miércoles, 24 de diciembre de 2008

De sueños y gritos


Maribel Feliú (Holguín, 1963) ha recibido varios reconocimientos nacionales tanto por su obra poética como por la narrativa. Y ha sido incluida en diversas antologías no sólo en Cuba sino también en el extranjero.

Suyos son estos dos poemas que un amigo común, Luis Yussef, me hizo llegar hace ya un buen tiempo y que he guardado como reliquia invalorable para actualizar Arco y Espuela por estos días.

Evocadora voz la de esta mujer; voz desde un silencio redibujado a gritos; gritos que ya nadie podrá retener: por la necesaria libertad que claman, porque crecen como aguas incontrolables palabra a palabra.

Y el destino del agua, se sabe, es desbordarse. Arrasar.

UNA TAZA DE SUEÑOS

Katherine Mansfield ofrece una taza de té,
la muchacha debe escoger entre las flores
del jardín Wellington
o la incertidumbre de cada día.
Será una muchacha escurridiza
con la misión de ahuyentar el polvo de otros veranos
cuando el terror invade su casa
y una mancha negrísima colme el rostro de su madre
El aire vigoroso teje las noches
de una ciudad que desata abanicos
y acaricia las entrañas
valientes de dos almas semejantes a la realidad.
La amante no optará por la partida
La belleza aterradora purificará la piel y oprimirá las aguas.

La muchacha escurridiza es llevada a Curzon Street…
Aquí Philip no podrá retener
esas manos que un siglo después
inundan el tiempo de otra muchacha.
Una mínima reverencia
y se amarán dos cuerpos inocentes
que en comunión perfecta han de beber
una taza de sueños.

VOCES DESDE EL SILENCIO

La navidad está hecha
para venderse
Reina María Rodríguez
Fin de año,
cabezas ruedan hasta mis pies
melancólicas infantiles
intentando alejar el mal de fondo.
En las calles el aceite de girasol vertido
y un tren descarrilándose en una misma dirección,
la carne teñida del color (individual)
y apremia el combate (colectivo)
después será el regreso a una persecución
ilimitada, imagen en dos tiempos.
En el rincón los santos castrados.
No basta arrodillarse largas horas y pedir. Gritar. Gritar. Gritar.
Fin de año, un aullido mudo comprime
a las voces que desde el silencio claman en su ilusión
de pobres diablos. Fin de año, un día cualquiera
que prefiero borrar de un zarpazo
poniéndole sabor a la olla colectiva,
la olla de restaurar las amarguras,
un mundo hecho de sangre congelada.
Fin de año, a través de cartas polvorientas
observo el viejo truco, enciendo un cigarrillo y abrazo
mi libertad pequeñita.


domingo, 14 de diciembre de 2008

La otra mejilla

Entre los libros publicados por Belkis Cuza-Malé (Guantánamo, 1942), se encuentran El viento en la pared (1962), Los alucinados, Cartas a Ana Frank, Juego de damas, El patio de mi casa y más recientemente La otra mejilla (Ediciones ZV Lunáticas, París, 2007).
El también poeta Armando Álvarez Bravo, en una reseña de La otra mejilla publicada en Linden Lane Magazine, escribió: “La andadura de Belkis por estos mundos no ha sido fácil y ello, desde el núcleo y los prismas de la poesía, puede generar una obra en que la gravitación de la tragedia y el dolor, del sentido de la pérdida y el desarraigo, y toda una serie de sentimientos propios de tiempos difíciles, hagan que se escriba una poesía que, descontados sus valores estéticos y formales, esté dominada por el tono de la oscuridad, de la tristeza y la negatividad de la mirada. Una poesía que es pura desgarradura.”
La otra mejilla
, “un libro escrito mayormente en los años sesenta y pico y setenta en Cuba”, según palabras de la autora en entrevista publicada en Efory Atocha, “... tiene, sin renunciar a la veracidad ni a la memoria, —a juicio de Álvarez Bravo— un tono que puede designarse como jubilar. Y aquí debo precisar que jubilar no implica una entrega sin peros, sino una apertura con toda la carga que define el espíritu del poeta, y que se vuelca con suprema naturalidad, con el lenguaje más directo. De igual suerte, es un discurso que abordando el registro que va del extremo de lo positivo al de lo negativo lo hace comunicando una notable satisfacción de estar. Esa satisfacción es expresión de profunda, asimilada alegría que se comparte. Ese es el espíritu de este poemario de Belkis.”
Con ese mismo espíritu dejo aquí estos cinco textos de La otra mejilla. Convencido de que en algún punto del paisaje que bosquejan, entre sombras y árboles, entre luces y trenes y otros espectros, habrá espacio aun para que el más escéptico de los lectores por fin se reconozca. Y agradecido se sonría. O se borre.

La patria de mi madre
Mi madre decía siempre
que la patria era cualquier sitio,
preferiblemente el sitio de la muerte
Por eso compró la tierra más árida
y el paisaje más triste
y la yerba más seca,
y junto al árbol infeliz
comenzó a levantar su patria.
La construía a pedazos
(un día esta pared, otro día el techo,
y a ratos, huecos para dejar colar el aire).
Mi casa es mi patria —decía—
y yo la veía cerrar los ojos
como una muchacha llena de ilusión
mientras escogía, de nuevo, a tientas
el sitio de la muerte.
Jagüey Grande
Una vez atravesamos ese pueblo,
pero allí no había altas figuras pálidas
y en la estación de trenes
giraba el aire en torno a un jagüey.
El polvo nos devoraba;
convertidos en nube de moscas
atravesamos sus calles limpias
y junto a la farmacia
fuimos embestidos por seres de aluminio
o de algún metal desconocido.
Dulces reproches de difuntos.
Olía a cal este pueblo,
a naranjos, pero no vi su flor por ningún lado.
Se componía el paisaje de grandes tazas de café
y un potrero por medio.
Eso era todo.
Paisaje del olvido
¿De qué estarán hechos
esos árboles y esa gota negra de cielo?
Débil gorjeo del pájaro-esqueleto
apresando objetos
en los que el énfasis es el movimiento de la mano,
el cabeceo de unos ojos
por donde asoma
mi mirada intrigada,
caprichosa, boquiabierta.
El mar de la noche no tiene regreso,
pero me aferro a esa rama,
al gritico del tren nocturno,
y cuando es inútil la espera,
alguien metió la mano en el paisaje,
subió los tonos azules,
enredó el dorado de la hierba.
¿Acaso no me faltan también
los ojos y el prendedor del pelo?
Tema para Goethe
Otra vez
el cielo es verde
más verde que nunca
y la noche se ha puesto carmelita
y la luz que se cuela por debajo de la puerta
es mi luz
no la de Goethe
mi luz con flores de vicaria
una luz que me mira
que me envuelve
en su capa de capitán valiente
oh luz de los cielos
oh luz de los que ríen
oh luz apagada de pronto por la mano del viento
oh luz sin luz
oh
Quieren que cante
y canto
a esta luz que me quema los ojos
a esta luz mi luz tu luz
sin esperanza
De la naturaleza de la vida
Siempre hay un hombre pintando
la puerta de la casa,
una mujer recortando el césped,
un viejo subiéndose al techo del garaje,
un oso de hierba metiéndose en el patio,
una cabeza decapitada por la luz
estallando en llanto,
un automóvil pisoteando los instintos,
un ametrallado en la noche
y estoy yo y están mis hijos
y cuando despierto
la luz es de otro mundo
y la tamiza la leve inquietud
de entrever a ratos
un paisaje verdadero.

sábado, 22 de noviembre de 2008

El único hombre


Rafael Vilches Proenza (Vado del Yeso, Granma, 1965), poeta, narrador y promotor cultural, es autor de Ángeles desamparados (novela, 2001), Dura silueta, la luna (poesía, 2002), ambos publicados por Ediciones Bayamo, y del cuaderno El único hombre (Ediciones Orto, 2005), por el cual recibió el Premio Nacional de Poesía “Manuel Navarro Luna” de 2004.

El jurado que le otorgó la distinción, integrado por Pablo Guerra, Alejandro Ponce y Omar Parada, para justificar su elección, habló de oficio, madurez poética, fuerza confesional, alto valor estético en cada verso.

Dicho con sus propias palabras, El único hombre es libro “de un dolor personal”. Libro acuchillado, degollado por soledades, por silencios, por muertes... Por eso mismo, acaso, vital como pocos: del primer texto donde el poeta se desgarra hasta la deslealtad, a una última página donde le augura (al padre) cómo será el día que sepa que fue el único hombre a quien amó.

Estos textos pertenecen a ese libro.
Sin las manos de mi madre
No me mires
Me ciega la luz que te rodea cuando amas
Teresa Melo
No aprendí a tejer con las manos de mi madre
ni a beber con tus labios
aquellas noches de Santiago
donde abrimos el fuego a nuestros cuerpos
la noche se instaló con una luz distinta en tus ojos
no eras Estefanía ni Teresa forastera de mis sueños
escribiendo las calles de Santiago
con la voz en mi piel
rallando los faroles en mis manos
un grito por mi cuerpo
que adoraste hasta la madrugada
el vino fermentado en la sangre
sentados a la puerta de tu casa
con la adolescencia en pretérito
un brillo infausto brincando en el fuego
sin haber visto Puerto Montt ni París
Yo que estoy maldito
puse el veneno de mis días en tu danza
y comencé a tejer
la muerte sin las manos de mi madre.
Háblame
Prende a la noche cascabeles
que anuncien
la entrada triunfal
háblame de la encina y el olivo
el mar golpea mi costilla
en esta ciudad que se abstiene
y se desnuda de mí a su antojo
yo que soy un tipo triste
canto cuando una mujer se va
y lloro al regreso de la llovizna en los cristales
donde escribo tu rostro
ese olor a guayabas en la canasta
en que acostumbramos depositar nuestras lágrimas
háblame de la hora los pinos
los parques el tedio y la locura
de mis padres
la soledad la muerte que me acosa
siempre estoy huyendo de todos
de ella que fue el calor en mi costado
la casa la ciudad
mírala con un solo golpe de ojo
poémala
luz
háblame
estoy malversando este silencio
Después que él habla
Con las palabras que ama mi padre
puedo cavar un silencio
la soledad al margen de un discurso
con la cabeza rebotando en las paredes
a la par del corazón
Él fue calma muro
yo receptor de sombras no vi la luz
sí la espada haciendo círculos
Con las palabras de mi padre
puedo escribir silencio
no ver el parque no decir luna
ver los perros morder mi soledad despacio
Habla a contraluz
llora su mudez en un cuadrante
ahí mueren sus antepasados
ahora se degüellan en mi lengua
donde canta el silencio de mi padre.

sábado, 1 de noviembre de 2008

El rostro, la máscara, etc.

El poeta y pintor José Pérez Olivares nació en Santiago de Cuba en 1949. Desde 1982, cuando apareció Papeles personales, hasta la fecha, ha publicado una docena de libros de poesía. Su obra, además del “Premio David” (Cuba), por ese primer libro, y el “Premio 13 de Marzo” (Cuba, 1985), por A imagen y semejanza, ha recibido los premios internacionales “Jaime Gil de Biedna” (España, 1991), por el poemario Examen del guerrero, el “Rafael Alberti” (España, 1993), por Cristo entrando en Bruselas, y el “Renacimiento” (España, 1998), por Háblame de las ciudades perdidas.

De Examen del Guerrero decía el editor:

“...nos ofrece un dominio del verso poco común y una utilización de la palabra como arma poética tan magistral como lo es en sus maestros Lezama Lima o Eliseo Diego.

Esta poesía culturista, llena de efectos visuales y pictóricos, recorre el libro y hace que el lector quede retenido en la magia singular de la escritura de José Pérez Olivares.”

José Luis García Martín, en su reseña de Háblame de las ciudades perdidas, publicada el El Cultural, señalaba:

“Culturalista, meditativo, a ratos aparentemente coloquial, siempre muy literario, Pérez Olivares es posible que suene a consabido al lector apresurado, como al espectador apresurado le pueden parecer iguales tantos cuadros clásicos con el mismo asunto religioso. La personalidad y la verdad están en los matices, en las sutilezas de la dicción y la visión del mundo.”

El rostro y la máscara (Ediciones UNIÓN, La Habana, Cuba, 2000), por su parte, se presenta al lector con estas palabras:

“El valor de los signos, la plenitud del diálogo / el sabor / entre falso y misterioso de la palabra hacen que este universo fabulado descubra el verdadero rostro del Hombre, al dejar caer esa máscara que muchas veces le impone su andar cotidiano, y no le permite mostrar toda su identidad.
La mirada contemplativa del poeta, su reflexión sobre la contemporaneidad —el propio devenir histórico—, establecen un diálogo con el tiempo, clamando por aquellos valores amenazadas en los umbrales del nuevo milenio —amistad, unidad, amor...—, precisos para
que nunca se cierren [...] las puertas que abrió el viento.”

Carlos Alzugaray, en ocasión del Premio de la Crítica, se preguntaba: “¿Qué es lo característico de El rostro y la mascara? La angustia expresada con eficientes recursos artísticos -de quien se sabe depositario del secreto de la belleza, como Prometeo se sentía guardián del fuego; la misma belleza que debe avivar en las marmitas, buscar denodadamente y, a toda prisa, como corresponde a una sustancia explosiva, pasarla a los congéneres. En medio del intenso y riesgoso ejercicio que constituye mudar la piel a la vista de todos, el artista nos recuerda que “la sagrada perfección” sólo se consigue desde una entrañable eticidad, impermeable a los vaivenes pendulares de lo oportuno.”

Estos dos textos pertenecen a El rostro y la máscara.

TRES ELOGIOS (fragmento)

1. Del ojo ciego

No está tan ciego el ojo que no ve
como el ojo que ve y no mira.
No está tan solo en su ceguera
quien ve nacer dentro de sí
una débil y misteriosa llamarada.
Llamemos ciego
al ojo que pasa de largo frente a las cosas.
Apiadémonos de su incapacidad de ver.
Musitemos junto a su oído:
“esto es un árbol”, “esto es una rosa”.
La ausencia de visión
no es ausencia de la capacidad de ver.
Ven los videntes, los demás miran,
los demás creen ver.
Y confunden una rosa con la rosa,
confunden un árbol con el árbol.
Apiadémonos de los que no tienen ojos
para leer las hojas de un árbol,
de aquellos que confunden la rosa
con el perfume que emana de ella.
Apiadémonos del que tantea un objeto
y lo confunde con su forma exterior,
y cree que todos están hechos
con la misma irremediable materia.
Apiadémonos del que olvidó la infinita forma
de la forma,
apiadémonos de la oscuridad que reina
en sus pupilas.
El secreto no está en la imagen, sino en ver.
La verdad no consiste en percibir,
sino en el acto de posesión.
El ojo ciego se ríe del ojo que no ve
porque en la oscuridad ve mejor las cosas.
La oscuridad es la meta de todo verdadero vidente.
La noche, la eterna noche
es sustancia de la luz.

-

Cualquier puerta
indica la existencia de dos verdades:
una tuya, otra mía.
Allí, en el umbral, se tejen leyendas,
los caminos se entrecruzan,
se explican y naufragan
los secretos.
Una puerta va hacia el sur,
otra hacia el norte.
Una se abre
hacia el camino del este,
otra hacia el oeste.
Si llegas a caballo, desciende y pernocta
en esta posada.
Los que va a cualquier parte,
o regresan cansados,
se sientan a escuchar
cómo el viento hace batir las puertas.
Tal vez tratan de escuchar algo más,
una voz que diga: “el verdadero camino está al norte”.
O bien: “el que debes escoger
queda al sur”.
A lo mejor tienes más suerte que yo
y descubres, a tiempo,
que no existen caminos, sólo puertas:
puertas falsas y verdaderas,
abiertas día y noche,
golpeadas por la lluvia,
podridas por el invierno,
resecas por el verano.
Quizás no existan puertas
sino pequeñas y absurdas verdades,
laberintos
donde irán a extraviarse tus pasos.
Si llegas a caballo, desciende
y pernocta aquí.
Es bueno meditar antes hacer un largo viaje,
mirar hacia la encrucijada de caminos,
lanzar una moneda al aire.



lunes, 13 de octubre de 2008

Hacia la luz


El poeta Ricardo Riverón Rojas nació en Zulueta, en 1949. Dos de sus libros publicados, Y dulce era la luz como un venado (1989) y Pasando sobre mis huellas (2001) fueron premiados en sendos concursos literarios en Cuba. Ha publicado, además, entre otros, Oficio de cantar (1978), Azarosamente azul (2000), Memoria de lo posible (2004), y Bajo una luz que no existe, aparecido en 2005.
Este último poemario, como se indica certeramente en la contraportada, “...es un conjunto armónico que se nutre de temas populares y cotidianos. Riverón se renueva en la forma y en su esencia. Cambia el metro, la rima, las estrofas y diversifica los asuntos. El resultado es un atado de cuidada factura que se materializa en sugerentes y fluidos poemas donde conviven y dialogan intenciones antagónicas y, por momentos, paradójicamente unitarias. Valiéndose de la paráfrasis y la alusión el poeta retoma, como en sus libros precedentes, elementos sustanciales en el discurso de autores de distintas filiaciones estéticas para aportar su marca de identidad —muy cubana e inquietante— en el rico concierto de la tradición decimística iberoamericana.”

Dejo aquí una muestra; mínima, es cierto, pero fehaciente.

Penélope


Tanto tiempo los ojos del ausente
fueron los mismos de la madrugada
que un día confundiste su mirada
con la errática luna del poniente.
Cruzaste sigilosa entre la gente
(destejidas, atrás, todas las telas).
Entre insomnes y tontos centinelas
escapaste, Penélope, cantando
y el cielo estuvo de tu parte cuando,
cansada de esperar, izaste velas.
Todo y nada

a mis hijos

Es imposible que les diga todo,
pues todo, para mí, es bastante nada.
Tal vez todo no es más que una mirada
para entendernos de distinto modo.
Nada es la carne —que se vuelve lodo.
Todo es la muerte —que nos desintegra.
El Todo de La Nada es esa negra
memoria de la paz en que nacimos.
Con sólo algo de la luz vivimos
y con bien poco el corazón se alegra.

Encrucijadas

Alguna diferencia sé que existe
si la noche se mancha con el día.
Ignoro si al decir melancolía
digo feliz y entienden que estoy triste.
A naufragar mi alma se resiste
aunque, al final, deba cargar la cruz.
No puedo ser el que, espantado, sus
ojos sepulta ante el primer reproche,
y al tragarme los huesos de la noche
camino, sin pensarlo, hacia la luz.

domingo, 5 de octubre de 2008

Virgilio era verdad



El dramaturgo, narrador y poeta Virgilio Piñera (Cárdenas, 1912 – Ciudad de La Habana, 1979), publicó en 1969 una antología personal de su poesía con el título de La vida entera. Casi una década después de su muerte, en 1988, fue que apareció Una broma colosal, donde se incluyeron textos escritos en los últimos años de su vida. En 1998 fue publicado La isla en peso, compilado y prologado por Antón Arrufat, quien se expresa acerca del premiado autor de Dos viejos pánicos (teatro), en los siguientes términos:

“No sólo Virgilio Piñera es el narrador y el dramaturgo que conocemos, que conocemos más deficientemente de lo que creemos o suponemos, sino un altísimo poeta, uno de los grandes poetas latinoamericanos. De la llamada generación de Orígenes, Lezama Lima y él constituyen las mentalidades más originales. Y resulta curioso que quien, como Piñera, apenas publicó su poesía, se refugió en la sombra, dejándole el campo libre a Lezama, su gran antagonista, y quizá murió dudando de su valor, aparezca hoy y para siempre junto a Lezama, equiparado al gran poeta de Enemigo rumor. Así de veleidosa es la poesía. Así de imprevistas son las consecuencias de las valoraciones que hacemos de un poeta desconocido.”
Los dos poemas que incluyo aquí aparecieron originalmente en Una broma colosal.
Isla

Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?

1979

Un duque de Alba

A Lezama

Por más de veinte años
un duque de Alba
permaneció echado en su cama.
Entre la mugre de sus detritus
y la lepra de un amor desdichado,
veía salir el sol y ponerse,
veía, como una tumba más, la noche.
El aire mefítico que respiraba
mezclado venía con la fragancia
de los azahares de su amada.

A este duque de Alba, tan feliz,
lo envidiamos noblemente,
nosotros, en edad asolada
por la tecnocracia y la desconfianza.
Este duque de Alba tenía un solo
pensamiento, una idea, pero suya.
Lo iba gastando,
y al mismo tiempo enriquecía.
Pero nosotros, en varias camas,
con mugres y millones de lepras,
entre tecnologías dictatoriales,
planes y simulaciones,
ya no sufrimos nada.
Nos permiten tomar pastillas,
y callar.

1972

domingo, 21 de septiembre de 2008

Saga de Odiseo


Mi amigo, el poeta y narrador Manuel García Verdecia (Holguín, 1953), ha publicado, entre otros volúmenes, los poemarios Incertidumbre de la lluvia (1993), Hebras (2000), Meditación de Odiseo a su regreso (2001) y Saga de Odiseo (2006), que recoge una selección de los tres libros mencionados.

En la contraportada de este último libro, editado por el también poeta Roberto Manzano, se lee: “Atento a las vueltas e impulsos de las circunstancias que sujetan a los hombres, el poeta denuesta o encomia esos giros hondos, configuradores de lo que es una vida. La nostalgia, el gozo de los pequeños sucesos cotidianos, los zunchos con que nos apresa la parte negativa de esa cotidianeidad, generan estados de ánimo que encuentran expresión viva en el versículo, en la línea melódica, en la cadencia desembarazada.

Una singular estimativa del mundo, una pasión sabia que gobierna la mirada, caracterizan el contenido que aquí se despliega. Todo individuo atento a su discurrir más indiviso, encontrará aquí resonancias de su drama íntimo.
La poesía de Manuel García Verdecia posee una densidad simbólica y una madurez expresiva incuestionables. En la polifonía actual de la poesía cubana, su voz tiene sitio de honor e inconfundible timbre expresivo.”


Estos poemas son de Saga de Odiseo.

anotaciones de viaje

inmerso en el atlántico
soy el almirante de la mar océana
una nao de ilusiones mi santa maría
nada queda ya por descubrir
ni exóticas islas ni lindes del planeta
tampoco el paraíso en la tierra
entre piélagos de esperanza navego
no busco brillos para mi nombre
no ansío alcurnia para mis descendientes
ni la promesa de un cómodo puesto cenital
ni sonrisas ni palmadas de dioses en mi espalda
sólo sentirme un átomo más de la creación
a medio camino entre el océano inacabable
y el firmamento profundo de estrellas
una parte aire otra agua
ave y pez en esta maravillosa trama
no hace falta rodrigo de triana
nadie busca tierra alguna
navegar es la aventura.

(8/08/90
(de incertidumbre de la lluvia, 1993)

-

la piedra

la piedra un día y otro día
horada y gana su espacio
impone el peso de su virtud
sabe que no es aire ni agua sino piedra
y pulveriza la gota que se afana
quiebra las uñas con que embiste el viento
la piedra es un ojo que vela
nada la inquietan el camuflaje del tiempo
ni el remolino de hojas a su lado
voz con que se anuncia el muro
primera sílaba del camino
el trueno la lluvia le resbalan
el pisotón le da lustre
y el golpe del acero la hace luz
la piedra es más piedra en la fijeza.

09/11/97
(de hebras 2000)
-
gnóstico


era un niño boquiabierto
que le quitaba el celofán al mundo
dulce que saboreaba con esmero
yo no era yo sino adán en su jardín
a cada paso se anunciaba un misterio
el río que escapa raudo a saber dónde
el arpa inigualable del sinsonte
el acarreo de las hormigas
fundando góticas ciudades
los gemidos del mar y del viento
ocultos en el arca de un caracol
la ingeniería de las abejas con
las flores donde sueña el ansia de la tierra
el desafío del aura contra el aire
el arco iris y sus colores
que nunca logro remedar con mis lápices
las estrellas centavos de plata
relumbrando en la noche del aljibe
tanta vida bullendo bajo el tronco muerto.
luego en mi casa iniciaba otra aventura
andar y andar senderos blanquinegros
que llevan a lugares donde vuelan
alfombras los molinos se tornan gigantes
y ocurre siempre aquello que uno sueña
buscaba sin saber algo innombrable
que decían los adultos poseer
y yo no más era un niño
el tiempo empecinado no oye ruegos.
muchas veces las llamas del otoño
han desnudado el almendro del patio
siempre una verde bondad lo restaura
ahora la boca sólo abro
para beber comer y decir palabras
milímetro a milímetro medidas
los ojos todavía un gavilán hambriento
y aquello que buscaba aún no lo encuentro.

abril de 1977
de meditación de odiseo a su regreso, 2002)

sábado, 13 de septiembre de 2008

Balada de un tambor

Jesús Cos Causse (Santiago de Cuba, 1945-2007), publicó, entre otros, los poemarios Con el mismo violín (1970), Las canciones de los héroes (1974), El último trovador (1975), La isla y las luciérnagas (1981), El poeta también estaba en la fiesta (1999)...
Con Balada de un tambor y otros poemas, un jurado integrado por Carlos Martí, Raúl Luis y Jesús Orta Ruiz, le otorgó el Premio Julián del Casal de poesía de la UNEAC en 1983.
En una nota a raíz de su muerte, el también poeta Reynaldo García Blanco escribió: “Viejo y amigo Cos Causse ten presente que se ha de volver a la secreta comunión de las palabras para comprender, de una vez y por todas, que el estado natural del hombre es la poesía.”
De Balada de un tambor y otros poemas son estos dos textos:

Elogio a Jorge Hidalgo

A las doce de la noche,
los cimarrones y los güijes
se escapan de los cuadros de Hidalgo.

Entonces comienzan a bailar alegres
con el tam-tam tam-tam de los tambores
una danza de combate y de libertad
y beben un vino que a esa hora la luna
coloca con su humedad en el rocío
y cantan hasta el amanecer en que
regresan
a su silencio azul, a su inocencia trazada,
en fin, a su cárcel de colores.

Me preocupa, de verdad, que un día se
rebelen
y el güije, borracho y guerrero, salga del
dibujo,
y el cimarrón, armado de un pincel,
desaparezca,
y que al llegar Hidalgo, sorprendido,
descubra
un tambor entre llamas y los cuadros
vacíos.

Madrigal para Migdalia

Tan antiguo como el cofre donde una
mujer guarda y vigila
una carta secreta y el retrato de un
místico enamorado.
Eterno como el taburete del viejo, ahora
vacío en el cuarto,
como el bastón con el cual se apoya en la
muerte todavía.

Así el amor: campánula, relámpago,
lámpara, luciérnaga,
barco que navegando a la deriva
encuentra una costa en el Caribe.

A fuerza de recordarte siempre ya sé
tallar
tu rostro de memoria en la madera y en
la piedra.
A fuerza de esperarte tanto salta una
fuente del fondo
de la tierra y sus aguas peregrinas me
persiguen y
desembocan en el Danubio, en el Níger,
en el Mississippi.

A fuerza de soñarte un tambor me
despierta al alba
y mis ojos descubren sobresaltados el
mito que me contaron.

Uno quisiera entonces inventar la lluvia,
construir un tren y una estación en el
otoño,
y esperar la ternura y la vejez en la
ventana.

Así el amor:
un cofre con un recuerdo muy querido,
un taburete para sentarse a pensar,
un bastón para sostenerse en el tiempo.

domingo, 31 de agosto de 2008

Un ejercicio al aire libre

Nara Mansur Cao (La Habana, 1969) es poeta y dramaturga. Su primer poemario, Mañana es cuando estoy despierta, fue publicado en 2000 por la Editorial Letras Cubanas, la misma que en 2004 editó Un ejercicio al aire libre, donde la autora “...se desdobla ante el lector: por un lado, deviene personaje teatral y, por el otro, espectadora de sus actos (o tareas) cotidianos. No da explicaciones, se pregunta, se deshace, se recompone y dilata las situaciones dramáticas. Así, aun escudándose a ratos en la ironía y en la intertextualidad, no puede ocultar su deseo de pertenencia: a una casa, una ciudad, un país...”
De Un ejercicio al aire libre son estos dos poemas.

Tu leche de luna masculina

Mi boca se llena de óxido de no besar
las rodillas son como bisagras y suenan
por el agua muerta que bebo
por las reverencias de los corderos
que me denuncian al final de la fiesta.
Hay quienes cantan con la pureza de los infiernos.
Quiero estar a la altura de la pureza de los infiernos.
Quiero estar a la altura de la habitación que llevo
dentro de mí:
con vista a un jardín pequeño.
Tengo aliento de cuarto vacío
de cama marcada, hundida por un solo cuerpo
de soledad sonámbula soli loqueando
en un perchero de aluminio ninguneado.
Tengo olor a “confesión en el barrio chino”
a comadreja de oficina
a almuerzo de comedor obrero.
Quiero que vivas en mi casa
quiero una boda boba babeante
quiero ser la mujer sin rodillas, sin bisagras
la que nunca camina hacia atrás como el cangrejo
la que convierte las infidelidades en interruptores de luz
en aires acondicionados nocturnos.
Amo tus ojos porque reconozco el milagro
pero es más terrible el efecto de tus ojos vacíos
tus ojos muertos
tus ojos a través de los párpados cerrados.
Tanto cielo bajo tu párpado cerrado.

Del diario al dossier

Uno quiere tiempo y no sólo extractos de flores.
Uno quiere la soledad del paciente autobiografiado.
Uno quiere a una sola persona.
Uno quiere un camino, un destino
una, dos, tres, cuatro barbaridades juntas
separadas de la piel y de la mente.
Uno quiere decir basta.
Uno quiere concentración y tiene una dosis de veneno.
Uno imagina que todo pasará, que sólo es añoranza
divanes comunes.
Uno se tuerce un pie, se arranca una uña.
Uno deja pasar a los personajes célebres
en busca de una partícula de riesgo auténtico.
Uno quiere ser el mejor y el más completo.
Uno excusa los errores ajenos hasta con una incierta
dosis de placer.
Diariamente
sueña la muerte que más ama.
Uno quiere comprar algodón para la sangre futura
evitar el cansancio filial, las congestiones.
Uno imagina el tiempo, la belleza alejada aún.
Flores azules frente a mi puerta
silenciosamente limpias.
Uno quiere hacer un aparte
decir algo desde el deseo.
Uno quiere acumularse como sensación
solamente.

sábado, 23 de agosto de 2008

La sal de los espejos

René Hechavarría Lara nació en La Habana en 1971. La sal de los espejos, su primer libro, ganó el Premio Calendario y fue publicado en 1999 por Ediciones Abril.
El jurado que le otorgó la distinción, integrado por los poetas Reina María Rodríguez, Alberto Acosta-Pérez y César López, dejó constancia de su decisión en estos términos:
“La sal de los espejos: rostros marchitos por el olvido, heridas de amor, muecas de inconformidad y rebeldía; esa cara de nosotros mismos y el mundo que algunos prefieren callar es expresada por el poeta en versos que por su musicalidad nos recuerdan canciones; titulares de periódicos por el dominio de la síntesis y el tono informativo; o ingeniosos juegos de palabras por el retozo casi constante entre vocablos y conceptos.”
La ilustración de la portada es del también poeta Sigfredo Ariel.
Incluyo el poema que comienza el libro y el que lo cierra, en ese orden.
-
Venus metida en mi cama
sin brazos
alguien con un paraguas pronostica lluvias.
Alicia con su cabecita gacha
regresaba del agujero
bajo el brazo traía un montón de anuncios
país de maravillas.
Alguien con un periódico pronostica bajas
bolsa de valores
decididamente
la nuestra no era wall street
Tokio aquí no representaba nada.
Dibujo una ventana sobre la pared
la luz comienza a penetrar
lentamente
amanece en mi cuarto.
Venus sigue echada
sobre el blanco desorden de la cama
imagino un desayuno
lo terminamos sin palabras
mañana te acompaño a la galería
hablo sobre la marcha
Alicia me arrastra
alguien que come pronostica hambre
vigila de lejos
el agujero
bajo el brazo esconde un montón de anuncios
país de maravillas.
Abril, 1995

-

He ganado
recojo la sal de los espejos
antes temía
temía los empleos
temía las religiones
temía la noche y la inundación
negra
antes huía del atardecer
volcando al suelo
los caballos las reinas
zarpaba
barquitos de papel a la deriva
hacia cualquier amanecer
cualquier pedazo
pedazo de tierra pedazo de espacio
dejando atrás el diccionario
el infinito
cubriéndome de velas
de cabos
atando aquí allá
temiendo
el naufragio El Naufragio.
Hoy siento haber ganado
tirando la flecha
allí
donde nadie apunta
nadie el público
nadie los árbitros los comisarios
recojo la sal los cristales
en los espejos la huella
huella de todo cuanto temía
todo lo que temo
cuanto tenía
la huella la sal
al final he ganado
un miedo
una huella de sal
el espejo.
-

sábado, 16 de agosto de 2008

Aguas del desastre

Norberto Marrero Pírez (La Habana, 1966) terminó sus estudios de artes plásticas en San Alejandro en 1994. Un año después su primer libro de poesía, Los inmaculados pájaros del socorro, ganaba el Premio David. En el 2000 otra editorial habanera publicaba el poemario La dicha enferma.
Aguas del desastre, su tercer libro de poesía, apareció en 2004 (Editorial Letras Cubanas). Del mismo se señala, y con gran acierto, en la contraportada:
“Con una consecuente racionalidad al abordar hechos frecuentes o no, el autor nos comenta acerca de inquietudes existenciales, en ocasiones con un sabor amargo, donde la ironía siempre tendrá un lugar protagónico. El conocimiento, la acción, el desenlace de la palabra forman parte del convite, de los anatemas en los cuales participamos en esta lectura de reflexión y larga mirada. Su pulcritud en el lenguaje y la coherencia hacia la preocupación de determinados valores con rostros dispersos, o aparentemente enmascarados, hacen que su particular decir conforme una ética que trasciende la expresión común.”
De Aguas del desastre son estos dos textos:
VITRALES
He visto una piedra una isla, una casa
donde cada visitante deja orgulloso su cabeza.
Detrás de la ventana los ojos de un gato gravitan
los espejos reproducen la fatiga de un cínico.
Así miro como si desde mí la inercia del cuerpo
levantara una lápida.
Así duermo como si mi sombra otra sinuosidad
me comprendiese.
Puedo raspar el vino.
Puedo seguir acumulando espejos.
Puedo tenderme sobre la arena y absorber todo el sol
como acostumbran los brillosos.
Dos o tres palabras más y surge el vacío
el horizonte la cínica realidad.
PARADA
Pídele al viento una promesa. Todo el sol lo hemos vertido
inútilmente a los alcatraces. Pídele al viento un cofre
una fila de árboles condenados a beber en ti
lo que escondes entre las piernas.
No camino hacia ti porque creas que me hipnotizas con tus dedos
no te escucho más de lo que me permite tu lengua
bajo el bosque hay cientos de ojos millones de pulmones
y no por eso el gusano canta a la tierra
su más terrible verdad.
Abierto está el horizonte cerrado está el espacio
y lo que antes se esparcía sobre la tierra
la ceniza acumulada le impuso un destino
la primera muerte acaeció de noche
cuando todos cantaban a las estrellas
lo que diariamente sucede
y luego llevamos a la mesa.
-
La portada del libro ha sido ilustrada por el propio Marrero Pírez.

domingo, 10 de agosto de 2008

Mundo nuestro

La obra del poeta y narrador GHABRIEL PÉREZ (Holguín, 1968) ha sido reconocida en varias ocasiones no sólo en su ciudad natal, sino nacional e internacionalmente. Con el libro Mis amistades peligrosas obtuvo el Premio Nacional de poesía Adelaida del Mármol, 2007, y una Mención en el Primer Concurso de Poesía de la revista digital La Zorra y el Cuervo.
De ese libro es el poema que transcribo a seguir.
Poesía próxima, vital. Donde la humanidad apabullante de la experiencia que relata no deja espacio para dudas: poesía auténtica. Y como tal, provocadora. Reflejo fiel de un tiempo arduo. Circunstancial, dirán. Y lo es. Gracias a Dios este hombre tiene mundo: él es su mundo.
Leerlo puede cambiar notablemente esas fronteras.

REMEMBRANZA DE OTRA BELLE EPOQUE



Cuando León tenía el pelo largo
y yo escribía versos amorosos y místicos
o era el contrabandista…
cabeza rapada, preocupación de los soldados
que iban desde Alameda al Tibolí

Santiago era una isla
y nosotros volvíamos
sin habernos marchado
viajábamos en trenes lujuriosos
por pueblos musicales
como Alto Cedro,
Cueto y Marcané

Amanecer. Dormir. Pactar sólo con duendes,
búsqueda sospechosa de Libertad De Arriba. Intrigantes
maneras de preguntar por la muchacha-Estefanía
que iluminaba nuestras conversaciones,
y nunca apareció en esa ciudad
por más que procuráramos en tertulias y peñas. Para hallarla —copa en mano—
100 años después, catando el vino del error a la holguinera

Mirna decía "El canto de la cigarra" y Reinaldo
poemas para la novia y el país
en patios donde Heredia tuvo sus primeros gritos

Ibarra y Desquirón
llegaban —hora inglesa—
hasta La Isabelica

Chago, en otras alturas
leía versos borgianos
a razón de otra muchacha
loca como los pájaros
Cuando allí ya no estaban
otros colegas locos de remate
adoradores de ese tiempo-ciudad
bohemia-convertida-en-otra-isla
salvándonos del éxodo más largo…
Porque un Muro cayó
lejos del mundo nuestro
(no a partes iguales se repartió la suerte
y nos vimos añorando los días
que no llegaron nunca)
y fuimos los pedazos herejes de la tierra
y los trenes cambiaron sus horarios
y perdimos las manzanas del Este
y no volví a decir las letanías
de un balcón franciscano
a quien cambió sus verjas coloniales
por rejas de prisión
y desde entonces faltan en la mesa
el jengibre, las tizanas de albahaca o san romans
y el abrazo que salva
de un temblor fulminante
en la escala de Richter
Cuando ya casi todos hemos muerto,
algunos de pena, otros de tiempo, otros de rabia,
la ciudad sigue siendo Altar inamissibilis
en la Basílica Nuestra Señora de la Caridad del Cobre. Piedra
elevada a la altura de los vientos,
ternura de unas cuerdas
rasgueadas al amparo del folclor

Santiago sigue siendo
indefectiblemente
una isla una roca
colocada por Dios en el centro del pecho.

domingo, 29 de junio de 2008

Otras piedras talladas en silencio

Rigoberto Rodríguez Entenza (Sancti Spíritus, 1963), estudió teatro, periodismo, literatura. Su obra poética ha sido premiada en varias ocasiones e incluida en numerosas antologías. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía Último día del naufragio y Otras piedras talladas en silencio, merecedor este último de una mención en el Premio Julián del Casal de la UNEAC.

La crítica se ha detenido en este cuaderno. De él, escribió Rogelio Riverón: “Un lector con algunos prejuicios —un crítico también lo es, qué duda cabe— observará la manera en que Rigoberto Rodríguez Entenza se aproxima a ciertas frases frívolas, pero advertirá con arduo alivio lo bien que su poesía sortea la frivolidad. En eso y en la duda que pulsa sus mejores poemas es posible palpar una forma, un estilo y una soltura. Sabemos que no va a rehuir el énfasis, pero a pocos pasos nos ofrece también una contradicción. Como es de esperar, prefiero la contradicción, y, también a intervalos, lo aplaudo.”

Raúl Flores Iriarte lo hizo en estos términos: “La palabra como muro de concreto, como dique de contención. Poemas sólidos como piedras. Piedras que podrían ser a su vez menudas como arenisca de río. Arenisca sólida y permeable. Intercambiable y moldeable. Palabras como castillos de arena, construidos a la orilla de una playa donde un niño juega solitario.”

Estas tres piedras que dejo aquí a consideración del lector sólo pueden haber sido talladas en silencio: tal es el alcance de su perfección, de su hermosura. Espero, no obstante, que hablen sin pudor.

CÍRCULO

A Manuel González de los Ríos

El prisionero, a través de una diminuta ventanilla enrejada
ha mirado la luna. O seamos precisos: el prisionero
a través de una diminuta ventanilla enrejada
ha mirado un diminuto lago y allí la imagen de la luna.
Como de un sueño, bajo una luz fina pero intensa
sus ojos entraron y salieron. Luego deshizo una postal.
Es falsa, le había dicho el otro inquilino de la celda.
Somos vigías del olvido, solo eso es cierto esta vez.
Al amanecer un guardia repite cierta parábola.
La escuché anoche, dice y explica el sueño.
Después salen a tomar sol y un hombre, trazando
una parábola cruza el aire azul. Si entramos en la historia
y creemos en su profundidad seríamos ese hombre.
La aventura consiste en detenerse y no mover ni un dedo
ni decir una pregunta. Estoy en un hueco del mundo
ante mí mismo. Tropiezo conmigo. Soy el caos
de mi boca y el silencio que le brota. Las puertas no se abren
ante mí ni yo me abro ante el ruido antiguo de la gota de agua.

POZOS

El pie dilecto se adscribe a la tierra.
Patina y suda su certeza.
Su ojo mitad pérdida, mitad sueño
insinúa la levitación.
No hay pasos ni palabras
sino juego y jadeo.
La luz reforma el borde rígido
y cada gota augura los pozos predichos.
A lo lejos se ve el color de un clavel en la boca de los lidiantes.
El que está solo avanza contra lo inextricable.
El escamoteo es su corona.
El clavel está mordido.
Su cero le niega la suerte de los posibles caminos.
Bajo el caos todos los reyes son blancos.
Si el hombre va hacia afuera se desdice.
No es la sílaba que roza la veracidad
y su mano.
El clavel es mi herida.
La mañana está abierta.
Desde allí puedo ver sus alas.
¿A quien dicen adiós?

DÍA DE FERIA

Me he sentado en medio del mundo
para escuchar el magnífico gong de los abismos.
Muevo mis horas y mi jardín de muñecos.
Escucho el hálito de una mujer.
Es hermosa como aquellos domingos
cuajados de secretos y sorbos de vino.
He guardado esas palabras en una metáfora imposible.
La hoja del árbol entra en mis manos
desde el instante más íntimo y salvaje.
Cada regreso entra en la luz
y juega con los fantasmas del futuro.
En mi cuerpo suena el aliento
del pan, de las frutas, del olvido
que el vino trae hasta la casa de los hombres.
Nos calma la voz apresurada diciendo
tus ojos son dos piedras de silencio.
Cuídate del pez que no se mueve en el agua.
Cuídate de las palabras inocentes.
El silencio vuelve a sus pozos
a sus abismos, a sus viajes
al día hermoso que podrá ser.
La soledad se abre en la espesa tarde
y el gong toca las orillas.
Puedes ver sus caras lisas
puedes ver los sueños ya sin puertas.
Pero no lo repitas nunca.
Intenta desconocer ese momento
y vuelve a la primera línea.

sábado, 5 de abril de 2008

Por la emoción



Alfredo Zaldívar (Holguín, 1956) tiene una muy amplia y no menos reconocida obra como poeta y como editor. Su nombre está indisolublemente vinculado a Ediciones Vigía, editorial artesanal fundada por él mismo a inicios de los 80 en Matanzas, ciudad en la que vive desde muy joven.

Ha publicado, entre otros, los volúmenes de poesía La tristeza, el hombre y la esperanza (Ediciones de la ciudad, 1985), Concilio de las aguas, (Ediciones Matanzas, 1989), Con el cuidado del que pisa en falso (Ediciones Vigía, 1993) y Contra la emoción (Ediciones Holguín), libro con el que recibió el Premio Adelaida del Mármol en 2004.

Según da cuenta Norge Céspedez en su blog Literatura en Matanzas, el editor de este último volumen, el poeta holguinero Michael H. Miranda, ha destacado en el mismo "sus juegos verbales, sus variantes de estilo, sus voces en registros tan plurales como coros polifónicos, la nitidez de su palabra repensada, la definitivamente diáfana estructura de estos poemas".

Esto, y mucho más, estoy seguro, encontrarán los lectores en los tres poemas de Contra la emoción que reproduzco aquí.

CONTRA LA EMOCIÓN


He pecado, Señor.
Esta mañana recité una alabanza en los oídos de mi joven amante.
Llegué a rimar diez octosílabos
más de diez veces creo.
Lo hice con vehemencia.
El sonsonete de un antiguo italiano me llevó hasta un soneto.
Intenté disuadirlo
mas salían en versos blancos
tan líricos
que decidí parar.

Y heme aquí, Señor mío,
atormentado.
No fui capaz de contenerme
y escribí un encendido elogio del paisaje
me arrobé ante los últimos reductos de la tarde
y lo peor
lo hice ante una ventana.

Este acto, Señor,
se ha repetido varias veces.

En las noches percibo el olor de un jazmín
y he corrido hacia él
lo he descrito con fruición.
Yo, bajo las estrellas del jazmín
espero que amanezca,
canto feliz de haber nacido
y al goce de los albos atributos del día
he compuesto mis salmos.
Salmos, Señor, he dicho.

A veces me he hecho acompañar de amigos
en estas deleitosas correrías.
Les he señalado los encantos del río que fluye hacia la mar
y he visto en sus miradas aguas enternecidas.
Los he inducido a la consternación.
Yo, Señor, lo confieso.

He usado en mis poemas las palabras
sublime, ensoñación, nostalgia, isla,
añoranza, criatura, pez, blanquísima…
Señor, el verbo amar
ha aparecido en todas sus conjugaciones,
en todos sus sinónimos.
A la vuelta, en el bosque, encontré un cervatillo moribundo.
Y he llorado por él y por mí
y por todo.

He llorado, Señor,
Hoy he dispuesto mi arrepentimiento.
Debo autoflagelarme.

OTRA PARÁBOLA

No sabe si el instante en que sus manos
entraron en sus manos
sobre su pecho
fue verdad.
No sabe si el instante en que su boca
fue su boca
sucedió.
Sabe que perderá los ojos
cuando vuelva a entreabrirlos.
Sabe que cuando abra sus manos
no estarán en sus manos.
Pero no sabe si cambiará la historia
ni si tendrá palabras.

Las tormentas a veces
llegan sin anunciarse.
Las tormentas se anuncian
y quizás nunca lleguen.

Todo camino es una ingenuidad.
Todo pronóstico es sólo otra parábola.

UTOPÍAS

Idealicé la carpa que me dieron
la mano que acarició con vehemencia mi piel
la palabra cedida
y el roce prometido.

No tuve en cuenta la fragilidad
del ciervo moribundo
que duerme entre dos bestias
las escasas palomas que vuelan
cuando encienden sus luces.

No vi los laberintos que rodean la carpa
el miedo a consentir la pasión por el miedo.

Huía con tanta exactitud
que sólo mi obsesión por la deshora
pudo ignorar las fugas.

Las escasas palomas escapaban
del pecho de las bestias
el ciervo moribundo también logró escurrirse.
Mi carpa era tan ancha
que acogería el vuelo de esas pocas palomas
lo multiplicaría.

Mi pecho escudaría al ciervo moribundo
y curaría su herida.

Pero la carpa estaba consagrada al fuego
y mi pecho era nimio.

Soy el asilo de toda esa ceniza.

jueves, 31 de enero de 2008

Bien acompañado

Yannier Orestes Hechavarría Palao (Báguano, Holguín, 1981), a juzgar por Sombras del solo, es poeta de nacimiento. De este, su primer libro, publicado hace apenas dos años, escribió su editor, el también poeta Michael H. Miranda: "He aquí un joven poeta rasgando sus vestiduras, asiéndose a una frágil rama para escapar del vértigo. Distante de los colores urbanos que inundan rabiosamente la poesía cubana contemporánea, quizá se sepa dueño ya de un sitio en la senda ascensional hacia aquellos lezamianos cotos de mayor realeza. Celebremos su irrupción."
Yo lo he celebrado a mi manera. La prueba es la publicación de este texto, que más que último no debe ser sino el comienzo de un aplauso mayor.
EPÍLOGO
Los hombres de piel tostada cargan baldes de agua. Líquido traficado, obtenido por las impurezas de los mismos hombres. Ellos se alejan con sus cubos brillantes. El sol se proyecta sobre las láminas de aluminio. A lo lejos, aquellas luces parecían Dios.

Dios pudiera ser cualquier detalle trivial. Sombras vivientes derraman agua, manchas que se proyectan en el asfalto, manchas dignas de ser expuestas. Lágrimas secas, explanada infértil, gotas que se absorben con una facilidad alucinante.

Hombres que ríen, hombres fuertes, débiles, sudorosos. Llevan años esperando la lluvia. Cuando pequeño me comentaban los privilegios de la lluvia. Todavía espero esa bendición. Mientras tanto las manadas se alejan.

En sus hombros cargan el peso del agua. Unen sus manos y dan de tomar a sus niños. Qué acto tan humano ese dar de tomar en el hueco de la mano. Hacen un descanso. Refrescan del sol implacable, mojan sus camisetas, sus rostros, se echan agua en la cabeza, piensan que de esa manera florecerán los sueños.

Los negros se visten de blanco. Añoran aclararlo todo. Los jóvenes se alejan llevando pantalones y pullóveres negros. Bailan músicas fuertes. Se ponen collares, argollas, se tatúan. Conocen el camino, los vericuetos del sexo. Conocen los deleites de lo ilegal. Otros grupos miran a través de la pared de vidrio. Línea divisoria, reino de abundancia y olores agradables.

Qué triste es soñar, qué triste obtener algunos artículos. Veintiocho pesos golpeándote. Hombres que se alejan. Dejan sus manchas efímeras, gotas de agua penetrando, pies descalzos, risas, niños que lloran. Aguas encerradas en un cilindro metálico. Aguas profundas, aguas tristes, aguas, aguas, aguas... Siempre agua.

Las ilustraciones son del propio poeta.

martes, 15 de enero de 2008

Postales desde Holguín


Estos son datos fríos: Michael H. Miranda (Cueto, Holguín, 1974), poeta, periodista y editor, es Licenciado en Comunicación Social por la Universidad de Oriente. Coordina en Cuba la revista literaria Bifronte. Tiene publicados los poemarios Viejas mentiras de otra clase (Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2001), Las invenciones del dolor (Colección Premio de Ediciones Holguín, Holguín, 2002) y en óleos de james ensor (Colección Calendario, Casa Editora Abril, La Habana, 2003).

Incluyo aquí tres poemas de un libro aún inédito, Posguerras. Pequeña pero convincente muestra de una obra de asombrosa vitalidad, más allá de convenciones formales, o con las suyas propias. Textos donde una sucesión avasalladora de imágenes narra, describe, define, punza y acaso sea capaz de matar desde las cuerdas cada vez más tensas de la emoción.
Exactamente eso, emoción. ¡Vaya palabra! Olvidada, necesaria, y gracias a este buen hombre, nada fría palabra.


america under attack
y esto que cae cuando uno mis manos es la ceniza de los expulsados la bilis de dios toda la ceniza humana en milenios de dulzura y terror

esto es el pánico y sus bestias que regresan

o la inmundicia hotelera descrita por leon uris aquel que vio a su madre atada por los pies a una cama de hospital

esto es la ceniza desbordada creciendo como ríos desflorados ladera abajo en las montañas de acero cristal anegando el ayer de media humanidad que celebra y canta sus victorias de oropel

esto es el avión copulando el gato macho que aprendió a volar el señor de negro llorando la carga de su propia estupidez el maniqueo feliz que sonríe las banderitas verdeazules en los hipódromos de la muerte


america under attack
decía mi pantalla que a su vez contenía las otras pantallas del devenir

bebíamos antes de oír un rasgueo familiar los riffs del hambre allá a la sombra como putas en desfile

esto es un día no más que un día para llorar los muertos

lloremos nuestros muertos que ahora mismo están cayendo están en el aire
están cayendo
están en el aire.

-

no hay nada en el mundo llamado hombre o mujer. hemos buscado hasta la desesperación algo más allá de nosotros mismos. nos queda el silencio. nos queda la soledad como una espada de cobre que se multiplica.

no hay nada a qué llamar invierno. está sonando el teléfono. estamos soñando los buenos augurios.

nada hay después del cuerpo y sus miserias. no es esto una mano. mano sin líneas de futuro es mano muerta. es cuerpo a trozos. incompleto.

¿cómo suena la voz de los muertos?

¿cómo suena mi voz?

arrasaron la ciudad. quemaron los bosques. vendieron sus playas. dormíamos. echamos a correr. semidesnudos. esperanzados.

no hay nada más allá del silencio. vastedad del día después. podemos oír el suave picotear del pájaro bajo la enredadera.

nadie nos devuelve la mirada desde las fotografías. nadie vendrá a cobrar su parte. a compartir nuestra suerte de serenos habitantes de las ruinas.

es que somos las ruinas. tenemos sitio en el triste espectáculo del horror.

-

desde dublín amaia rubio envía postales libros botellas de bourbon figuras en papel que desdibujan sangran pero aduanas no cede no entiende de cercos

llegan postales con mi nombre a rayas

todo cuanto escribo hunde
todo lo que niego estalla como conchas
como latas de azufre que voy reponiendo de otras ferias

cómo hago para no sentarme a escribir materias sino posar para estas fotos
confusión y estío
confusión y hastío
pero siempre confusión

las postales de dublín se llamará la novela de su vida pero mejor es vagar por surcos por jirones de piel por huellas de ociosos y semejantes a náufragos abrir una vena hacia el océano como si flotaran mensajes o de una tabla húmeda brotaran volvieran los muertos que tragó el noventicuatro los lanzallamas orfebres de relojerías

aquellos graffittis sobre el agua decían no y levedades
nada para trascender / nada para que trasciendas

cuán sabio el mar de irlanda la montaña rusa esos montes bajo funiculares pero la sed subiendo el traje a rayas cables como respiraderos tubos la canción de jobim caligrafía panero yo no lo esperaba

yo no esperaba el trago amargo de un reverso de postal

herida de españa yo me invento río de sombra marginados
pura música
aire impuro.

viernes, 11 de enero de 2008

Poesía fiel


Jorge Labañino Legrá (Baracoa, Guantánamo, 1970), cuya obra ha merecido ya reconocimientos nacionales, ha publicado dos poemarios: Oración del que traicionan (2003) y Rumor de Higuera (2005). Desde Baire, donde reside y es miembro activo, junto a Eduard Encina, entre otros, del Grupo Literario "Café Bonaparte", me han llegado estos textos. Poesía pura, altamente gráfica; fiel a ella misma: puesto el hilo del discurso en su lugar, el segundo, la palabra y sus insospechados laberintos irrumpe. Más de una vez herida, es verdad, pero aún así protagonista. Como el hombre fiel que la ha engendrado, esta es poesía capaz de cualquier cosa.
RODEADO IN SITU

Creo en la muerte
su puerta extensísima.
Rodeado como estoy
donde duele eso que bordea
discurro en la amenaza.
Que nadie desconozca el labio con que resisto
a fin de esquivar las palabras
escapar de las apariencias hacia el peso propio.
Se abre la puerta
voces hacen un cuenco bajo mis pies.
Rodeado como estoy
el cuerpo es un arco
y algo he de tirar
que no sea la sustancia en que soy.
CATEQUISMO

Ya sé escapar con las yerbas
sé enmudecer el ajenjo.
Uno dice caer y redunda
en algo definitivo y altruista
se redime en amuletos
en cartas de corsos.
Sé blandir el matorral
la luminosidad de los desertores.
Experimentado en indultos celestes
invoco lo no perceptible
–cordón al cuello relativar-.
Voy tras nuevas cartas
nuevas paredes escritas.
Uno dice y no entiende la propia extensión.
REVERENCIA

Sueno fiel como un busto
condenado a preceder las formas
contornos persuasivos redundan por doquier.
Sueno insular
distante en el miedo y el vacío que no se nombra.
Cada silencio me deshabita hacia la ruptura o el signo
asciende sobre la paz de los términos inmanentes
cae al agua a su maldición.
Puedo pensar los estados
los cursos que se exponen y que se prestan a definir.
Pero me niego suspicaz
uno mi brazo al tumulto
me mantengo así
inmóvil
como un busto condenado a preceder las formas.
historia vs. HISTORIA

Sigilosa mi mujer recoge los paños telas turbias que también ondean y que también.
Bello ese cable estirado que tiembla como una criatura que despojan o se hunde con el peso de los paños ya lavados ya secos
y sin embargo turbios
porque han sobrepasado su tiempo y su función y mi mujer mira a las nubes en su rabia las presiente capaces de cualquier cosa.
 
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