jueves, 31 de enero de 2008

Bien acompañado

Yannier Orestes Hechavarría Palao (Báguano, Holguín, 1981), a juzgar por Sombras del solo, es poeta de nacimiento. De este, su primer libro, publicado hace apenas dos años, escribió su editor, el también poeta Michael H. Miranda: "He aquí un joven poeta rasgando sus vestiduras, asiéndose a una frágil rama para escapar del vértigo. Distante de los colores urbanos que inundan rabiosamente la poesía cubana contemporánea, quizá se sepa dueño ya de un sitio en la senda ascensional hacia aquellos lezamianos cotos de mayor realeza. Celebremos su irrupción."
Yo lo he celebrado a mi manera. La prueba es la publicación de este texto, que más que último no debe ser sino el comienzo de un aplauso mayor.
EPÍLOGO
Los hombres de piel tostada cargan baldes de agua. Líquido traficado, obtenido por las impurezas de los mismos hombres. Ellos se alejan con sus cubos brillantes. El sol se proyecta sobre las láminas de aluminio. A lo lejos, aquellas luces parecían Dios.

Dios pudiera ser cualquier detalle trivial. Sombras vivientes derraman agua, manchas que se proyectan en el asfalto, manchas dignas de ser expuestas. Lágrimas secas, explanada infértil, gotas que se absorben con una facilidad alucinante.

Hombres que ríen, hombres fuertes, débiles, sudorosos. Llevan años esperando la lluvia. Cuando pequeño me comentaban los privilegios de la lluvia. Todavía espero esa bendición. Mientras tanto las manadas se alejan.

En sus hombros cargan el peso del agua. Unen sus manos y dan de tomar a sus niños. Qué acto tan humano ese dar de tomar en el hueco de la mano. Hacen un descanso. Refrescan del sol implacable, mojan sus camisetas, sus rostros, se echan agua en la cabeza, piensan que de esa manera florecerán los sueños.

Los negros se visten de blanco. Añoran aclararlo todo. Los jóvenes se alejan llevando pantalones y pullóveres negros. Bailan músicas fuertes. Se ponen collares, argollas, se tatúan. Conocen el camino, los vericuetos del sexo. Conocen los deleites de lo ilegal. Otros grupos miran a través de la pared de vidrio. Línea divisoria, reino de abundancia y olores agradables.

Qué triste es soñar, qué triste obtener algunos artículos. Veintiocho pesos golpeándote. Hombres que se alejan. Dejan sus manchas efímeras, gotas de agua penetrando, pies descalzos, risas, niños que lloran. Aguas encerradas en un cilindro metálico. Aguas profundas, aguas tristes, aguas, aguas, aguas... Siempre agua.

Las ilustraciones son del propio poeta.

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