcribo aquí un texto que difícilmente alguien, entre los entendidos, no conozca.

Pájaro de La Bruja

I
El pájaro nació del filo de un machete.
Nada tiene que ver con el sinsonte
el choncholí o la torcaza triste.
Nació, repito, del filo de un machete
no de la hueva blanca de una pájara vieja.

Ni alondra he dicho
ni quetzal
ni el aura ansiosa tras las últimas huellas.

Vive en el canto de La Bruja, allí es su nido.
Canta como los pájaros del mar y los del monte.
Arría las mulas. Y en mal tiempo
vuela implacable sobre los guanos de un bohío
y entonces alguien tiene que morir.

De marzo a octubre el pájaro es culpable.
Si cae un rayo en medio de la palma
si se desborda el río
si una décima viene lejanísima
con el aroma del último café
siempre _de marzo a octubre_
el pájaro es culpable.

II
Dicen que como fiesta mágica hace tiempo
unos compadres se vieron una noche
cerca del canto de La Bruja.
Que allí sacaron la enorme botijuela
que era un secreto de los dos
en nobre de los hijos.
Dicen que algo se puso en el lugar
donde la hombría se rompe, no se sabe,
que halaron los machetes.

III
El pájaro nació en el último escalón
violento del corazón dentro del pecho.
Nadie lo puede ver,
pero ha volado por todas las lomas de la Sierra.

(De De pronto abril, Ediciones UNIÓN, La Habana, Cuba, 1980)

miércoles, 26 de julio de 2006

Fragmentos a Eloísa


José Lezama Lima (1910-1976), el autor de las novelas "Paradiso" y "Oppiano Licario", es autor, como si fuera poco, de por lo menos tres poemarios sin los cuales no sería posible escribir la historia de la poesía cubana: "Enemigo rumor" (1941), "Dador" (1960) y "Fragmentos a su imán" (1977).

El también poeta Emilio de Armas, en el prólogo a la edición de su poesía que hizo Ediciones Cátedra en el 2000, señaló:

"La obra de José Lezama Lima es una de las más complejas e inquietantes que hayan sido realizadas en la lengua española. Su urdimbre verbal, asentada en la formulación de un sistema poético en el que la imagen aparece como sustancia de la voluntad creadora, atrajo sobre ella, desde el principio, una admiración y un rechazo igualmente apasionados, y levantó un valladar casi infranqueable a la comunicación entre el autor y muchos de sus lectores inmediatos. Afirmándose ante las críticas y la incomprensión que lo acompañaron durante casi toda su vida literaria, Lezama erigió en torno suyo una prodigiosa edificación textual donde la poesía, el ensayo, el cuento y la novela se estructuran alrededor de un centro que, a la manera de esos «agujeros negros» en que parece confluir el Universo, atrae irresistiblemente por su pavorosa densidad."

Mucho se hablado y se hablará sobre la obra de Lezama Lima, monumental, complejísima, única: un canto sin fin a la propia palabra, al acto privado y egoísta de escribir.
ELOÍSA LEZAMA LIMA
Una sonrisa que no termina.
Una sonrisa que sabe terminar admirablemente.
La sonrisa se agranda como la noche
y los ojos se reducen a una pequeña piedra
escondida. Calidad de un mineral
que se guarda en un paño de aceite
milenario: Saber reírse y dar la mano.
Las pausas y los hallazgos de la risa
transcurren con la sencillez de una silla pompeyana.
la mano ofrece la brevedad del rocío
y el rocío queda como la arena tibia del recuerdo.
Ofrecerá así siempre la sencillez compleja de la risa
Y el acuoso laberinto de su mano en el sueño.

(Tomado de José Lezama Lima, Poesía, Ediciones Cátedra, S. A., Madrid, España, 2000; la ilustración de la portada es obra del propio poeta. El retrato del poeta es obra del pintor cubano Mariano.)

martes, 25 de julio de 2006

La Reina cómplice


A Reina María Rodríguez (La Habana, 1952) se le amó siempre por diversas razones. Por una de ellas, su poesía, recibió, además, varios, importantes recocimientos. Poesía sencilla, próxima, donde brillo y mancha se miran en el mismo espejo, fieles al hombre próximo, sencillo, al que se deben.
Aquí les dejo un texto ya "clásico" de la autora:

REMORDIMIENTOS PARA UN CORDERO BLANCO

no me puedo librar de ese ojo
que mira desde el cuadro
mis imperfecciones.
toda mi culpa de vivir
y querer
inventándome.
me estoy buscando
y tengo miedo
casi un miedo fanático
de haber sido cómplice
inacabada
porque también sonreí cuando quería matar.
mis mentiras son sueños
agua que no nadé
y este vicio
este vicio de mariposas
un solo día volando sin cesar
luego polvillo oscuro sobre las violetas.

perdóname ojo de mi cordero adolescente
si en estos años te engañé
y pude ser
diferente.

(De Para un cordero blanco, 1984)

lunes, 24 de julio de 2006

LA LENGUA DE ZOÉ

Zoé Valdés (La Habana, 1959) es requeteconocida por su narrativa, sus novelas básicamente. Obras en las que ha dicho las cosas en "cubano vulgar", que es el idioma de los más de nosotros. Algo que en lugar de alarmarnos debíamos tener como un motivo más de orgullo. Los que conocemos su poesía sabemos hace tiempo de los pocos pelos que esta mujer tiene en la lengua. De su lengua afilada. Del filo cortante de su verso.
El texto que transcribo pertenece a "Vagón para fumadores".

IRRADIACIÓN EN UNA ANTIGUA CASA

Llegaremos antes que ella,
seremos dos silbidos en el arcabuz de su sombra,
y nos perderemos en nuestros cuerpos.
Tu cabeza en mi sexo tu sexo en mi boca,
vibrando tímidamente
como un gorrión en la garganta de una nube.
Llegaremos antes que ella,
cuando yo apriete tu animal con mi carne más dulce,
y los duendes se masacren entre sí,
y los adolescentes fustiguen los espejos con su leche solitaria.
Llegaremos antes que la muerte sea una perfección de gritos,
unos gemidos ensayados detrás del telón.
Y tú serás el poseso el de la sangre gladiadora,
y yo seré la fragante la arena que fluirá en todo el espacio.
Llegaremos antes que la vida,
antes que la fuga y la carrera idílica de ser los primeros.
Otra vez con nuestras piernas flojas,
y las sábanas enredadas en el abismo.


(De Cinco puntos cardinales, CASA, La Habana, Cuba, 1989)

domingo, 23 de julio de 2006

NUESTRO CABALLERO


José Martí (1853-1895) es decir Cuba. Su nombre remite a guerras y a prisiones. Su imagen a un espejo en el que todos, sin distinción de credos ni partidos, nos hemos mirado esperanzados, con envidia tal vez, en reiteradas ocasiones. Publicó tres libros: "Ismaelillo", "Versos libres" y "Versos sencillos". Todos, con voz tan personal y poderosa como para que todavía hoy lo sigamos escuchando agradecidos.
MI CABALLERO


Por las mañanas
Mi pequeñuelo
Me despertaba
Con un gran beso.
Puesto a horcajadas
Sobre mi pecho,
Bridas forjaba
Con mis cabellos.
Ebrio él de gozo,
De gozo él ebrio,
Me espoleaba
Mi caballero:
¡Qué suave espuela
Sus dos pies frescos!
¡Cómo reía
Mi jinetuelo!
Yyo besaba
Sus pies pequeños,
Dos pies que caben
En solo un beso!
(De Ismaelillo, 1882)

COPA CON ALAS (fragmento)

Una copa con alas: quién la ha visto
Antes que yo? Yo ayer la vi. Subía
Con lenta majestad, como quien vierte
Óleo sagrado: y a sus bordes dulces
Mis regalados labios apretaba:-
Ni una gota siquiera, ni una gota
Del bálsamo perdí que hubo en tu beso!
(De Versos libres)
Este es el poema XX de Versos Sencillos:
Mi amor del aire se azora;
Eva es rubia, falsa es Eva:
Viene una nube, y se lleva
Mi amor que gime y que llora.
Se lleva mi amor que llora
Esa nube que se va:
Eva me ha sido traidora:
¡Eva me consolará!
El poema XLVI de Versos Sencillos, el último, termina así:
¡Verso, nos hablan de un Dios
A donde van los difuntos:

Verso, o nos condenan juntos,

O nos salvamos los dos!


Árbol de mi alma
(De Versos libres)


Como una ave que cruza el aire claro

Siento hacia mí venir tu pensamiento

Y acá en mi corazón hacer su nido.

Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas

Como los labios frescos de un mancebo

En su primer abrazo a una hermosura;

Cuchichean las hojas: tal parecen

Lenguaraces obreras y envidiosas,

A la doncella de la casa rica

En preparar el tálamo ocupadas:

Ancho es mi corazón, y es todo tuyo:

Todo lo triste cabe en él, y todo

Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!

De hojas secas, y polvo, y derruidas

Ramas lo limpio: bruño con cuidado

Cada hoja, y los tallos: de las flores

Los gusanos y el pétalo comido

Separo: oreo el césped en contorno

Y a recibirte, oh pájaro sin mancha

Apresto el corazón enajenado!


sábado, 22 de julio de 2006

Poeta, simplemente

Luis Caissés (Holguín, 1951) ganó algún premio más que merecido con Una simple pared al otro lado. Carilda -Oliver Labra, por supuesto- presidenta del jurado que se lo adjudicó, escribió entonces: "La eficacia expresiva está precisamente ahí, en el vigor, la autencidad y la hondura con que nos conmueve su sabia inocencia."
El poema que transcribo puede servir de ilustración:

Precocidad

De niños,
los más inocentes que nosotros,
es decir,
los mayores,
inventaban la hora de los cuentos
para salvar de la tristeza o el olvido
el poco de esperanza que les quedaba todavía,
iniciándose así
en los mil y un misterios de la conformidad,
en el cruelísimo ritual de la mentira.

Algunos,
como era de temer,
sucumbieron al hechizo
y hoy puede vérseles cazando lagartijas
con la esperanza, leve, de que se tornen caballos;
mientras otros quedaron en el acto alevoso
de pedir tres deseos con los ojos cerrados.

Sólo
sobrevivimos
los que dándole de palos a la inocencia
la obligamos a huir miseria abajo,
con el rabo temblón entre las patas.

Sólo
los que pudimos conocer a tiempo
que Caperucita y la abuela
terminaron por comerse al lobo.


Esta es la edición de Una simple pared del otro lado que Eguzki Argitaldaria (Bilbao, España), realizó en 2005, con prólogo, epílogo y notas de Miguel Ángel Zorrilla Larrea.
Miguel Ángel Zorrilla Larrea - Premios de Poesía Infantil Charo González
Cada poema es un alumbramiento - Tres preguntas a Luis Caissés - Otros textos

jueves, 20 de julio de 2006

CONTAMINADO POR LAFFITA


Ramón Elías Laffita (Baracoa, 1968), POETA, con mayúsculas, "cree en la cicatriz que deja el verso." Y en consecuencia escribe, consciente de que "el sitio de cada hombre está en ese hueco/ en esa cuerda donde se puede ver el precipicio."
Este hombre cree en la cicatriz que deja el tiempo, diría yo, con redundancia y todo.
Tengo dos pequeños cuadernos de Laffita conmigo: "Las tribulaciones de Adán", de 1991, y "Contaminados por la sombra", de 1998.

Del primero, editado por Ediciones El Mar y la Montaña, al cuidado de Rebeca Ulloa, se ha escrito en la contraportada: "Este libro se destaca por la coherencia formal y por su seriedad y desenfado. Los versos van tocando y entrando en conceptos, pero nunca hermetizan el poema. [] Hay en este libro un eco vibrante que transita de extremo a extremo."

De "Las tribulaciones..." es este poema:

DESEQUILIBRO

Temo que esta sed cubra los cristales
la casa vieja
el jardín
y el agua ya no sea sostén en la garganta.

Que todos coman frutas rojas
y después no sepan escapar de lo terrible.

Temo ante la silla que soporta mi peso
ante el vivo y el loco ilusionista
cómplices del desequilibro
y la sequedad de la sombra.

Temo por las siete vidas de los gatos
por los jugos que derramé sobre la cama
boca arriba
como fiera.

En fin
temo que el viento se derrumbe
y me caiga encima la balanza.

Contaminados por la sombra
, publicado por Ediciones Extramuros, es "poesía de gran intensidad en la que el poeta se busca incesantemente a través de elaboradas imágenes, de ingeniosos tropos. Poesía contaminada por la agonía existencial que brota en la palabra y comunica una fuerte carga emocional." El libro recibió el premio Luis Rogelio Nogueras 1995. El jurado estuvo integrado por Rafael Alcides, Emilio García Montiel y Pedro Marqués de Armas.

El siguiente texto es de Contaminados por la sombra:

RUINAS

1
La penumbra viene herida por la sombra. Imperdonable sonido en el que todo se concentra, donde sólo la luz se vuelve pantanosa. Detrás del bosque están sus ruinas y un castillo sitiado. No creo merecer tanta muerte.
Después de todo los escombros son parte de la sombra y de la penumbra que cae como cuchillo sobre la noche.
Siento caer la lluvia. Siento el arenoso ruido del mar.
Hay una casi total oscuridad detrás de los candelabros encendidos. Alguien me toma de la mano. Pues ya la lámpara del cuerpo no son los ojos.

2
La noche está quieta.
El mar está quieto.
Entre silencio y silencio toda la sal del mundo.

3
Sobre la casa el sol, la niebla. Sobre la piel las quemaduras.
No hay fuego peor. Ni llama que alce más claridad. Sobre la casa un imperio. Y sobre la piel una prisión a la que estaremos por siempre condenados.

miércoles, 19 de julio de 2006

EL CORREO DE LA NOCHE


Frank Abel Dopico nació en Santa Clara, en 1964. Ha sido profesor de teatro. Dicho de otra manera, ha enseñado a usar máscaras. Él mismo, sin embargo, da la cara. Este poema, que traigo conmigo hace más de quince años, lo podría demostrar. Este limpio poema me "recuerda que donde crecen las alas antes hay precipios."

El correo de la noche

Mis piernas van tras el correo de la noche.
Un enemigo tiende su mano miserable, ayuda mi
carrera, luego me hace polvo con su mano
apagada.
Las casas huyen grises y una estrella abandona su
casa de la noche
y anda con sus bártulos a cuestas. Una estrella
vuelve
a su casa de la noche
y anda por el jardín, mediodormida.
El ciudadano que soy va tras su noticia. Apedreando
al que fui.
Quiero saber cómo está Mayra, qué le hablan sus
ojos al recuerdo.

El correo de la noche atraviesa edificios, irrumpe en
plazas moribundas.
Sus remos son caballos silvestres como los ojos de
Mayra.
Alguien cruza mordisqueando sus dedos. Alguien
(y una carta) entró a la oscuridad.
Pasan los novios, humeantes cuerpos, y el reloj se
clava sus agujas.
A dos cuadras de mí el anciano espera que esté
completo su rebaño.
Un hombre esconde el espejo donde se va a mirar
mañana.

Mis piernas siguen los ecos de la noche.
Soy un bufón, esquivo ese color dulce de la
primavera
porque dentro llevo los charcos de su lluvia y puedo
florecer,
y es indiscreto florecer, uno tan noble,
tan bueno que es uno así de solo,
con mi tierno diablo y mi dios tan solo y pobrecito.
Quiero poner la vida como trampa,
criar conmigo al rey que nunca seré, a los reyes
sonámbulos, los que con cielo y pan hacen el
amor sin manifiestos.
Busco una noticia, busco el puente que hicieron los
héroes para mí,
y siempre está más lejos, está en el mismo sitio de
los héroes,
debo hacer algo más que comerme estas naranjas,
debo inventar un flamboyán o algo amenazante,
el puente me espera, nos espera,
tantas flores mediocres aplastan los caballos
que el correo va lento, los caballos sangran pero yo
los aplaudo.
Los caballos resbalan, rehenes de la luna,
dejan su lamido triste en mi pupila.
El correo de la noche puede ser asaltado
pero va con cicatrices que recuerdan al sol.

En un lugar de mi vida hay un revólver.

(Tomado de El correo de la noche, Ediciones Unión, La Habana, Cuba, 1989)

lunes, 17 de julio de 2006

EN PLENA DESNUDEZ


Alberto Serret (Santiago de Cuba 1947 - Quito, Ecuador 2000), además de amigo fidelísimo y por qué no mecenas mío, es uno de los grandes poetas que ha dado la isla. Como otros tantos (Lezama Lima, Dulce María Loynaz), es dueño absoluto de la palabra. Cualquier texto suyo, sin temor a exagerar, podría figurar en la mejor de las antologías. Este, pueden creerme, lo he escogido al azar.

Hora de café

Café. Noche aromática que se apura de un trago.
Fuego sordo y tangente quemándome los sesos,
la boca de costumbre, los múltiples excesos
que bebo con deleite. Líquido que deshago

en mi garganta como en el bombín de un mago.
Cayajabos pulidos, disueltos en la taza
y que son el lejano discurrir de una casa,
de una mujer colando café que a nadie pago.

Fuente negra. Azabache. Petróleo que me inunda
como el cinto de cuero pegándome una tunda
con el amor de entonces y del que un día fue...

Sorbo de amanecer que escancian mis hermanos,
para siempre quemándome en la lengua y las manos.
Todo un largo, infinito minuto de café.

(Tomado de En plena desnudez, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1988)


Cordeles de humo apareció en 1987, en Ediciones Unión.
“La décima, la cubanísima estrofa, es la forma escogida por Alberto Serret para los poemas que componen este nuevo libro suyo; pero no sólo la décima octosílaba con que nuestros campesinos dicen sus penas y alegrías, sino que el poeta se ha permitido las más inesperadas alteraciones en el metro y la rima. Tampoco encontraremos aquí el cromito paisajista ni la crónica rimada: Serret ha escogido la décima como forma, pero sus temas son los mismos de cualquier otro poeta lírico, a lo que hay que agregar una definida personalidad, que se destaca por su matiz filosófico y señorío verbal.”

ADVIENTO

Veo pasar mi semilla
por el fondo de ese vaso.
¿Será este sueño un pedazo
de silencio o de costilla?
¿Y la onírica varilla
que me flagela brutal?
Serán mi carne y mi sal
disueltos en un doliente
buche de huesos, el puente
que ofrezco a la pesadilla.
O tal vez la maravilla
de un profundísimo abismo;
el tramposo paroxismo
de la tiniebla.
Mañana
¿seré luz, clavo, sombrero...?
La muerte es un perro fiero
con el colmillo irreal
o un vaso de agua vital
por sobre el polvo de enero.

La muerte es un semillero.


PROCEDER

¿Proceder? En forma tal
que no caigan los castillos
interiores. Como el brillo.
Como el trozo de coral.
Sé una racha, el aromal
Entre las prójimas fieras.
No estafes a la quimera.
No te entregues al azote.
Sé grato, como un
islote
para el náufrago que quiera.

sábado, 15 de julio de 2006


Este es un detalle externo de la Mezquita de Córdoba. La foto es de principios de mayo de 2006. Posted by Picasa

lunes, 26 de junio de 2006

Poeta con nombre


No hay, a mi juicio, nombre más alto en toda la historia de la poesía cubana que el de Dulce María Loynaz (La Habana, 1902-1997), Premio Miguel de Cervantes 1992.
César López, en el prólogo a Poesía Completa, escribía:
“La poesía de Dulce María Loynaz ejerce, sospecho, una fascinación que atrae, arrastra, asedia hasta conducir a uno de los más atractivos y grandes peligros del oficio: la interpretación. Y en ese instante del vericueto poético, contra la interpretación: su defensa. O, más bien, su deleite trágico, dramático, agónico. La duda insondable, por paulina, de toda creación verdadera. De toda poesía.”
POEMA CXVII (de Poemas sin nombre, 1953)
Poesía y amor piden paciencia. Amor es espera y sajadura. Poesía es sajadura y espera. Y los dos, una vigilia dolorosa por unas gotas de resina... Esa preciosa, aromática resina que sólo cae muy lentamente, mientras arriba el sol o la ventisca devora la cabeza de los pinos.

AL DESCONFIADO (de Juegos de agua. Versos del agua y del amor, 1947)
Echa tu red en mi alma: Tengo también, debajo de la sal y de la sombra, mi temblor de escamas plateadas y fugaces.

PRECIO (de Versos. 1920-1938, 1938)
Toda la vida estaba en tus pálidos labios... Toda la noche estaba en mi trémulo vaso... Y yo cerca de ti, con el vino en la mano, ni bebí ni besé...
Eso pude: Eso valgo.
(De Poesía completa, Dulce María Loynaz; Editorial Letras Cubanas, 1993)

sábado, 11 de febrero de 2006

Antología personal

La idea es presentar aquí una amplia selección de la poesía cubana de todos los tiempos. Una antología personal, si se quiere. Algunos datos acerca de los autores y las ediciones, algunas ideas críticas que ayuden a orientar, ilustraciones. Pero sobre todo poesía. Y especialmente breve. El objetivo sería apenas llamar la atención.
 
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