Foto: Guillermo Aldaya |
Kiuder Yero Torres (Santiago de Cuba, 1977), es ingeniero mecánico. Su obra, en plena formación, ya ha sido reconocida y publicada (incluso internacionalmente) en más de una oportunidad. Holguinero de corazón (léase de dudas, de angustias, de reafirmaciones,...), no es exactamente Nadie. Según él, y esto tendremos que admitirlo, está ‘a salvo de la palabra no dicha’; las que dijo, no obstante, forman ‘una isla llena de horizontes’, un laberinto que ojalá sientan ustedes, como yo, deseos de recorrer. Algo que, en mi opinión, y por respeto a dioses desesperanzados y ángeles de carnaval, y otras piedras con que se tropieza irremediablemente en el trayecto, tiene que hacerse, como mínimo, descalzo.
FINALMENTE
Estoy a salvo
mirando como se hunden los recuerdos
el mástil exánime de la inocencia
en el silencio absurdamente silencio
hasta la mudez el pánico hasta la locura
excomulgando las cavilaciones
sin poder encender un cigarrillo
y sufrir estas hojas desiertas de asombros
donde la noche espera
para suicidarse en este borde del mundo.
Lleno de dudas y reafirmaciones
estoy a salvo de la palabra no dicha
donde la conciencia espera
donde todos y todo espera
a que finalmente abra mis alas
y salga de esta hoja de laberinto y muerte
en dirección al sol como un hilo de sangre
inalterable.
NADIE
sobrevive después de tantas horas
en la cubierta de la noche.
Nadie es perseguido por las culpas
por los viejos fantasmas
que vuelven con las estaciones. Quizás
debamos construir un puente
hasta la incoherencia
y olvidar las agonías del pasado
y olvidar las luces del pasado.
Ya nada importa en esta hosquedad
con más de una vida asomándose al encierro
a los acantilados de una isla llena de horizontes
a las penumbras de la tarde
a los símbolos de un dios sin esperanzas
a la conformidad trazando ciudades posibles
y las angustias mismas de un tango
de un ángel vestido de transeúnte
cuando Nadie cruza por estas calles
de hoy.
FINALMENTE
Estoy a salvo
mirando como se hunden los recuerdos
el mástil exánime de la inocencia
en el silencio absurdamente silencio
hasta la mudez el pánico hasta la locura
excomulgando las cavilaciones
sin poder encender un cigarrillo
y sufrir estas hojas desiertas de asombros
donde la noche espera
para suicidarse en este borde del mundo.
Lleno de dudas y reafirmaciones
estoy a salvo de la palabra no dicha
donde la conciencia espera
donde todos y todo espera
a que finalmente abra mis alas
y salga de esta hoja de laberinto y muerte
en dirección al sol como un hilo de sangre
inalterable.
NADIE
sobrevive después de tantas horas
en la cubierta de la noche.
Nadie es perseguido por las culpas
por los viejos fantasmas
que vuelven con las estaciones. Quizás
debamos construir un puente
hasta la incoherencia
y olvidar las agonías del pasado
y olvidar las luces del pasado.
Ya nada importa en esta hosquedad
con más de una vida asomándose al encierro
a los acantilados de una isla llena de horizontes
a las penumbras de la tarde
a los símbolos de un dios sin esperanzas
a la conformidad trazando ciudades posibles
y las angustias mismas de un tango
de un ángel vestido de transeúnte
cuando Nadie cruza por estas calles
de hoy.
1 comentario:
Más que la imagen de la poesía, su dualidad de contornmo y sustancia, en boca de la experiencia única de quien las bebe, las transita, para salir tendido en sudores, vivo e incólume de esta brecha de palabras, de este vsortilegio de penumbras y claridades llamada creación. Kiuder es un poeta que enuncia y revela los límites mismos de su estado creativo, las orillas que leen sus manos y sus manifestaciones.
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