domingo, 5 de abril de 2009

Mercados verdaderos

El poeta, narrador y ensayista Ismael González Castañer nació en La Habana, en 1961. Textos suyos han aparecido en importantes publicaciones periódicas no sólo de Cuba sino de otros países. En 1997 un jurado integrado por Luis Marré, Sigfredo Ariel y Eugenio Rodríguez le otorgó el Premio David de poesía a su libro Mercados Verdaderos (Ediciones UNIÓN, 1998), merecedor también del Premio de la Crítica. Su segundo poemario, La misión, apareció en 2005 (Letras Cubanas).

Teresa Fornaris, en Cuba Literaria, se refería al poeta en estos términos:

“Ismael observa sus / mis / tus palabras. Ellas dan vueltas y él las caza con el cuidado de un coleccionista, las limpia, cuida de ellas un rato largo y las coloca a modo que pensemos / sintamos que son de absoluto estreno pero que igual nos pertenecen. Ese cuidado/acoplamiento nos asombra.
A partir del contacto con la vida cotidiana descubre el valor lírico de la marginalidad, la poesía en lo común de la existencia, en lo aparentemente trivial o intrascendente, en aquello que no parecía «poetizable».”

Los siguientes textos pertenecen a Mercados verdaderos.

Casa mayor que la imagen

Mi casa es más grande que la imagen;
no sólo la que tengo entre los roquedales,
la de las venas y las vísceras
rojas y maleables,
sino también
la del desdén / casa del fil
y algunos dulces.

Nada va a cambiar porque me vaya
un poco antes o después:
cada día
los hombres nacen con una cigarra.
O con mal.

Perseguir alguna libertad es darse cuenta
de que siempre habrá una franja:
escogí la calma / lento plátano,
diva cargada que obedece
—me obedece a mí— y que me quiere.

Mi casa es y tú no eres. Nadie sabrá. Es mía.
Y tiene algún camión, muy fuerte, para subir
hacia todas las funciones.

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Edificios

No sé si con la construcción de los distintos edificios
mi amor será más grande,
ni el pecado. Los edificios crecen,
y yo, que estoy con sus proyectos hasta el fin,
miro al cielo y al río,
y me pierdo hacia el cielo / no me pierdo hacia el río.

Si estos edificios se burlaran,
si todos —fascículos / durrens— se burlaran
yo sería un aguador sencillo
que pescara en las nubes
la centuria esencial de los peces del hombre
y el candor
y la velocidad del tiro.
Edificios no me tienen que intuir /
Yo no tengo que influir al mundo.
Créeme, cacé toda la noche
y no hubo santos / cascos, ni dedal.

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Familiaridad

Vi a mi hermano y a su padre
acostados
en la cama principal,
y a su madre —que es la mía /
fue la mía— laborando.

Vi en la calle a sus vecinos jóvenes,
y a su amigo de un motor
que saludaba rápido;
y la mano delicada de una cónyuge
con familiaridad.
Vi a un pájaro picando
en el suelo una naranja
—Viste al pueblo —dijo Juan;
y, asintiendo, dije: —Vi.

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Mirar y mirar por la ventana

uno come su pan e ignora al Atacante

No tengo idea de nada
sino del amor que perdí
y no se encuentra
También de la música, sé que es la música;
pero esto no hace
que abandone mirar y mirar por la ventana.

He escrito la frase “mirar y mirar por la ventana”;
pero antes —recuerdo— la ventana era yo,
y el azul del cielo.
Y viajaba en las noches...
y volvía y decía a mi madre:
“He traído un país / El país tiene actores
de esos
que te harían ollantar /
Lo que se proponen sé / Sé que se proponen, madre:
pregúntame ya.”
Escribí la palabra ollantar
sin saber lo que es,
porque sí creo saber lo que pudiera ser;
de hecho, lo que cualquier cosa
en un tiempo adelante
tuviera conversión
es de los Dominios...
No haría falta ser
la ventana para ello,
y a mi mamá en modo alguno
se le hubiera ocurrido preguntar
por lo Por-venir /
ella es la nube ella es el cielo.

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