lunes, 26 de junio de 2006

Poeta con nombre


No hay, a mi juicio, nombre más alto en toda la historia de la poesía cubana que el de Dulce María Loynaz (La Habana, 1902-1997), Premio Miguel de Cervantes 1992.
César López, en el prólogo a Poesía Completa, escribía:
“La poesía de Dulce María Loynaz ejerce, sospecho, una fascinación que atrae, arrastra, asedia hasta conducir a uno de los más atractivos y grandes peligros del oficio: la interpretación. Y en ese instante del vericueto poético, contra la interpretación: su defensa. O, más bien, su deleite trágico, dramático, agónico. La duda insondable, por paulina, de toda creación verdadera. De toda poesía.”
POEMA CXVII (de Poemas sin nombre, 1953)
Poesía y amor piden paciencia. Amor es espera y sajadura. Poesía es sajadura y espera. Y los dos, una vigilia dolorosa por unas gotas de resina... Esa preciosa, aromática resina que sólo cae muy lentamente, mientras arriba el sol o la ventisca devora la cabeza de los pinos.

AL DESCONFIADO (de Juegos de agua. Versos del agua y del amor, 1947)
Echa tu red en mi alma: Tengo también, debajo de la sal y de la sombra, mi temblor de escamas plateadas y fugaces.

PRECIO (de Versos. 1920-1938, 1938)
Toda la vida estaba en tus pálidos labios... Toda la noche estaba en mi trémulo vaso... Y yo cerca de ti, con el vino en la mano, ni bebí ni besé...
Eso pude: Eso valgo.
(De Poesía completa, Dulce María Loynaz; Editorial Letras Cubanas, 1993)

 
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