miércoles, 19 de julio de 2006

EL CORREO DE LA NOCHE


Frank Abel Dopico nació en Santa Clara, en 1964. Ha sido profesor de teatro. Dicho de otra manera, ha enseñado a usar máscaras. Él mismo, sin embargo, da la cara. Este poema, que traigo conmigo hace más de quince años, lo podría demostrar. Este limpio poema me "recuerda que donde crecen las alas antes hay precipios."

El correo de la noche

Mis piernas van tras el correo de la noche.
Un enemigo tiende su mano miserable, ayuda mi
carrera, luego me hace polvo con su mano
apagada.
Las casas huyen grises y una estrella abandona su
casa de la noche
y anda con sus bártulos a cuestas. Una estrella
vuelve
a su casa de la noche
y anda por el jardín, mediodormida.
El ciudadano que soy va tras su noticia. Apedreando
al que fui.
Quiero saber cómo está Mayra, qué le hablan sus
ojos al recuerdo.

El correo de la noche atraviesa edificios, irrumpe en
plazas moribundas.
Sus remos son caballos silvestres como los ojos de
Mayra.
Alguien cruza mordisqueando sus dedos. Alguien
(y una carta) entró a la oscuridad.
Pasan los novios, humeantes cuerpos, y el reloj se
clava sus agujas.
A dos cuadras de mí el anciano espera que esté
completo su rebaño.
Un hombre esconde el espejo donde se va a mirar
mañana.

Mis piernas siguen los ecos de la noche.
Soy un bufón, esquivo ese color dulce de la
primavera
porque dentro llevo los charcos de su lluvia y puedo
florecer,
y es indiscreto florecer, uno tan noble,
tan bueno que es uno así de solo,
con mi tierno diablo y mi dios tan solo y pobrecito.
Quiero poner la vida como trampa,
criar conmigo al rey que nunca seré, a los reyes
sonámbulos, los que con cielo y pan hacen el
amor sin manifiestos.
Busco una noticia, busco el puente que hicieron los
héroes para mí,
y siempre está más lejos, está en el mismo sitio de
los héroes,
debo hacer algo más que comerme estas naranjas,
debo inventar un flamboyán o algo amenazante,
el puente me espera, nos espera,
tantas flores mediocres aplastan los caballos
que el correo va lento, los caballos sangran pero yo
los aplaudo.
Los caballos resbalan, rehenes de la luna,
dejan su lamido triste en mi pupila.
El correo de la noche puede ser asaltado
pero va con cicatrices que recuerdan al sol.

En un lugar de mi vida hay un revólver.

(Tomado de El correo de la noche, Ediciones Unión, La Habana, Cuba, 1989)

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