Leí esta frase en un artículo publicado en Cubista Magazine: "Estamos desperdigados como granos enfermos; granos secos que se han separado fermentados del conjunto."
añicos y la muchedumbre. Sobre el asfalto, las páginas
de un periódico se arremolinan sin que se advierta
cómo se volvió púrpura el presente. Desde aquellos
edificios han visto caer el día igual que yo: quién sabe
dónde. Pero a las cosas nos une algo más que la
mirada, cuando cae la noche y no sabemos si es cara o
cruz. Dejé de ser la imagen, el rehabilitado que abre-y-
cierra la boca bajo palabra por temor a la quemadura, al
salitre que nos hace rogativos junto al árbol.
Muy pronto el momento es uno por la ventana y los
que extienden sus brazos, muchos frente a ella. En
cambio, tú dudarás acerca de mí. Qué palabra mía te
hará sentir las voces con el mismo órgano que las
escuchas, si un lugar en la mesa donde poner los
codos obliga a encontrar de nuevo escarcha en el
fondo de los vasos,
esos que se beben
tan parecidos al declive.
Aquí oyen los gones del tiempo
en una dirección que seca los labios
Qué ha sido de nosotros en estos confines
hechos para lastimar los sesos y la hierba
qué del pasillo hacia lo vulnerable
que dejan las sospechas en el hombre
Por más que uno se quede
la palabra “adiós”
está en la palma de la mano
Desde ángulos distintos
el mismo objetivo no es ya el mismo
y algo que se corresponda
nunca es algo
en lo que podamos confiar
La desnudez no la trajo el agua
sino la tersura del frío
cuando se apoya en las mejillas.
No es el puente
lo que media en adelante
ni la herrumbre
ni el estiércol
sólo esta forma en la oquedad
lo indecible que aleja los trenes
bajo el arco de las cejas
Parece justo que un mortal caiga
y luego
en la maceta de su cráneo bostece un girasol
Para mí
alguien que añade migajas al pozo
es quien supo voltear las hojas
Uno tanto ha seguido a los semejantes
como si ellos buscaran reconocer
aquel indicio que le dura al hombre
después de pasar bajo los puentes
Leo en la contraportada del libro que nos ocupa:
“Eugenio Rodríguez nos propone, en el nombre de alguien, una poética donde se indaga por la esencia del hombre, donde duele esa persistencia de vivir, sólo por roer, donde el poeta siente que él mismo se engendró en un acto que no tiene ni siquiera el consuelo de ignorar. Leer estos textos marcados por la búsqueda es una forma de constatar, otra vez, que nadie es inocente.”
Eugenio Rodríguez nació en la capital cubana en 1967. Es Licenciado en Lengua y Literatura Francesas por la Universidad de La Habana. En el nombre de alguien mereció el Premio David 1995. El jurado estuvo integrado por Ángel Escobar, Carlos Augusto Alfonso y Reina María Rodríguez, la autora de la frase citada.
En el nombre de alguien comienza con este texto sobrecogedor:
Antes que el cielo han ensombrecido las aguas, los
añicos y la muchedumbre. Sobre el asfalto, las páginas
de un periódico se arremolinan sin que se advierta
cómo se volvió púrpura el presente. Desde aquellos
edificios han visto caer el día igual que yo: quién sabe
dónde. Pero a las cosas nos une algo más que la
mirada, cuando cae la noche y no sabemos si es cara o
cruz. Dejé de ser la imagen, el rehabilitado que abre-y-
cierra la boca bajo palabra por temor a la quemadura, al
salitre que nos hace rogativos junto al árbol.
Muy pronto el momento es uno por la ventana y los
que extienden sus brazos, muchos frente a ella. En
cambio, tú dudarás acerca de mí. Qué palabra mía te
hará sentir las voces con el mismo órgano que las
escuchas, si un lugar en la mesa donde poner los
codos obliga a encontrar de nuevo escarcha en el
fondo de los vasos,
esos que se beben
tan parecidos al declive.
Aquí oyen los gones del tiempo
en una dirección que seca los labios
Qué ha sido de nosotros en estos confines
hechos para lastimar los sesos y la hierba
qué del pasillo hacia lo vulnerable
que dejan las sospechas en el hombre
Por más que uno se quede
la palabra “adiós”
está en la palma de la mano
Desde ángulos distintos
el mismo objetivo no es ya el mismo
y algo que se corresponda
nunca es algo
en lo que podamos confiar
La desnudez no la trajo el agua
sino la tersura del frío
cuando se apoya en las mejillas.
No es el puente
lo que media en adelante
ni la herrumbre
ni el estiércol
sólo esta forma en la oquedad
lo indecible que aleja los trenes
bajo el arco de las cejas
Parece justo que un mortal caiga
y luego
en la maceta de su cráneo bostece un girasol
Para mí
alguien que añade migajas al pozo
es quien supo voltear las hojas
Uno tanto ha seguido a los semejantes
como si ellos buscaran reconocer
aquel indicio que le dura al hombre
después de pasar bajo los puentes