domingo, 21 de septiembre de 2008

Saga de Odiseo


Mi amigo, el poeta y narrador Manuel García Verdecia (Holguín, 1953), ha publicado, entre otros volúmenes, los poemarios Incertidumbre de la lluvia (1993), Hebras (2000), Meditación de Odiseo a su regreso (2001) y Saga de Odiseo (2006), que recoge una selección de los tres libros mencionados.

En la contraportada de este último libro, editado por el también poeta Roberto Manzano, se lee: “Atento a las vueltas e impulsos de las circunstancias que sujetan a los hombres, el poeta denuesta o encomia esos giros hondos, configuradores de lo que es una vida. La nostalgia, el gozo de los pequeños sucesos cotidianos, los zunchos con que nos apresa la parte negativa de esa cotidianeidad, generan estados de ánimo que encuentran expresión viva en el versículo, en la línea melódica, en la cadencia desembarazada.

Una singular estimativa del mundo, una pasión sabia que gobierna la mirada, caracterizan el contenido que aquí se despliega. Todo individuo atento a su discurrir más indiviso, encontrará aquí resonancias de su drama íntimo.
La poesía de Manuel García Verdecia posee una densidad simbólica y una madurez expresiva incuestionables. En la polifonía actual de la poesía cubana, su voz tiene sitio de honor e inconfundible timbre expresivo.”


Estos poemas son de Saga de Odiseo.

anotaciones de viaje

inmerso en el atlántico
soy el almirante de la mar océana
una nao de ilusiones mi santa maría
nada queda ya por descubrir
ni exóticas islas ni lindes del planeta
tampoco el paraíso en la tierra
entre piélagos de esperanza navego
no busco brillos para mi nombre
no ansío alcurnia para mis descendientes
ni la promesa de un cómodo puesto cenital
ni sonrisas ni palmadas de dioses en mi espalda
sólo sentirme un átomo más de la creación
a medio camino entre el océano inacabable
y el firmamento profundo de estrellas
una parte aire otra agua
ave y pez en esta maravillosa trama
no hace falta rodrigo de triana
nadie busca tierra alguna
navegar es la aventura.

(8/08/90
(de incertidumbre de la lluvia, 1993)

-

la piedra

la piedra un día y otro día
horada y gana su espacio
impone el peso de su virtud
sabe que no es aire ni agua sino piedra
y pulveriza la gota que se afana
quiebra las uñas con que embiste el viento
la piedra es un ojo que vela
nada la inquietan el camuflaje del tiempo
ni el remolino de hojas a su lado
voz con que se anuncia el muro
primera sílaba del camino
el trueno la lluvia le resbalan
el pisotón le da lustre
y el golpe del acero la hace luz
la piedra es más piedra en la fijeza.

09/11/97
(de hebras 2000)
-
gnóstico


era un niño boquiabierto
que le quitaba el celofán al mundo
dulce que saboreaba con esmero
yo no era yo sino adán en su jardín
a cada paso se anunciaba un misterio
el río que escapa raudo a saber dónde
el arpa inigualable del sinsonte
el acarreo de las hormigas
fundando góticas ciudades
los gemidos del mar y del viento
ocultos en el arca de un caracol
la ingeniería de las abejas con
las flores donde sueña el ansia de la tierra
el desafío del aura contra el aire
el arco iris y sus colores
que nunca logro remedar con mis lápices
las estrellas centavos de plata
relumbrando en la noche del aljibe
tanta vida bullendo bajo el tronco muerto.
luego en mi casa iniciaba otra aventura
andar y andar senderos blanquinegros
que llevan a lugares donde vuelan
alfombras los molinos se tornan gigantes
y ocurre siempre aquello que uno sueña
buscaba sin saber algo innombrable
que decían los adultos poseer
y yo no más era un niño
el tiempo empecinado no oye ruegos.
muchas veces las llamas del otoño
han desnudado el almendro del patio
siempre una verde bondad lo restaura
ahora la boca sólo abro
para beber comer y decir palabras
milímetro a milímetro medidas
los ojos todavía un gavilán hambriento
y aquello que buscaba aún no lo encuentro.

abril de 1977
de meditación de odiseo a su regreso, 2002)

sábado, 13 de septiembre de 2008

Balada de un tambor

Jesús Cos Causse (Santiago de Cuba, 1945-2007), publicó, entre otros, los poemarios Con el mismo violín (1970), Las canciones de los héroes (1974), El último trovador (1975), La isla y las luciérnagas (1981), El poeta también estaba en la fiesta (1999)...
Con Balada de un tambor y otros poemas, un jurado integrado por Carlos Martí, Raúl Luis y Jesús Orta Ruiz, le otorgó el Premio Julián del Casal de poesía de la UNEAC en 1983.
En una nota a raíz de su muerte, el también poeta Reynaldo García Blanco escribió: “Viejo y amigo Cos Causse ten presente que se ha de volver a la secreta comunión de las palabras para comprender, de una vez y por todas, que el estado natural del hombre es la poesía.”
De Balada de un tambor y otros poemas son estos dos textos:

Elogio a Jorge Hidalgo

A las doce de la noche,
los cimarrones y los güijes
se escapan de los cuadros de Hidalgo.

Entonces comienzan a bailar alegres
con el tam-tam tam-tam de los tambores
una danza de combate y de libertad
y beben un vino que a esa hora la luna
coloca con su humedad en el rocío
y cantan hasta el amanecer en que
regresan
a su silencio azul, a su inocencia trazada,
en fin, a su cárcel de colores.

Me preocupa, de verdad, que un día se
rebelen
y el güije, borracho y guerrero, salga del
dibujo,
y el cimarrón, armado de un pincel,
desaparezca,
y que al llegar Hidalgo, sorprendido,
descubra
un tambor entre llamas y los cuadros
vacíos.

Madrigal para Migdalia

Tan antiguo como el cofre donde una
mujer guarda y vigila
una carta secreta y el retrato de un
místico enamorado.
Eterno como el taburete del viejo, ahora
vacío en el cuarto,
como el bastón con el cual se apoya en la
muerte todavía.

Así el amor: campánula, relámpago,
lámpara, luciérnaga,
barco que navegando a la deriva
encuentra una costa en el Caribe.

A fuerza de recordarte siempre ya sé
tallar
tu rostro de memoria en la madera y en
la piedra.
A fuerza de esperarte tanto salta una
fuente del fondo
de la tierra y sus aguas peregrinas me
persiguen y
desembocan en el Danubio, en el Níger,
en el Mississippi.

A fuerza de soñarte un tambor me
despierta al alba
y mis ojos descubren sobresaltados el
mito que me contaron.

Uno quisiera entonces inventar la lluvia,
construir un tren y una estación en el
otoño,
y esperar la ternura y la vejez en la
ventana.

Así el amor:
un cofre con un recuerdo muy querido,
un taburete para sentarse a pensar,
un bastón para sostenerse en el tiempo.
 
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