sábado, 20 de octubre de 2007

Balada del pájaro que llora

El poeta y narrador Luis Yuseff (Holguín, 1975) ha publicado El traidor a las palomas (2002), Vals de los cuerpos cortados (Premio de la Ciudad, 2003), ambos por Ediciones Holguín, Yo me llamaba Antonio Broccardo (Premio Alcorta; Ediciones Almargen, 2004), Esquema de la impura rosa (Premio América Bobia; Ediciones Vigía, 2004), Golpear las ventanas (Premio Pinos Nuevos; Editorial Letras Cubanas, 2004), Salón de última espera (Premio Calendario, 2005; Casa Editora Abril, 2007) y Oración para pedir la rosa de nadie (Editorial Cuadernos Papiro, 2007). Su obra, además, aparece en varias publicaciones periódicas y antologías cubanas y extranjeras.

La poeta Gleyvis Coro Montanet escribía recientemente: "Salón de última espera permite que el lector se reconozca a medida que el texto reconoce al lector dentro de sí mismo y le ofrece la tentadora oportunidad de perderse bajo la fabulosa constelación de un puñado de símbolos —la rosa, el Devorador, el miedo al miedo—, con poemas como estacas que no perdonan a nadie, y no le temen a la exactitud, ni a la inexactitud, ni al desparpajo, ni a la elegancia; poemas con la terrible belleza de El violín o con la mentida serenidad de Las voces que murmuran: “Virginia Woolf, también yo soy como el pez que salta sobre las rocas…” Belleza pura y dura es el resumen de estas páginas. Y no hay que hablar más cuando no se engaña, cuando lo que resta es el silencio compañero de la lectura asombrada, y la gratitud hacia el poeta."

La también poeta Damaris Calderón se expresó en estos términos después de leer Salón de última espera: "Tu libro [...] No sólo es muy bueno, es bellísimo. Sobrecoge cómo escribiendo desde lo terrible, sobre cosas tan terribles, está escrito a un tiempo con una delicadeza suma; es como el tallo de esa rosa de todos (de nadie), arrasada y que siempre renace, desde cualquier lugar, hasta de los fríos salones de espera de un aeropuerto. Hay muchos poemas que me gustan, que me parecen espléndidos, pero lo que más me llama la atención es ese registro: desgarro y delicadeza a un tiempo. Las voces y Navidad feliz navidad, son piedras de toque, a mi juicio."

V (Fragmento de Las voces)

Virginia Woolf, también yo soy como el pez que salta sobre la roca y en su esfuerzo por regresar a las aguas, cada salto es un nuevo muro que lo separa de la salvación.
También yo escucho voces que me dictan con paciencia un camino irrestañable.
Cada voz a mis espaldas es el espacio en blanco que voy dejando sobre el papel donde escribo.
Cada voz es una canción de invierno y de verano y de otoño, entonada a mis oídos con la esperanza de transformarme en una bestia que acepta la palabra sin rostro, mientras se aleja, inevitablemente, de los días sin nombre de la libertad.


Balada del pájaro que llora

esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues

Alejandra Pizarnik

por esta vez el pájaro se ha vuelto jaula, se ha volado las sienes palpitantes y se ha ido donde el aire castiga su ser.
este pájaro llora, no sabe cómo hacer música con las alas convertidas en hierro de prisiones, no sabe, llora, sobre la tierra deja caer el miedo incandescente, envaina tormentas que baten contra el oleaje de su pecho, redobla minúsculas campanas mientras echa cerrojos a las puertas a la sangre a las ventanas múltiples y estáticas.
cada jaula es un pájaro que llora, soledad con alas, resonancia de metales y tristezas de jueves santos, diana de los fuegos de la sed y el fulgor.
señor, escucha, esta mujer es una jaula y la jaula es un pájaro y ese pájaro no sabe qué hacer con el miedo cuando una sombra pasea sus perros, y los perros comienzan a ladrarle al cielo a la tierra y el pájaro que llora se va se queda como quien se va alguna vez, afila los huesos con la lengua, trasmuta en hierro los gemidos, duro hierro de prisiones, máquina silenciosa de los puertos, hierro sobre el canto, en las alas del pájaro llorador, vestido con el resto de los fuegos del alba cuando se lleva la pólvora contra las sienes palpitantes con las manos trémulas, yéndose como si no se fuera alguna vez quedándose de espaldas a los cielos, caído sobre la tierra tibia con los peces de la sangre saltando en las costas violáceas, sin escucharme cuando grito alejandra alejandra.

sábado, 18 de agosto de 2007

¿Complacer o molestar?


Eduard Encina (Baire, 1973), cree que "lo importante no es lo que acontece fuera, sino lo que está dentro del hombre, el peso de las cosas buscando un lugar que las signifique." (1) Y cree, además, "en la inspiración, en la emoción de la escritura [...] en la conciencia de las formas y las estructuras." (2). Esos preceptos, la certeza de que "es difícil escribir desde los márgenes, donde no hay un entorno cultural propicio a grandes motivaciones" (1), y quién sabe cuántas heridas y esperanzas lo han llevado a una obra si no virgen, como él mismo reconoce, sin dudas lejos, muy lejos de la prostitución: una poesía tan "hermosa y terrible" como el tiempo que el poeta dice haber vivido, una poesía libre de "farándulas y contaminaciones".

Cuando leí los primeros textos de Encina, hace ahorita un año, le pregunté al poeta santiaguero Reynaldo García Blanco sobre el autor y me respondió así: "Es un ‘tronco de poeta’ que vive en Baire, donde tiene un grupo de poetas de armas tomar."

De ese grupo de poetas daré noticias en futuras ediciones. Por lo pronto, lean a Encina. Estoy casi seguro de que saldrán complacidos. Si les molesta, no será precisamente una ofensa para él. Pero léanlo. Digo, si están dispuestos a ir de sobresalto en sobresalto.


FREUDIANA

En la cama los demonios se enternecen y cada silueta se torna un gato dulce obsceno.

Mentira. Escribo porque me falto. Así la abulia no morderá mis piernas
lo mismo que mis palabras.

En la cama los demonios parecen bijiritas que aletean su olor en mi carne
pero son demonios pobrecitos seres de morir y matar.



VESPERAL

Suena la cerveza. La gente se amontona en su dolor y ríe. La casa es mentira si los perros pierden el olfato y ladran desahuciados hacia otra profundidad. Es la música que empuja. No entienden pero bailan. Corazón y almácigo para olvidar el silencio que no se desprende cuando uno mismo es el silencio. Suena. Desborda. La cerveza ayuda. Dios aparta su sangre para otra nube. La gente se amontona en su dolor y ríe.


6 PM
(de profundis)

Uno se detiene en el silencio rastrea hacia lo acumulable y el silencio tiene el cuello de cisne/ una palma tendida en la mano. De ahí que las palabras se nublen y el poema comience también a ser silencio o pérdida/ espacio habitable donde he visto la piedras por tirar/ la angustia todavía insospechada que el poema sabe desde su profundidad. Uno se detiene pero el silencio se extiende/ ciega/ contamina.


ESPUMAS

En mi barrio no hay agua ni mujeres de Rubens. Muchachitas de Tahití con vara y dos cubos para el equilibrio. A pesar de su enjambre son hermosas. A veces cantan al paso de los trenes que se llevan el paisaje a trozos. Nadie les dice adiós pero recuestan el rostro en los rieles para sentir que algo se pierde. Ellas no han visto el mar ni la espuma creciente de un hotel. Son las muchachitas de Gauguin a orillas del Contramaestre soñando con Heráclito y ungüentos de sábila. En mi barrio hay un tubo roto y una columna de cerveza para el equilibrio.


LA SÉPTIMA TROMPETA

Pienso en la conga de los hoyos negro contra negro corneta china pitando cuchillos y el hambre al sol para que el mal se seque. Pienso en el arca al cielo abierto por donde viene dios a colocar el fuego frente a la casa de velásquez y los cueros no dejan oír las olas del mar allá abajo en la alameda. Pienso en los veinticuatro ancianos de piedra que hay en la plaza dolores en la ira que vendrá nietzsche si dios se muere en las negras si detienen sus caderas. Pienso en la noche en el ángel de la catedral con un ala falsa en mi perro en mi poema.



Las obras que ilustran esta página son del propio Eduard Encina.

domingo, 15 de julio de 2007

Razones del que aguarda


Gleyvis Coro Montanet (Pinar del Río, 1974), ha publicado ya cuatro poemarios. El último, Aguardando al guardabosque (2006), es, según ella misma, “un cuaderno con una calma tremenda y una rebeldía juguetona y astuta, donde lo uno lleva a lo otro, aunque parezca contradictorio. Es un texto en el que dije todo lo que quise sobre lo femenino y lo erótico y si decirlo todo en poesía es difícil —porque te sometes a los códigos de la sonoridad y a la tentación de embarrar de belleza la frase exacta—, contar los problemas universales, históricos e íntimos de la mujer, desde la calma, es un ejercicio de madurez social, espiritual y creativo. Por eso me complace tanto este librito que defiende mi condición de mujer”.
Poesía limpia la de Coro Montanet. Irónica en la medida cierta. Provocadora siempre.

La forma del tiempo
Todas las tardes, a las siete,
hago que hablo con mi marido.
Hago que le comento cualquier cosa o le pregunto.
Imito con los labios temas
de conversación de las parejas.
Pronuncio frases de amor y me convenzo
de que además de relación hago ejercicios
que fortalecen los músculos de la cara y me acercan
a la grata letanía del matrimonio.
De modo que la cosa espiritual también funciona.
Y mi marido sonríe cuando me escucha,
aunque no dice nada. Debe ser por mí
que sonríe mientras lee la prensa.
Ante noticias cada vez peores
habría que ser malvado o irónico para sonreír
y mi marido no da muestras
de ninguna de estas dos condiciones.
Tampoco me dice nada cuando me ve desnuda,
aunque piense lo peor no me lo dice.
Esto me ayuda a suponer que me ama.

Donde explico mi brusca transición de un marido a otro

Mi futuro esposo y mi madre se parecen.
Lo lógico sería que mi futuro esposo fuera como mi padre.
Fue así con mi primer esposo,
pero no tuvimos éxito.
A mi futuro esposo lo elegí porque nunca me pedirá
que yo sea como mi madre.
A mi primer esposo lo rechacé
porque quería que yo fuera mi madre.
A mi padre no le gusta el blando tono de voz
de mi futuro esposo y obliga a mi madre a decir:
a mí tampoco me gusta.
En realidad mi madre no le da importancia
a los tonos de voz de la gente;
si pudiera pedir algo pediría
un abrazo de cualquiera.
A mi padre no le preocupa
la necesidad de abrazos de mi madre.


Amos míos son todos los hombres

Amos míos son todos los hombres,
pero más aquel para quien no existe
verso que junte, ni de forma intermitente,
lo real con su idea.
Lo juro por la válvula
de mi olla de hacer mejunjes:
a mi ver son todos excepcionales,
pero ninguno es tan mi amo
como el que conoce que asociar el vuelo
de la palabra mariposa
con la mariposa verdadera,
aún no es poesía.


Paraísos artificiales o donde digo
la literatura no lo es todo


Me aterran el hachís, la cocaína,
el humo del café con sueño adjunto,
el párrafo, la coma y luego el punto,
Lorca, Borges y Proust, la disciplina,
de esconder levemente el lado flaco
en la máscara burda y necesaria
de una suerte o pandilla literaria
que nombra lo anormal paradisiaco.

Pues temo que estas páginas filosas
me pongan vieja sin haber vivido
la suave infinitud de las esposas
y así, del libro al librium, sin libido,
enajenarme con decir tres cosas,
que a fin de cuentas, borrará el olvido.

domingo, 1 de julio de 2007

Memorias de la fiesta

Gastón Álvaro (Bayamo, 1939), ha publicado, entre otros, los poemarios Montaje de universos (Ego Group Inc., Miami, Florida, 2005), El diablo vencido (Distal USA Inc., Aventura, Florida, 2004), El acróbata desnudo (2000) y Texturas (1997), ambos editados por Versal Editorial Group, Inc., (Andover, Massachussets).
Las palabras que introducen Texturas, (finalista del Premio Vellocino de Oro, Boston, 1997), son extraordinariamente fieles al mundo del poeta. Las reproduzco casi íntegramente aquí:
“Vamos a tocar la piel del mundo en estos poemas que navegan, centrífugos, hacia un punto no visible —mas soñado— del horizonte: metáforas de pincelada fuerte y trazo certero, imágenes claroscuras, epítetos surrealistas, alegorías barrocas y una amalgama de coloridas y táctiles sensualidades que van dando a estas Texturas una dimensión pictóricamente poética y mágicamente multiforme [...] Un poemario indócil, de vibrante voz.”
Estos brevísimos, intensos poemas son de ese libro-fiesta-sin-fin-de-la-palabra.
ASOMBRO
Estoy en la casa
de la que tengo llave,
a la que siempre llevan
senderos rumbosos.
De pronto en otra casa;
imagen sin aviso.
Todo dentro, de pronto.

PIE DE PÁGINA

Ese ojo neto
traspasa elipses
y culmina
luz.
Lo que enajena
le otorga imperio,
colorido viaje.
Y miran más, orfebre de pares,
y el de atrás de la yunta
que pule otra manera
dentro del ebanista.

EPÍLOGO
Primero la oquedad.
Al romperse el espejo, veloz
huyó la imagen.
Después la luz,
¡todo se disolvía
en ciega
masa densa!
Mas éstas son memorias
de lo que allí
se borra.

La fotografía de la cubierta es del artista cubano Juan Carlos Alom.

sábado, 16 de junio de 2007

¿Finalmente nadie?

Foto: Guillermo Aldaya
Kiuder Yero Torres (Santiago de Cuba, 1977), es ingeniero mecánico. Su obra, en plena formación, ya ha sido reconocida y publicada (incluso internacionalmente) en más de una oportunidad. Holguinero de corazón (léase de dudas, de angustias, de reafirmaciones,...), no es exactamente Nadie. Según él, y esto tendremos que admitirlo, está ‘a salvo de la palabra no dicha’; las que dijo, no obstante, forman ‘una isla llena de horizontes’, un laberinto que ojalá sientan ustedes, como yo, deseos de recorrer. Algo que, en mi opinión, y por respeto a dioses desesperanzados y ángeles de carnaval, y otras piedras con que se tropieza irremediablemente en el trayecto, tiene que hacerse, como mínimo, descalzo.

FINALMENTE

Estoy a salvo
mirando como se hunden los recuerdos
el mástil exánime de la inocencia
en el silencio absurdamente silencio
hasta la mudez el pánico hasta la locura
excomulgando las cavilaciones
sin poder encender un cigarrillo
y sufrir estas hojas desiertas de asombros
donde la noche espera
para suicidarse en este borde del mundo.

Lleno de dudas y reafirmaciones
estoy a salvo de la palabra no dicha
donde la conciencia espera
donde todos y todo espera
a que finalmente abra mis alas
y salga de esta hoja de laberinto y muerte
en dirección al sol como un hilo de sangre
inalterable.

NADIE

sobrevive después de tantas horas
en la cubierta de la noche.

Nadie es perseguido por las culpas
por los viejos fantasmas
que vuelven con las estaciones. Quizás
debamos construir un puente
hasta la incoherencia
y olvidar las agonías del pasado
y olvidar las luces del pasado.
Ya nada importa en esta hosquedad
con más de una vida asomándose al encierro
a los acantilados de una isla llena de horizontes
a las penumbras de la tarde
a los símbolos de un dios sin esperanzas
a la conformidad trazando ciudades posibles
y las angustias mismas de un tango
de un ángel vestido de transeúnte
cuando Nadie cruza por estas calles
de hoy.


sábado, 28 de abril de 2007

Poeta en el restaurant

Francisco (Paco, Paquito) Mir (Banes, 1953 - Nueva Gerona, 1998), era uno de esos seres para quienes entre poesía y experiencia vital no hay límites palpables. El buen humor y el entusiasmo proverbial que lo caracterizaban quedaron bien plasmados en la poesía que pudo hacer y publicó: Proyecto de olvido y esperanza, 50 págs., 1981; Las hojas clínicas, 47 págs., 1985; Espacio habitable, 12 págs., 1990; Pianista en el restaurant, 120 págs., 1990.

De este último volumen, ha dicho su editor, Luis Marré:

Pianista en el restaurant, sin soslayar la delicadeza intimista de Las hojas clínicas, nos muestra una apertura hacia temas más impersonales pero tocados siempre de un peculiar —personalísimo— lirismo.”

Estos breves poemas pertenecen a dicho poemario.

OXÍGENO

Tengo el conflicto del pez
que grita una burbuja en su garganta.
No iré a tu boca
mi sitio es la nube que te esconde.

DIALÉCTICA

Me he acostumbrado al blanco
a las sábanas sin ti.
Conozco la miel que resbala
en los límites de la esperanza.
He visto a las hormigas regresar desesperadas
sin sus cargas preciosas
y a los gatos padecer la soledad de los techos.
Viví en el polvo
de allí vengo estropeado por tanto silencio
respiro a pesar de todo
y pronto estrenaré zapatos nuevos.

AVES

Imagínese todo el viento atestado de aves.
Imagínese que usted no cabe parado
ni dentro, ni fuera de la casa
y que un multitudinario aleteo lo aplasta y
aprisiona.
Imagínese que dando vueltas alrededor de la
tierra
no existe órbita, ni atmósfera sino aves
que no existen sonidos sino el chasquido de
picos contra picos.
Imagínese que se abra un hueco, intransitable
por el que sólo pasarán entre todos los hombres
aquellos que sean músculos capaces de la luz.
Imagínese que usted no quepa por ese hueco.

NUEVO TESTAMENTO

Ni un minuto a mi final
viviré porque voy en los árboles y el agua
las flores blancas.
Encontraré a Rimbaud en la profundidad de
una piedra pequeña
cerca del mar, en mi país.
Seguiré tomándole tragos a la botella donde se
hundieron tantas
ideas
y habrá quien me vea cruzar las tres de la
tarde.
Ni un minuto a mi final
que no me aplaudan
quedaré sobre los lirios nombrándolos a todos.

sábado, 31 de marzo de 2007

En nombre de muchos


Leí esta frase en un artículo publicado en Cubista Magazine: "Estamos desperdigados como granos enfermos; granos secos que se han separado fermentados del conjunto."

Leo en la contraportada del libro que nos ocupa:

“Eugenio Rodríguez nos propone, en el nombre de alguien, una poética donde se indaga por la esencia del hombre, donde duele esa persistencia de vivir, sólo por roer, donde el poeta siente que él mismo se engendró en un acto que no tiene ni siquiera el consuelo de ignorar. Leer estos textos marcados por la búsqueda es una forma de constatar, otra vez, que nadie es inocente.”

Eugenio Rodríguez nació en la capital cubana en 1967. Es Licenciado en Lengua y Literatura Francesas por la Universidad de La Habana. En el nombre de alguien mereció el Premio David 1995. El jurado estuvo integrado por Ángel Escobar, Carlos Augusto Alfonso y Reina María Rodríguez, la autora de la frase citada.

En el nombre de alguien comienza con este texto sobrecogedor:

Antes que el cielo han ensombrecido las aguas, los
añicos y la muchedumbre. Sobre el asfalto, las páginas
de un periódico se arremolinan sin que se advierta
cómo se volvió púrpura el presente. Desde aquellos
edificios han visto caer el día igual que yo: quién sabe
dónde. Pero a las cosas nos une algo más que la
mirada, cuando cae la noche y no sabemos si es cara o
cruz. Dejé de ser la imagen, el rehabilitado que abre-y-
cierra la boca bajo palabra por temor a la quemadura, al
salitre que nos hace rogativos junto al árbol.

Muy pronto el momento es uno por la ventana y los
que extienden sus brazos, muchos frente a ella. En
cambio, tú dudarás acerca de mí. Qué palabra mía te
hará sentir las voces con el mismo órgano que las
escuchas, si un lugar en la mesa donde poner los
codos obliga a encontrar de nuevo escarcha en el
fondo de los vasos,
esos que se beben
tan parecidos al declive.

Aquí oyen los gones del tiempo
en una dirección que seca los labios
Qué ha sido de nosotros en estos confines
hechos para lastimar los sesos y la hierba
qué del pasillo hacia lo vulnerable
que dejan las sospechas en el hombre

Por más que uno se quede
la palabra “adiós”
está en la palma de la mano
Desde ángulos distintos
el mismo objetivo no es ya el mismo
y algo que se corresponda
nunca es algo
en lo que podamos confiar

La desnudez no la trajo el agua
sino la tersura del frío
cuando se apoya en las mejillas.
No es el puente
lo que media en adelante
ni la herrumbre
ni el estiércol
sólo esta forma en la oquedad
lo indecible que aleja los trenes
bajo el arco de las cejas

Parece justo que un mortal caiga
y luego
en la maceta de su cráneo bostece un girasol

Para mí
alguien que añade migajas al pozo
es quien supo voltear las hojas
Uno tanto ha seguido a los semejantes
como si ellos buscaran reconocer
aquel indicio que le dura al hombre
después de pasar bajo los puentes

sábado, 10 de marzo de 2007

EL DÍA SIGUIENTE DE NUESTRA INFANCIA


Abel Germán Díaz Castro nació en Morón, en 1951. Poemas suyos aparecieron en numerosas publicaciones cubanas y extranjeras. Es autor de Curiosidades, (Editorial Extramuros, 1986), El cubo de Rucbick, 1991, y el libro que nos ocupa, en el que “a través del interminable hilo de la infancia, llegan y se agolpan los recuerdos de la niñez y, un poco más acá, los de la juventud, que no desdeñan las añoranzas de ese frescor alucinante de la edad menor.”

De El día siguiente de mi infancia (Editorial Letras Cubanas, 1987), son los siguientes “sencillos, suaves”, pero, sin dudas, conmovedores poemas.

ESA ÚNICA FOTO FAMILIAR

reconozco esos naranjos
al padre con la gorra gris
y a la madre
con la mirada triste

pero quién es ese muchacho
que la familia confunde hoy conmigo?

ese muchacho
de rostro redondo
y con ojos
hermosamente
ciegos?


EL EXAMEN

lo más terrible
sentarse
con las cuentas pendientes

poner los caminos en la mesa
una a una las decisiones más graves
y las menos graves

lo alegre
lo triste
lo valiente

hacerse un prolijo examen de conciencia
y quedar desaprobado.

sábado, 17 de febrero de 2007


Rafael Alcides Pérez (Barrancas, 1933), es autor, entre otros, de los poemarios La pata de palo, (1967) y Agradecido como un perro, (1983).
“Fabulación rica en imágenes y leyendas envuelve este sueño de los años y surge una y otra vez como parte constante de la conciencia —señala el editor del libro que nos ocupa—. Es Noche en el recuerdo una dualidad simbólica que perdura más allá de la muerte y de las cosas innombrables, la memoria que renace y se reencuentra para, al final, demostrarnos que seguimos ahí, en ese punto que nos marcó de amor, nostalgia, alegría y tristeza.”
En un artículo publicado en la revista Encuentro, el también poeta Manuel Díaz Martínez se refería al autor en estos términos: “Rafael Alcides atesora aún —vivos están en su conducta y su escritura— las rebeldías y anhelos que una vez fueron las divisas de nuestra ya desmantelada generación. No debe extrañarnos, pues, que este Ulises caribeño siga soñando, en la gruta de Polifemo, con llegar a Ítaca. A través del Atlántico lo descubro, nauta de porfiada dignidad, resistiendo los cantos de las sirenas en un cenagoso mar de traiciones y claudicaciones.”

De Noche en el recuerdo son los siguientes fragmentos:
III
...

Vi rodar cabezas con el pelo perfumado,
vi almas arder en una hoguera más grande que el
mundo,
vi pestes, guerras, naufragios, príncipes envenenados,
vi cadáveres ardiendo en la pira como lechones que
murieron de pintadilla,
y ¡fuego!,
siempre fuego alrededor del hombre vi.
¡Fuego en los Cielos y en la Tierra!
También vi de cerca el oro, y lo estudié.
Vi pasar los imperios y las famas,
y como recuerdo de todo lo que vi
me llevé un puñado del polvo de lo que había sido
una piedra monumental y perdurable en otro
tiempo.

XV
...

Así como guardas mi infancia, guárdame, Noche,
cuando me muera. Protégeme entonces de la
soledad.
Acompaña y vigila, sobre todo, mi recuerdo en la
tierra.
Me quiero eterno sobre tus cascos, infinito y eterno
como entonces,
galopando por los aires, entrando como el aire y la
luz en todas partes,
en un Barrancas y en una infancia sin ocaso.
Las ilustraciones son de Fayad Jamís.

(Tomado de Noche en el recuerdo, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1989)

martes, 9 de enero de 2007

TERRIBLEMENTE ILUMINADA

Chely Lima (La Habana, 1957), no es una poeta cualquiera. No es juego la palabra en su lengua. O es en serio. Quema, hiere, desviste su verbo. Todo en dosis muchas veces mortal, siempre definitiva.
Su obra, ampliamente reconocida por la crítica, incluye, además de poesía, cuentos, novelas, guiones para la televisión, etc.
"Terriblemente iluminados", el libro al que pertenece el siguiente poema, un texto clásico de la autora, apareció en La Habana en 1988, tres años después de haber recibido la Primera Mención en el concurso anual de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba).

ALA Y ALA

Imagínate que estamos apretados
y está a punto de ser nuestra gran noche.
Por la ventana empiezan a invadirnos
antiguos clavicordios, dinosaurios,
planetas sin vegetación, güijes tardíos
y toda esa muchedumbre que nos mira
comenzar el ritual
de redondear tu frente, besarte la espalda
y grabarte los dientes en un muslo febril;
toda esa muchedumbre se agita,
brama encendida y cruje en gigantescas
floraciones.

Descendemos a un círculo infernal.

Imagínate que encuentro tu sandalia
en mi inicial expedición de arqueología
y a partir de una huella
reconstruyo tu rostro y tu pene,
o me hago parásito afín de tu garganta.

Descubro la forma de crucificarte
cara al techo
y nos cuesta la resurrección un largo orgasmo
de anís y de centella.

Imagínate esta primera historia
real, si no te hubiera visto, si no te hubiera escrito.
Si no hubiéramos chupado el mango mítico de Adán:

Qué haríamos con la Tierra
de tal forma poblada y despoblada.

La ilustración de la portada es del también poeta Alberto Serret.
 
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