miércoles, 24 de diciembre de 2008

De sueños y gritos


Maribel Feliú (Holguín, 1963) ha recibido varios reconocimientos nacionales tanto por su obra poética como por la narrativa. Y ha sido incluida en diversas antologías no sólo en Cuba sino también en el extranjero.

Suyos son estos dos poemas que un amigo común, Luis Yussef, me hizo llegar hace ya un buen tiempo y que he guardado como reliquia invalorable para actualizar Arco y Espuela por estos días.

Evocadora voz la de esta mujer; voz desde un silencio redibujado a gritos; gritos que ya nadie podrá retener: por la necesaria libertad que claman, porque crecen como aguas incontrolables palabra a palabra.

Y el destino del agua, se sabe, es desbordarse. Arrasar.

UNA TAZA DE SUEÑOS

Katherine Mansfield ofrece una taza de té,
la muchacha debe escoger entre las flores
del jardín Wellington
o la incertidumbre de cada día.
Será una muchacha escurridiza
con la misión de ahuyentar el polvo de otros veranos
cuando el terror invade su casa
y una mancha negrísima colme el rostro de su madre
El aire vigoroso teje las noches
de una ciudad que desata abanicos
y acaricia las entrañas
valientes de dos almas semejantes a la realidad.
La amante no optará por la partida
La belleza aterradora purificará la piel y oprimirá las aguas.

La muchacha escurridiza es llevada a Curzon Street…
Aquí Philip no podrá retener
esas manos que un siglo después
inundan el tiempo de otra muchacha.
Una mínima reverencia
y se amarán dos cuerpos inocentes
que en comunión perfecta han de beber
una taza de sueños.

VOCES DESDE EL SILENCIO

La navidad está hecha
para venderse
Reina María Rodríguez
Fin de año,
cabezas ruedan hasta mis pies
melancólicas infantiles
intentando alejar el mal de fondo.
En las calles el aceite de girasol vertido
y un tren descarrilándose en una misma dirección,
la carne teñida del color (individual)
y apremia el combate (colectivo)
después será el regreso a una persecución
ilimitada, imagen en dos tiempos.
En el rincón los santos castrados.
No basta arrodillarse largas horas y pedir. Gritar. Gritar. Gritar.
Fin de año, un aullido mudo comprime
a las voces que desde el silencio claman en su ilusión
de pobres diablos. Fin de año, un día cualquiera
que prefiero borrar de un zarpazo
poniéndole sabor a la olla colectiva,
la olla de restaurar las amarguras,
un mundo hecho de sangre congelada.
Fin de año, a través de cartas polvorientas
observo el viejo truco, enciendo un cigarrillo y abrazo
mi libertad pequeñita.


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