sábado, 25 de abril de 2009

Imitación de la vida


La poesía de Luis Rogelio Nogueras (La Habana 1945-1985) ha llegado al público en numerosas publicaciones periódicas, antologías y en títulos como Cabeza de zanahoria (Premio David de Poesía, 1967); Las quince mil vidas del caminante (1981); Imitación de la vida (Premio Casa de las Américas,1981); El último caso del inspector (1984); Nada del otro mundo (antología, 1988); La forma de las cosas que vendrán (1989) y Las palabras vuelven (poesía no recogida anteriormente en libro, 1994).

El jurado del Premio Casa habló de Imitación de la vida en estos términos:
“Libro admirable en su variedad y en su unidad, que representa la madurez de la joven poesía cubana, la ruptura de las últimas fronteras entre lo social y lo personal, lo íntimo y lo colectivo. Escrito con destreza, inteligencia y dominio del oficio, el libro de Luis Rogelio Nogueras es una contribución de primer orden a la lírica en nuestro idioma.”

Estos textos, ya clásicos del autor, pertenecen a ese libro. He colocado entre paréntesis la sección del mismo a que pertenecen.

Materia de poesía

Qué importan los versos que escribiré después
ahora
cierra los ojos y bésame
carne de madrigal
deja que palpe el relámpago de tus piernas
para cuando tenga que evocarlas en el papel
cruza entera por mi garganta
entrégame tus gritos voraces
tus sueños carniceros

Qué importan los versos donde fluirás intacta
cuando partas
ahora dame la húmeda certeza de que estamos vivos
ahora
posa intensamente desnuda
para el madrigal donde sin falta
florecerás mañana

(de Ama al cisne salvaje)

Ama al cisne salvaje

ama tus ojos que pueden ver,
tu mente que puede oír
la música, el trueno de las alas,
ama al cisne salvaje
Robinson Jeffers

No intentes posar tus manos sobre su inocente
cuello (hasta la más suave caricia le parecería el
brutal manejo del verdugo).
No intentes susurrarle tu amor o tus penas
(tu voz lo asustaría como un trueno en mitad de la noche).
No remuevas el agua de la laguna no respires.
Para ser tuyo tendría que morir.

Confórmate con su salvaje lejanía
con su ajena belleza
(si vuelve la cabeza escóndete entre la hierba).
No rompas el hechizo de esta tarde de verano.
Trágate tu amor imposible.
Ámalo libre.
Ama el modo en que ignora que tú existes.
Ama al cisne salvaje.

(de Ama al cisne salvaje)

Verso libre

Tú siempre eres libre, verso,
aunque en la rima estés preso;
tienes metro y no por eso
puedo medir tu universo.
Por eso me eres adverso
cuando te ato con cadenas;
mis mañas te son ajenas,
tu poder es absoluto:
tu mandas y yo ejecuto,
yo te escribo, mas tú ordenas.

(de Hay que buscarlo al poema)

Sueño
Los niños, versos vivos
José Martí

Cuando duermes, hija mía
en el alma de la noche
quizá tu sueño derroche
lo que busco, la poesía.
Y luego al llegar el día
despiertas y se te olvida
el poema que dormida
compusiste sin esfuerzo.
¡Y a otros hacer un verso
les toma toda una vida!
(1975)

(de Hay que buscarlo al poema)

Defensa de la metáfora

El revés de la muerte (no la vida)
el que clama por agua (no el sediento)
el sustento vital (no el alimento)
la huella del puñal (nunca la herida)
Muchacha antidesnuda (no vestida)
el pórtico del beso (no el aliento)
el que llega después (jamás el lento)
la vuelta del adiós (no la partida)
La ausencia del recuerdo (no el olvido)
La sombra del silencio (nunca el ruido)
Donde acaba el más débil (no el más fuerte)
el que sueña que sueña (no el dormido)
el revés de la vida (no la muerte)

(de Hay que buscarlo al poema)

miércoles, 15 de abril de 2009

Escalas de ascenso

El Premio Nacional de Literatura de 1996 recayó en Pablo Armando Fernández (Delicias, Las Tunas, 1930). Poeta, narrador y ensayista, ha publicado, entre otros, los poemarios: Salterio y lamentación (1953), Libro de los héroes (1964), Un sitio permanente (1970), Aprendiendo a morir (1983), Ronda de encantamiento (1990), Libro de la vida (1997), Reinos de la aurora (2001)...
La edición de Escalas de ascenso que nos ocupa (Letras Cubanas, 2002), tiene prólogo de Enrique Saínz, quien anota:
“Este nuevo libro de Pablo Armando Fernández,
Escalas de ascenso, reúne poemas en los que la memoria intenta rescatar vivencias, rostros y destinos. Son ciertamente páginas que el poeta ha vivido con intensidad en sitios diversos y entre personas amadas, en cuyos diálogos de esos instantes y de un ayer más o menos lejano se han ahondado los afectos, se han hecho más perdurables los gestos y más angustiosas las ausencias [...] El poeta se hace preguntas esenciales, en las que está, de hecho, toda su vida. La poesía quiere responderlas. Él sabe que su palabra es lo único que tiene para llegar al centro de sí mismo. Nos entrega entonces Escalas de ascenso, un libro a la alegría de vivir, a las nostalgias de ausencias y a la memoria de los días y el quehacer de los otros. Un libro para todos.”

Viva brasa
para Rainier

Ya he de volver a recuperar
los signos que en tus manos y tus pies
revelan rumbos por ambos compartidos.
Huellas que trazo a trazo siguen arcanos
aún por descifrar en la escritura.
Lo sabemos, en comarcas remotas
a nuestro asiento, el agua en su fluir
esparce cantos encendidos.
Somos migajas en sus llamaradas.
A tu memoria acudes, yo a la mía,
para reconocernos en las voces,
que en nuestro ser animan las rutas recorridas,
que juntos hemos de emprender.
¿Dónde nos separamos?
¿Acaso reencontrarse es un continuo,
inaplazable retroceder?
La respuesta tal vez la dé el camino.

Santiago de los Caballeros, 14 de julio de 1999

-

Cavernas de la piedra
para Antonio Gil

Aquí en estas páginas confluyen
arenas de remotas soledades.
De esos aires, sólo los pies
reconocen la estela anunciadora,
los trazos que en un punto
devuelven a su centro la luz
y el cuerpo recupera
cada paso estelar.
Sólo los pies y el taconeo despiertan
heraldos de la lumbre redentora.
Sólo los pies transforman
la pena y el jaleo en alegría.

El Cairo, 22 de octubre de 1999

-

De ocultos dones
para Marnia

De pronto, no era el mundo
unos ojos opacos, cuyo brillo oculto
se guardan para verte.
No eran sus manos, la promesa
abierta a la caricia
ni los pies que anduvieron
todos los pasos para reencontrarte
ni siquiera su sangre
fluyendo hacia el encuentro,
ni la respiración siempre anhelante
buscándose, buscándote en el orbe
infinito del ser.
De pronto, era esa simple
simplicidad de ser distinto
a ti, de ser distintos,
simplemente distintos.
Signo, símbolo, eso, sólo eso.

-

Memoria y escritura
para José María, Lola y toda la familia

No sé dónde se inicia la corriente.
Sé que los ríos van
a dar a la mar vida continua.
Desde el Hundson a Tharros
las aguas en sus cursos
trazan cauces y márgenes.
Me faltó ver dónde vuelve a la luz
el río prometido a la amada.
¿Mundo? Mundo le llaman con razón.
Si nuestros ojos pudieran abarcar
la extensión que recorre
sabríamos cuánto nos falta aún
para volver al seno
donde el agua es memoria y escritura
de cuanto obra en la luz.

Bogarra, 9 de agosto de 1999

domingo, 5 de abril de 2009

Mercados verdaderos

El poeta, narrador y ensayista Ismael González Castañer nació en La Habana, en 1961. Textos suyos han aparecido en importantes publicaciones periódicas no sólo de Cuba sino de otros países. En 1997 un jurado integrado por Luis Marré, Sigfredo Ariel y Eugenio Rodríguez le otorgó el Premio David de poesía a su libro Mercados Verdaderos (Ediciones UNIÓN, 1998), merecedor también del Premio de la Crítica. Su segundo poemario, La misión, apareció en 2005 (Letras Cubanas).

Teresa Fornaris, en Cuba Literaria, se refería al poeta en estos términos:

“Ismael observa sus / mis / tus palabras. Ellas dan vueltas y él las caza con el cuidado de un coleccionista, las limpia, cuida de ellas un rato largo y las coloca a modo que pensemos / sintamos que son de absoluto estreno pero que igual nos pertenecen. Ese cuidado/acoplamiento nos asombra.
A partir del contacto con la vida cotidiana descubre el valor lírico de la marginalidad, la poesía en lo común de la existencia, en lo aparentemente trivial o intrascendente, en aquello que no parecía «poetizable».”

Los siguientes textos pertenecen a Mercados verdaderos.

Casa mayor que la imagen

Mi casa es más grande que la imagen;
no sólo la que tengo entre los roquedales,
la de las venas y las vísceras
rojas y maleables,
sino también
la del desdén / casa del fil
y algunos dulces.

Nada va a cambiar porque me vaya
un poco antes o después:
cada día
los hombres nacen con una cigarra.
O con mal.

Perseguir alguna libertad es darse cuenta
de que siempre habrá una franja:
escogí la calma / lento plátano,
diva cargada que obedece
—me obedece a mí— y que me quiere.

Mi casa es y tú no eres. Nadie sabrá. Es mía.
Y tiene algún camión, muy fuerte, para subir
hacia todas las funciones.

-

Edificios

No sé si con la construcción de los distintos edificios
mi amor será más grande,
ni el pecado. Los edificios crecen,
y yo, que estoy con sus proyectos hasta el fin,
miro al cielo y al río,
y me pierdo hacia el cielo / no me pierdo hacia el río.

Si estos edificios se burlaran,
si todos —fascículos / durrens— se burlaran
yo sería un aguador sencillo
que pescara en las nubes
la centuria esencial de los peces del hombre
y el candor
y la velocidad del tiro.
Edificios no me tienen que intuir /
Yo no tengo que influir al mundo.
Créeme, cacé toda la noche
y no hubo santos / cascos, ni dedal.

-

Familiaridad

Vi a mi hermano y a su padre
acostados
en la cama principal,
y a su madre —que es la mía /
fue la mía— laborando.

Vi en la calle a sus vecinos jóvenes,
y a su amigo de un motor
que saludaba rápido;
y la mano delicada de una cónyuge
con familiaridad.
Vi a un pájaro picando
en el suelo una naranja
—Viste al pueblo —dijo Juan;
y, asintiendo, dije: —Vi.

-

Mirar y mirar por la ventana

uno come su pan e ignora al Atacante

No tengo idea de nada
sino del amor que perdí
y no se encuentra
También de la música, sé que es la música;
pero esto no hace
que abandone mirar y mirar por la ventana.

He escrito la frase “mirar y mirar por la ventana”;
pero antes —recuerdo— la ventana era yo,
y el azul del cielo.
Y viajaba en las noches...
y volvía y decía a mi madre:
“He traído un país / El país tiene actores
de esos
que te harían ollantar /
Lo que se proponen sé / Sé que se proponen, madre:
pregúntame ya.”
Escribí la palabra ollantar
sin saber lo que es,
porque sí creo saber lo que pudiera ser;
de hecho, lo que cualquier cosa
en un tiempo adelante
tuviera conversión
es de los Dominios...
No haría falta ser
la ventana para ello,
y a mi mamá en modo alguno
se le hubiera ocurrido preguntar
por lo Por-venir /
ella es la nube ella es el cielo.

-

sábado, 21 de febrero de 2009

Poeta en La Habana

Osmany Oduardo Guerra (Las Tunas, 1975), poeta, narrador y traductor, ha publicado, entre otros libros, los poemarios Cantigas de escarnio (Sanlope, 2000), Poema consciente (Sanlope, 2001), con el que obtuvo el Premio Nacional Décima Joven de Cuba ese año, y Poeta en La Habana (Letras Cubanas, 2005). Este libro le valió una Mención en el Premio Casa de las Américas 2004.

Se lee en la contraportada:

“La Habana suele ser escenario de apasionantes historias y tema recurrente para escritores y artistas. Sin embargo, Poeta en La Habana no es precisamente un canto de amor a la ciudad, sino todo lo contrario. Es un libro de desamor en el que, con desgarradores versos y una mezcla de crudeza, hastío y desencanto, el autor logra desmitificar a La Habana, la convierte en una simple aldea y, al mismo tiempo, la coloca en el centro de sus desasosiegos.”

Dejo aquí una pequeña muestra de tres de las cinco secciones del libro.

(plaza de armas)

Bienaventuradas las palomas
porque a ellas sí les pertenece el reino de los cielos
y con pasos cortos cubren la mirada
de quien se sienta en un banco a desangrarse.

Bienaventuradas las palomas
porque en ellas Dios puso el gorjeo
y no palabras absurdas.

Bienaventuradas las palomas
porque en ellas la inocencia es un pistilo de luz
que nos absuelve.

(de Visitaciones)
-

Oye, rimbaud,
no me digas que la habana es de insurgentes,
no lo grites desde tu ebriedad harapienta
que resume la edad del desamparo.

Una ciudad no es un puente para pedir deseos
a cambio de monedas y lágrimas,
de estrabismos de amor
en el confuso mar de los presagios.

La ciudad es la parte oscura de la lluvia,
una nostalgia que precede cánticos y peces
cuando miradas absorben mediodías
y cuerpos apestan sobre el lodo.

Ciudad es esta puerta inalcanzable
que encuentra su lugar en mis pecados.

Oye, rimbaud,
no niegues que la habana es hembra que seduce
en esta irrealidad de tálamos feroces;
no niegues que te excitan sus bacanales;
no evites mascaradas.
Estoy harto de tu ardid para escapar de la tristeza,
de tu muerte que no se acaba nunca.
Oye, rimbaud, recoge tu resaca madura
en los árboles del prado,
]tu velero que flota en mi abstinencia
y lárgate de una vez
a otra ciudad que te devuelva la melancolía.

(de Intro)
-

La voz de mi madre se escuchaba tan débil
que prefería susurrar mi lejanía.
Le iba a contar mis torpes aventuras
pero no tengo más hazañas que bajar por obispo
cuando la luz se traga a los borrachos varados en la acera,
a los polizones y a otras tantas suciedades.

Le habría dicho, por ejemplo,
que cierta vez confundí a un anormal
con un pez diminuto,
pero no quise que sus canas
se hartaran de mi aburrimiento.

Mientras mi madre en cualquier otra parte
se rascaba su reuma,
su venerable historia y su incompleta sonrisa,
descubrí que me falta mucho para merecer sus senos,
porque todo este tiempo no hice otra cosa
que orinar desde vetustos campanarios,
espantar las palomas de la plaza vieja
y lanzarle monedas
a innumerables ancianos con muletas y perros.

Me dio mucha tristeza porque al otro lado del teléfono
mi madre se quitaba sus cansados ojos
y los limpiaba con el borde del mantel.
Tan cerca y no poder tocarle sus dobleces,
tan cerca y sin un héroe en su existencia,
con más cargas que todas las condenas;
más frágil y más yo
desde este lado del mundo que no es mío.

Me dijo de la lluvia
justo cuando mis palabras
alcanzaban sus manos resecas por el polvo.
Me dijo que llovía
y después no supe si era afuera
o dentro de ella.

(de A las nueve de La Habana)

sábado, 14 de febrero de 2009

La que se fue

Félix Luis Viera (Santa Clara, 1945) es autor, entre otros libros, de los poemarios Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (1977), Prefiero los que cantan (1988), Cada día muero 24 horas (1989), Y me han dolido los cuchillos (1991), Poemas de amor y de olvido (1994), y La que se fue (2008).
De este último título, (Red de los Poetas Salvajes, México) brevísima antología de la poesía amatoria publicada por el autor, dijo Víctor Ibarra en el prólogo:
“La poesía de Félix Luis Viera se convierte en el baño frío caliente que nos seduce en la penumbra, hasta alumbrar, con el rosicler del aliento, la soltura de una flor en el abismo. Una lluvia sensible floreciendo en un bosque que huele a manzanas, a hierbas y tierra mojada, mientras el horizonte es el contorno, a lo menos la sombra, de una mujer; la feminidad poseída, comprendida desde siempre.”
Manuel de Jesús Jiménez se hacía eco de la edición, en Fusión Cultural, en estos términos:
“Los versos de Félix Luis Viera suenan sinceros, en su lectura se nota el esfuerzo vivencial de las palabras. Las imágenes no suelen ser caprichosas ni puestas al arbitrio de la extravagancia, parecen ser playas líricas que muestran un paisaje con un mar más cercano y lejano a la vez.”
Por su parte, Ricardo Riverón Rojas, poeta y coterráneo de Viera, en un artículo a propósito del poemario, señalaba:
“La lectura de los veinticinco textos que integran La que se fue me sirvió para captar, en un breve brochazo panorámico, importantes coordenadas de una trayectoria que, si bien conocía fragmentada, no suponía portadora de la coherencia que el opúsculo confirma. Una vez adentrado en el análisis de los poemas que lo configuran, volví a sentir el desconcierto, y hasta la vergüenza ajena, al recordar con qué tranquilidad algunas valoraciones sobre la poesía cubana —divulgadas tanto dentro como fuera de Cuba— por lo general eluden, con olvido grosero o elegante, a autores y libros que debían ser referencias naturales.”
Los poemas que dejo por acá son, sin lugar a dudas, una excelente muestra.
Dama de la noche
Habita afuera la dama de la noche,
lleva cortinas portátiles prontas
a incendiarse
Tiene rajaduras de estrellas,
va con andar de danzarina, miel
en cada poro,
violines y guitarras en su voz.
Habita afuera la dama de la noche.
Hay que buscarla.
No hay viento ni paredes ni árbol ni adoquines
que no perfume con su aire.
Para los que ahora piensan en ella,
solos y cerrados en la noche,
aviso que está ahí
que habita afuera la dama de la noche,
todos pueden verla fácilmente
pero no vayan a tocarla
porque entonces se rompe
y hay que empezar de nuevo.
(Noviembre de 1979)
-
Casa
Esta es la casa donde no habitamos
Esta es la casa con su jardín elemental,
aquí el librero, la lámpara
a la medida de inmensas jornadas de lectura,
aquí los muebles; en el centro –o ya
no sé si en una esquina, no recuerdo–
un haz de flores (naturales, claro)
Esta es la casa donde no habitamos,
discreta y honda hacia la sangre como un verso,
la casa
donde dos –o tres, ya no recuerdo– niños
ensayan sus colores
Esta es la casa donde no hay un gesto
que no haya partido del amor
Aquí su dormitorio, sus sábanas azules –o
blancas, no recuerdo–
donde no nos acostamos
Esta es la casa que dibujamos de memoria,
la que hoy apenas podríamos (tú o yo) describir,
la que ha quedado
como una semilla rota al borde del camino.
Suerte
que la vida
se hace también de las cosas que no fueron.
(Mayo de 1977 )
-
Distancia
Esta mujer que no sabe nada de Poesía,
que tomaría símil por un nombre clínico,
que daría serventesio por una anguila prehistórica.
Esta mujer que duerme mientras yo me fumo
el último cigarro
convencido de que no he encontrado la palabra
virgen,
mientras yo me pierdo en connotaciones, en
matices,
en la telilla de sangre que cubre cada una de las
infinitas posibilidades de un vocablo,
mientras yo bebo lentamente un litro de sangre
con azúcar y
sigo desafiando a la madrugada, llenándola
de amenazas, estropeándole el sueño a la
madrugada
con el fuego en mis papeles,
esta mujer que encima de eso no se preocupa
por leer los
poemas de mis amigos, ni los míos, y
y desconoce por tanto la llamada o mal llamada
moribundez endecasílaba, la perruna
vida de perro de un verso libre cojo, la
amenazante casicrisis coloquial; pues
no vayan a creer, por eso, que no va con ella
la Poesía, no:
pregúntenle a sus ojos cuando le regalo una
mariposa,
pregúntenle a sus entumecimientos cuando se
asoma un arco iris,
pregúntenle a mi porción de la cama cuando
falto, a sus manos
cuando le envío un papelito desde lejos;
aunque ella piense que eso –eso que siente–
no tiene nada que ver
con un poema, con una imagen que demore tres
años en acostarse con nosotros; más bien
lo que ocurre, amigos, es que así de distante
están a veces el poema y la Poesía.
(Noviembre de 1980)
Ricardo Riverón Rojas - Lo que no se fue - Otros textos

domingo, 8 de febrero de 2009

Sucesiones

La poeta y ensayista Caridad Atencio (La Habana, 1963) es autora de los poemarios Los viles aislamientos (1996), Los poemas desnudos (1997), Umbrías (1999), Los cursos imantados (2000), Salinas para el potro (2001), La sucesión (2004) y Notas a unas notas para L. A. (2005).

De La sucesión, libro que mereció el Premio Dador en 2002, ha dicho la autora:

“La buena literatura es sangre que baja. Todo hombre tiene una novela dentro.
¿Para qué has vivido la vida —tu curiosa vida— si no es para contarla? Lo decía el poeta, la misión: dar testimonio. Ante la imposibilidad de un cuerpo fluido de ideas como los que pueblan los textos narrativos, pongo en claro mi vida por medio de una prosa cortante que entreteje, más que momentos, sitios extraños de la memoria y la intuición. Vienen los seres. No persigo otro fin. Los sucesos, las criaturas que pudre el pensamiento son eternos y los designo. Pretendo con la mente repoblar impresiones, azares, atavismos. Cada vez que lo pienso, vuelve a existir. Quizás aquí se cumpla aquello del padre que obliga a su hijo: «Como se inclina una rama, así se inclina el árbol.» Así como ves el mundo, eres por dentro.”

Los siguientes textos pertenecen a ese poemario. El número entre paréntesis indica la página en que aparecen.

(81)
Cada uno de nosotros proyectaba la imagen del país en límites pendientes. Un extremo nos marca. La ignorancia también nos hunde la imaginación. A dónde vamos, sosteniendo ridículamente el rastro de una punta. La magnitud raída ascenderá. Cómo adentrar el diente en la otra carne cuando aprietas tus labios con horror.

(91)
Un modelo para no responder. Un nombre para que los demás oculten su ignominia. Da rabia y paz que sirvas de alimento. Me hincho del muerto no para pregonarlo inútilmente. ¿Puede darme impotencia asir la música? ¿A qué degradación, por lo que reproduce, podrá llegar el pensamiento? Nada que penda sobre ti. Quedar sobre las voces como un reflejo vano. Sordo crujir del espinazo de los elegidos, ¿llegaremos alguna vez?

(97)
Por el cordón más íntimo voy entrando, y lo contemplo todo como espejos que hasta ayer me engañaban. Corre a la sed que no se espía. Como dejar los ojos ante el ritmo eterno de unas llamas. Así sin que sepan de mí diré mi nombre. Sin saberlo, todo el tiempo viajaba hacia la tempestad. Se entierran mientras vagan. Buscan algo que nunca arrancarán y que no existe. En la memoria una mano que oprimía un reloj, un animal hecho un arabesco en mi mano.

(99)
El insecto lleva una terrible corona y una mano que penetra en tu cuello. Sus alas ocupan todo el fondo. Sus patas son fémures quemados. Un aura presa en los horcones del espíritu. Aquí tienes mi cuerpo servido, contra la concha de mi voluntad.

domingo, 1 de febrero de 2009

Odette abre la puerta

La copiosa obra de la poeta y narradora Odette Alonso Yodú (Santiago de Cuba, 1964) incluye, entre otros, tres poemarios publicados en Cuba: Enigma de la sed (Caserón, 1989), Historias para el desayuno (Holguín, 1989) y Palabra del que vuelve (Abril, 1996), y varios títulos publicados por diversas editoriales de España, los Estados Unidos y México, país donde reside desde 1992.
Entre esos libros quiero mencionar especialmente Cuando la lluvia cesa (Madrid, 2003), El levísimo ruido de sus pasos (Barcelona, 2006) y el que le valiera el Premio Internacional de Poesía “Nicolás Guillén” en 1999, Insomnios en la noche del espejo (México, Instituto para la Cultura y las Artes de Quintana Roo, 2000).
De estos últimos poemarios son los textos que incluyo a continuación. Una muestra mínima, es cierto, pero a mi juicio altamente representativa de la poética de esta apasionada mujer. Una literatura de transparencia envidiable. No hay medias tintas ni tabúes aquí; se llaman las cosas por sus nombres. La puerta que abre ese desenfado, esa total libertad para desnudarse (y desnudar) puede conducir a sitios insospechados o prohibidos en cuerpos y almas y en toda la nostalgia que pueda interponerse. Habrá quien se arranque los ojos para no mirarse en semejante espejo. Y quien se incruste feliz entre estas líneas. Unos y otros, de acuerdo: ¡es muy poeta esta mujer! Nadie, ni en broma, pensará después cómo callarla.
La leyenda del pez
En la boca del pez está el elíxir
la prístina mentira de las aguas
la espuma mimética bandera.
Hay un pez que persigue mi silencio
mínimo pez que esconde sus burbujas
el oxígeno impuro de sus branquias.
Hay un pez fuego dipsómana criatura
que arrastra al mar mis últimos instintos.
En la boca del pez está el veneno
inevitable elíxir
que me hará regresar a los anzuelos.
(De Cuando la lluvia cesa)

-

Tatuajes
La punta de la lengua dibuja el redondel
una esfera de fuego
un tatuaje liminar sobre tu vientre.
La punta marca el triángulo
el círculo primario
la ranura de luz donde luego se hunde
el cántaro de lava
la eclosión.
(De El levísimo ruido de sus pasos)

-

Caja de música
A Veleta. A Piri
Alza la tapa.
Escucha.
La música será como un alivio
como un bálsamo azul
como un portazo y luego este silencio.
Los amigos se fueron
perdieron el camino y los recuerdos.
Sólo queda esa música.
Alza la tapa y oye.
Piensa que ellos han vuelto y empujarán la puerta
que traen los rones viejos y la inconformidad
que bailarán de nuevo aquella melodía

aunque no sea igual
aunque no lleguen nunca
aunque alces la tapa y no suene la música.
(De Insomnios en la noche del espejo)




sábado, 17 de enero de 2009

Como casi nadie sabe

El poeta Carlos Barrunto (Holguín, 1952), alternó durante años la labor docente con el trabajo en la radio. Su obra, que ha merecido diversos reconocimientos, ha sido publicada también en revistas literarias no sólo de Cuba sino de España y de otros países de América Latina. Vive en los Estados Unidos desde 1992. Desde allá me ha hecho llegar su poemario Como casi nadie sabe (Editorial Silueta, 2007). Acerca del mismo, ha escrito el poeta Manuel García Verdecia:
“En lenguaje desnudo pero certero, con construcciones breves, directas, sin rebuscamientos ni oropeles, pero con la belleza del que llega a la médula de las cosas, nos da un puñado de versos que, de cierta manera reedifican aquellos que le conocía. No es casual que en su “Poética” rechace la pose, la pedante literaturización de la vida y prefiera esta en su desnudez y verdad, en su movimiento y criaturas más palpitantes. Poesía no es adornar ni bonitizar. Es ver con ojos limpios la médula más exacta y perdurable de la existencia. Aquí están muchos de los molinos de viento y obsesiones que nos hechizaron de jóvenes. [...] En sus textos es el eros galante el que predomina. El poeta una y otra vez enaltece al objeto de su devoción y goce. Poesía del fervor amoroso más que del acto en su cumplimiento sensual. Es el cuerpo de la amada el aleph donde se realiza todo sacramento y toda poesía, la más exacta certeza. [...]En fin, no hay poema que no someta al lector a un temblor, a una tensión, a una revelación de un destino golpeado pero sentido.”
De Como casi nadie sabe son estos hermosos, impecables poemas:

Bajo una luna altísima

Por las calles de mi país
anda mi camisa ardiendo.
Aún no encontré el modo de apagarla.
No sé como decirle
basta
cuando se pierde en los zaguanes de la noche,
bajo una luna altísima.
Talla M, ni más ni menos;
amable, romántica, liberal,
mi camisa
enemiga del safari y la guayabera moderna,
mi camisa
como una flor ciega atravesando el yerbazal.
Tú la has visto:
el cuello suelto y la espalda rota.
La misma camisa
sobre la cual bailaste Here, There, and Everywhere,
mientras soñabas que seríamos eternos.

Conmigo partió de casa una mañana,
muy sola,
y nunca pudo volver.

Parque San José

Los amantes pulsan sus dagas
y se hieren para siempre
sobre un banco que el destino devora.
Dos copas, puras
como los ojos de Dios,
se vierten en la antigua madera.
Una gota de sangre empaña la luz,
y el arpa que escuchas es tan sólo
un niño perdido entre sus brazos.

Amantes, desperdicios
que la ciudad lanza al viento eterno
como si nunca hubieran sido
carne, ruego y pasión.

Acaso ellos mismos aún no sepan
que hasta aquí volverán cierto día,
procurando un pañuelo de oro,
alguna esmeralda oculta en los laureles.


Foto de José Luis Tassende (26-07-53)

Yo he visto fotografías deslumbrantes.
Fotos de pájaros y de selvas soñadas,
de hombres que partieron como pájaros
y de fabulosas batallas;
pero nunca una fotografía como ésta.
Ella me sobrevive
y se burla de mí en cada una de las edades que padezco.
Por ejemplo, antes, cuando apenas
me levantaba una braza del suelo,
él era mi padre o tal vez el tío predilecto.
Ahora, cuando mis manos crecieron
y tengo ya unos cuantos saltos mortales,
prefiero que sea mi hermano,
el quimérico, audaz, incorregible hermano
que no tuve.
Mañana supongo que entonces podrá ser mi hijo.
Como quiera,
no hay dudas de que se trata de una foto importante.
Cuando la miro a veces
un viento muy suave desordena mis papeles
y entonces yo amanezco boca arriba,
feliz,
tendido sobre la tierra tibia.

Tienda de ilusiones

He levantado una tienda
para vender ilusiones.
Tengo mariposas, corales,
aromas de Bizancio,
increíbles insectos devorados por la dicha.

Del otro lado del mundo
tú miras los relojes,
abres un libro en la luz
y me recuerdas.

Yo vendo fantasías
y de algún modo soy feliz con mi suerte.
Ya nada me sujeta bajo los toldos lejanos.
Ya nada me juzga entre las hojas perdidas.

La obra reproducida en la portada es del pintor cubano Heriberto Mora.
Manuel García Verdecia – Como casi nadie sabe

miércoles, 24 de diciembre de 2008

De sueños y gritos


Maribel Feliú (Holguín, 1963) ha recibido varios reconocimientos nacionales tanto por su obra poética como por la narrativa. Y ha sido incluida en diversas antologías no sólo en Cuba sino también en el extranjero.

Suyos son estos dos poemas que un amigo común, Luis Yussef, me hizo llegar hace ya un buen tiempo y que he guardado como reliquia invalorable para actualizar Arco y Espuela por estos días.

Evocadora voz la de esta mujer; voz desde un silencio redibujado a gritos; gritos que ya nadie podrá retener: por la necesaria libertad que claman, porque crecen como aguas incontrolables palabra a palabra.

Y el destino del agua, se sabe, es desbordarse. Arrasar.

UNA TAZA DE SUEÑOS

Katherine Mansfield ofrece una taza de té,
la muchacha debe escoger entre las flores
del jardín Wellington
o la incertidumbre de cada día.
Será una muchacha escurridiza
con la misión de ahuyentar el polvo de otros veranos
cuando el terror invade su casa
y una mancha negrísima colme el rostro de su madre
El aire vigoroso teje las noches
de una ciudad que desata abanicos
y acaricia las entrañas
valientes de dos almas semejantes a la realidad.
La amante no optará por la partida
La belleza aterradora purificará la piel y oprimirá las aguas.

La muchacha escurridiza es llevada a Curzon Street…
Aquí Philip no podrá retener
esas manos que un siglo después
inundan el tiempo de otra muchacha.
Una mínima reverencia
y se amarán dos cuerpos inocentes
que en comunión perfecta han de beber
una taza de sueños.

VOCES DESDE EL SILENCIO

La navidad está hecha
para venderse
Reina María Rodríguez
Fin de año,
cabezas ruedan hasta mis pies
melancólicas infantiles
intentando alejar el mal de fondo.
En las calles el aceite de girasol vertido
y un tren descarrilándose en una misma dirección,
la carne teñida del color (individual)
y apremia el combate (colectivo)
después será el regreso a una persecución
ilimitada, imagen en dos tiempos.
En el rincón los santos castrados.
No basta arrodillarse largas horas y pedir. Gritar. Gritar. Gritar.
Fin de año, un aullido mudo comprime
a las voces que desde el silencio claman en su ilusión
de pobres diablos. Fin de año, un día cualquiera
que prefiero borrar de un zarpazo
poniéndole sabor a la olla colectiva,
la olla de restaurar las amarguras,
un mundo hecho de sangre congelada.
Fin de año, a través de cartas polvorientas
observo el viejo truco, enciendo un cigarrillo y abrazo
mi libertad pequeñita.


domingo, 14 de diciembre de 2008

La otra mejilla

Entre los libros publicados por Belkis Cuza-Malé (Guantánamo, 1942), se encuentran El viento en la pared (1962), Los alucinados, Cartas a Ana Frank, Juego de damas, El patio de mi casa y más recientemente La otra mejilla (Ediciones ZV Lunáticas, París, 2007).
El también poeta Armando Álvarez Bravo, en una reseña de La otra mejilla publicada en Linden Lane Magazine, escribió: “La andadura de Belkis por estos mundos no ha sido fácil y ello, desde el núcleo y los prismas de la poesía, puede generar una obra en que la gravitación de la tragedia y el dolor, del sentido de la pérdida y el desarraigo, y toda una serie de sentimientos propios de tiempos difíciles, hagan que se escriba una poesía que, descontados sus valores estéticos y formales, esté dominada por el tono de la oscuridad, de la tristeza y la negatividad de la mirada. Una poesía que es pura desgarradura.”
La otra mejilla
, “un libro escrito mayormente en los años sesenta y pico y setenta en Cuba”, según palabras de la autora en entrevista publicada en Efory Atocha, “... tiene, sin renunciar a la veracidad ni a la memoria, —a juicio de Álvarez Bravo— un tono que puede designarse como jubilar. Y aquí debo precisar que jubilar no implica una entrega sin peros, sino una apertura con toda la carga que define el espíritu del poeta, y que se vuelca con suprema naturalidad, con el lenguaje más directo. De igual suerte, es un discurso que abordando el registro que va del extremo de lo positivo al de lo negativo lo hace comunicando una notable satisfacción de estar. Esa satisfacción es expresión de profunda, asimilada alegría que se comparte. Ese es el espíritu de este poemario de Belkis.”
Con ese mismo espíritu dejo aquí estos cinco textos de La otra mejilla. Convencido de que en algún punto del paisaje que bosquejan, entre sombras y árboles, entre luces y trenes y otros espectros, habrá espacio aun para que el más escéptico de los lectores por fin se reconozca. Y agradecido se sonría. O se borre.

La patria de mi madre
Mi madre decía siempre
que la patria era cualquier sitio,
preferiblemente el sitio de la muerte
Por eso compró la tierra más árida
y el paisaje más triste
y la yerba más seca,
y junto al árbol infeliz
comenzó a levantar su patria.
La construía a pedazos
(un día esta pared, otro día el techo,
y a ratos, huecos para dejar colar el aire).
Mi casa es mi patria —decía—
y yo la veía cerrar los ojos
como una muchacha llena de ilusión
mientras escogía, de nuevo, a tientas
el sitio de la muerte.
Jagüey Grande
Una vez atravesamos ese pueblo,
pero allí no había altas figuras pálidas
y en la estación de trenes
giraba el aire en torno a un jagüey.
El polvo nos devoraba;
convertidos en nube de moscas
atravesamos sus calles limpias
y junto a la farmacia
fuimos embestidos por seres de aluminio
o de algún metal desconocido.
Dulces reproches de difuntos.
Olía a cal este pueblo,
a naranjos, pero no vi su flor por ningún lado.
Se componía el paisaje de grandes tazas de café
y un potrero por medio.
Eso era todo.
Paisaje del olvido
¿De qué estarán hechos
esos árboles y esa gota negra de cielo?
Débil gorjeo del pájaro-esqueleto
apresando objetos
en los que el énfasis es el movimiento de la mano,
el cabeceo de unos ojos
por donde asoma
mi mirada intrigada,
caprichosa, boquiabierta.
El mar de la noche no tiene regreso,
pero me aferro a esa rama,
al gritico del tren nocturno,
y cuando es inútil la espera,
alguien metió la mano en el paisaje,
subió los tonos azules,
enredó el dorado de la hierba.
¿Acaso no me faltan también
los ojos y el prendedor del pelo?
Tema para Goethe
Otra vez
el cielo es verde
más verde que nunca
y la noche se ha puesto carmelita
y la luz que se cuela por debajo de la puerta
es mi luz
no la de Goethe
mi luz con flores de vicaria
una luz que me mira
que me envuelve
en su capa de capitán valiente
oh luz de los cielos
oh luz de los que ríen
oh luz apagada de pronto por la mano del viento
oh luz sin luz
oh
Quieren que cante
y canto
a esta luz que me quema los ojos
a esta luz mi luz tu luz
sin esperanza
De la naturaleza de la vida
Siempre hay un hombre pintando
la puerta de la casa,
una mujer recortando el césped,
un viejo subiéndose al techo del garaje,
un oso de hierba metiéndose en el patio,
una cabeza decapitada por la luz
estallando en llanto,
un automóvil pisoteando los instintos,
un ametrallado en la noche
y estoy yo y están mis hijos
y cuando despierto
la luz es de otro mundo
y la tamiza la leve inquietud
de entrever a ratos
un paisaje verdadero.

sábado, 22 de noviembre de 2008

El único hombre


Rafael Vilches Proenza (Vado del Yeso, Granma, 1965), poeta, narrador y promotor cultural, es autor de Ángeles desamparados (novela, 2001), Dura silueta, la luna (poesía, 2002), ambos publicados por Ediciones Bayamo, y del cuaderno El único hombre (Ediciones Orto, 2005), por el cual recibió el Premio Nacional de Poesía “Manuel Navarro Luna” de 2004.

El jurado que le otorgó la distinción, integrado por Pablo Guerra, Alejandro Ponce y Omar Parada, para justificar su elección, habló de oficio, madurez poética, fuerza confesional, alto valor estético en cada verso.

Dicho con sus propias palabras, El único hombre es libro “de un dolor personal”. Libro acuchillado, degollado por soledades, por silencios, por muertes... Por eso mismo, acaso, vital como pocos: del primer texto donde el poeta se desgarra hasta la deslealtad, a una última página donde le augura (al padre) cómo será el día que sepa que fue el único hombre a quien amó.

Estos textos pertenecen a ese libro.
Sin las manos de mi madre
No me mires
Me ciega la luz que te rodea cuando amas
Teresa Melo
No aprendí a tejer con las manos de mi madre
ni a beber con tus labios
aquellas noches de Santiago
donde abrimos el fuego a nuestros cuerpos
la noche se instaló con una luz distinta en tus ojos
no eras Estefanía ni Teresa forastera de mis sueños
escribiendo las calles de Santiago
con la voz en mi piel
rallando los faroles en mis manos
un grito por mi cuerpo
que adoraste hasta la madrugada
el vino fermentado en la sangre
sentados a la puerta de tu casa
con la adolescencia en pretérito
un brillo infausto brincando en el fuego
sin haber visto Puerto Montt ni París
Yo que estoy maldito
puse el veneno de mis días en tu danza
y comencé a tejer
la muerte sin las manos de mi madre.
Háblame
Prende a la noche cascabeles
que anuncien
la entrada triunfal
háblame de la encina y el olivo
el mar golpea mi costilla
en esta ciudad que se abstiene
y se desnuda de mí a su antojo
yo que soy un tipo triste
canto cuando una mujer se va
y lloro al regreso de la llovizna en los cristales
donde escribo tu rostro
ese olor a guayabas en la canasta
en que acostumbramos depositar nuestras lágrimas
háblame de la hora los pinos
los parques el tedio y la locura
de mis padres
la soledad la muerte que me acosa
siempre estoy huyendo de todos
de ella que fue el calor en mi costado
la casa la ciudad
mírala con un solo golpe de ojo
poémala
luz
háblame
estoy malversando este silencio
Después que él habla
Con las palabras que ama mi padre
puedo cavar un silencio
la soledad al margen de un discurso
con la cabeza rebotando en las paredes
a la par del corazón
Él fue calma muro
yo receptor de sombras no vi la luz
sí la espada haciendo círculos
Con las palabras de mi padre
puedo escribir silencio
no ver el parque no decir luna
ver los perros morder mi soledad despacio
Habla a contraluz
llora su mudez en un cuadrante
ahí mueren sus antepasados
ahora se degüellan en mi lengua
donde canta el silencio de mi padre.

sábado, 1 de noviembre de 2008

El rostro, la máscara, etc.

El poeta y pintor José Pérez Olivares nació en Santiago de Cuba en 1949. Desde 1982, cuando apareció Papeles personales, hasta la fecha, ha publicado una docena de libros de poesía. Su obra, además del “Premio David” (Cuba), por ese primer libro, y el “Premio 13 de Marzo” (Cuba, 1985), por A imagen y semejanza, ha recibido los premios internacionales “Jaime Gil de Biedna” (España, 1991), por el poemario Examen del guerrero, el “Rafael Alberti” (España, 1993), por Cristo entrando en Bruselas, y el “Renacimiento” (España, 1998), por Háblame de las ciudades perdidas.

De Examen del Guerrero decía el editor:

“...nos ofrece un dominio del verso poco común y una utilización de la palabra como arma poética tan magistral como lo es en sus maestros Lezama Lima o Eliseo Diego.

Esta poesía culturista, llena de efectos visuales y pictóricos, recorre el libro y hace que el lector quede retenido en la magia singular de la escritura de José Pérez Olivares.”

José Luis García Martín, en su reseña de Háblame de las ciudades perdidas, publicada el El Cultural, señalaba:

“Culturalista, meditativo, a ratos aparentemente coloquial, siempre muy literario, Pérez Olivares es posible que suene a consabido al lector apresurado, como al espectador apresurado le pueden parecer iguales tantos cuadros clásicos con el mismo asunto religioso. La personalidad y la verdad están en los matices, en las sutilezas de la dicción y la visión del mundo.”

El rostro y la máscara (Ediciones UNIÓN, La Habana, Cuba, 2000), por su parte, se presenta al lector con estas palabras:

“El valor de los signos, la plenitud del diálogo / el sabor / entre falso y misterioso de la palabra hacen que este universo fabulado descubra el verdadero rostro del Hombre, al dejar caer esa máscara que muchas veces le impone su andar cotidiano, y no le permite mostrar toda su identidad.
La mirada contemplativa del poeta, su reflexión sobre la contemporaneidad —el propio devenir histórico—, establecen un diálogo con el tiempo, clamando por aquellos valores amenazadas en los umbrales del nuevo milenio —amistad, unidad, amor...—, precisos para
que nunca se cierren [...] las puertas que abrió el viento.”

Carlos Alzugaray, en ocasión del Premio de la Crítica, se preguntaba: “¿Qué es lo característico de El rostro y la mascara? La angustia expresada con eficientes recursos artísticos -de quien se sabe depositario del secreto de la belleza, como Prometeo se sentía guardián del fuego; la misma belleza que debe avivar en las marmitas, buscar denodadamente y, a toda prisa, como corresponde a una sustancia explosiva, pasarla a los congéneres. En medio del intenso y riesgoso ejercicio que constituye mudar la piel a la vista de todos, el artista nos recuerda que “la sagrada perfección” sólo se consigue desde una entrañable eticidad, impermeable a los vaivenes pendulares de lo oportuno.”

Estos dos textos pertenecen a El rostro y la máscara.

TRES ELOGIOS (fragmento)

1. Del ojo ciego

No está tan ciego el ojo que no ve
como el ojo que ve y no mira.
No está tan solo en su ceguera
quien ve nacer dentro de sí
una débil y misteriosa llamarada.
Llamemos ciego
al ojo que pasa de largo frente a las cosas.
Apiadémonos de su incapacidad de ver.
Musitemos junto a su oído:
“esto es un árbol”, “esto es una rosa”.
La ausencia de visión
no es ausencia de la capacidad de ver.
Ven los videntes, los demás miran,
los demás creen ver.
Y confunden una rosa con la rosa,
confunden un árbol con el árbol.
Apiadémonos de los que no tienen ojos
para leer las hojas de un árbol,
de aquellos que confunden la rosa
con el perfume que emana de ella.
Apiadémonos del que tantea un objeto
y lo confunde con su forma exterior,
y cree que todos están hechos
con la misma irremediable materia.
Apiadémonos del que olvidó la infinita forma
de la forma,
apiadémonos de la oscuridad que reina
en sus pupilas.
El secreto no está en la imagen, sino en ver.
La verdad no consiste en percibir,
sino en el acto de posesión.
El ojo ciego se ríe del ojo que no ve
porque en la oscuridad ve mejor las cosas.
La oscuridad es la meta de todo verdadero vidente.
La noche, la eterna noche
es sustancia de la luz.

-

Cualquier puerta
indica la existencia de dos verdades:
una tuya, otra mía.
Allí, en el umbral, se tejen leyendas,
los caminos se entrecruzan,
se explican y naufragan
los secretos.
Una puerta va hacia el sur,
otra hacia el norte.
Una se abre
hacia el camino del este,
otra hacia el oeste.
Si llegas a caballo, desciende y pernocta
en esta posada.
Los que va a cualquier parte,
o regresan cansados,
se sientan a escuchar
cómo el viento hace batir las puertas.
Tal vez tratan de escuchar algo más,
una voz que diga: “el verdadero camino está al norte”.
O bien: “el que debes escoger
queda al sur”.
A lo mejor tienes más suerte que yo
y descubres, a tiempo,
que no existen caminos, sólo puertas:
puertas falsas y verdaderas,
abiertas día y noche,
golpeadas por la lluvia,
podridas por el invierno,
resecas por el verano.
Quizás no existan puertas
sino pequeñas y absurdas verdades,
laberintos
donde irán a extraviarse tus pasos.
Si llegas a caballo, desciende
y pernocta aquí.
Es bueno meditar antes hacer un largo viaje,
mirar hacia la encrucijada de caminos,
lanzar una moneda al aire.



lunes, 13 de octubre de 2008

Hacia la luz


El poeta Ricardo Riverón Rojas nació en Zulueta, en 1949. Dos de sus libros publicados, Y dulce era la luz como un venado (1989) y Pasando sobre mis huellas (2001) fueron premiados en sendos concursos literarios en Cuba. Ha publicado, además, entre otros, Oficio de cantar (1978), Azarosamente azul (2000), Memoria de lo posible (2004), y Bajo una luz que no existe, aparecido en 2005.
Este último poemario, como se indica certeramente en la contraportada, “...es un conjunto armónico que se nutre de temas populares y cotidianos. Riverón se renueva en la forma y en su esencia. Cambia el metro, la rima, las estrofas y diversifica los asuntos. El resultado es un atado de cuidada factura que se materializa en sugerentes y fluidos poemas donde conviven y dialogan intenciones antagónicas y, por momentos, paradójicamente unitarias. Valiéndose de la paráfrasis y la alusión el poeta retoma, como en sus libros precedentes, elementos sustanciales en el discurso de autores de distintas filiaciones estéticas para aportar su marca de identidad —muy cubana e inquietante— en el rico concierto de la tradición decimística iberoamericana.”

Dejo aquí una muestra; mínima, es cierto, pero fehaciente.

Penélope


Tanto tiempo los ojos del ausente
fueron los mismos de la madrugada
que un día confundiste su mirada
con la errática luna del poniente.
Cruzaste sigilosa entre la gente
(destejidas, atrás, todas las telas).
Entre insomnes y tontos centinelas
escapaste, Penélope, cantando
y el cielo estuvo de tu parte cuando,
cansada de esperar, izaste velas.
Todo y nada

a mis hijos

Es imposible que les diga todo,
pues todo, para mí, es bastante nada.
Tal vez todo no es más que una mirada
para entendernos de distinto modo.
Nada es la carne —que se vuelve lodo.
Todo es la muerte —que nos desintegra.
El Todo de La Nada es esa negra
memoria de la paz en que nacimos.
Con sólo algo de la luz vivimos
y con bien poco el corazón se alegra.

Encrucijadas

Alguna diferencia sé que existe
si la noche se mancha con el día.
Ignoro si al decir melancolía
digo feliz y entienden que estoy triste.
A naufragar mi alma se resiste
aunque, al final, deba cargar la cruz.
No puedo ser el que, espantado, sus
ojos sepulta ante el primer reproche,
y al tragarme los huesos de la noche
camino, sin pensarlo, hacia la luz.

domingo, 5 de octubre de 2008

Virgilio era verdad



El dramaturgo, narrador y poeta Virgilio Piñera (Cárdenas, 1912 – Ciudad de La Habana, 1979), publicó en 1969 una antología personal de su poesía con el título de La vida entera. Casi una década después de su muerte, en 1988, fue que apareció Una broma colosal, donde se incluyeron textos escritos en los últimos años de su vida. En 1998 fue publicado La isla en peso, compilado y prologado por Antón Arrufat, quien se expresa acerca del premiado autor de Dos viejos pánicos (teatro), en los siguientes términos:

“No sólo Virgilio Piñera es el narrador y el dramaturgo que conocemos, que conocemos más deficientemente de lo que creemos o suponemos, sino un altísimo poeta, uno de los grandes poetas latinoamericanos. De la llamada generación de Orígenes, Lezama Lima y él constituyen las mentalidades más originales. Y resulta curioso que quien, como Piñera, apenas publicó su poesía, se refugió en la sombra, dejándole el campo libre a Lezama, su gran antagonista, y quizá murió dudando de su valor, aparezca hoy y para siempre junto a Lezama, equiparado al gran poeta de Enemigo rumor. Así de veleidosa es la poesía. Así de imprevistas son las consecuencias de las valoraciones que hacemos de un poeta desconocido.”
Los dos poemas que incluyo aquí aparecieron originalmente en Una broma colosal.
Isla

Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?

1979

Un duque de Alba

A Lezama

Por más de veinte años
un duque de Alba
permaneció echado en su cama.
Entre la mugre de sus detritus
y la lepra de un amor desdichado,
veía salir el sol y ponerse,
veía, como una tumba más, la noche.
El aire mefítico que respiraba
mezclado venía con la fragancia
de los azahares de su amada.

A este duque de Alba, tan feliz,
lo envidiamos noblemente,
nosotros, en edad asolada
por la tecnocracia y la desconfianza.
Este duque de Alba tenía un solo
pensamiento, una idea, pero suya.
Lo iba gastando,
y al mismo tiempo enriquecía.
Pero nosotros, en varias camas,
con mugres y millones de lepras,
entre tecnologías dictatoriales,
planes y simulaciones,
ya no sufrimos nada.
Nos permiten tomar pastillas,
y callar.

1972

domingo, 21 de septiembre de 2008

Saga de Odiseo


Mi amigo, el poeta y narrador Manuel García Verdecia (Holguín, 1953), ha publicado, entre otros volúmenes, los poemarios Incertidumbre de la lluvia (1993), Hebras (2000), Meditación de Odiseo a su regreso (2001) y Saga de Odiseo (2006), que recoge una selección de los tres libros mencionados.

En la contraportada de este último libro, editado por el también poeta Roberto Manzano, se lee: “Atento a las vueltas e impulsos de las circunstancias que sujetan a los hombres, el poeta denuesta o encomia esos giros hondos, configuradores de lo que es una vida. La nostalgia, el gozo de los pequeños sucesos cotidianos, los zunchos con que nos apresa la parte negativa de esa cotidianeidad, generan estados de ánimo que encuentran expresión viva en el versículo, en la línea melódica, en la cadencia desembarazada.

Una singular estimativa del mundo, una pasión sabia que gobierna la mirada, caracterizan el contenido que aquí se despliega. Todo individuo atento a su discurrir más indiviso, encontrará aquí resonancias de su drama íntimo.
La poesía de Manuel García Verdecia posee una densidad simbólica y una madurez expresiva incuestionables. En la polifonía actual de la poesía cubana, su voz tiene sitio de honor e inconfundible timbre expresivo.”


Estos poemas son de Saga de Odiseo.

anotaciones de viaje

inmerso en el atlántico
soy el almirante de la mar océana
una nao de ilusiones mi santa maría
nada queda ya por descubrir
ni exóticas islas ni lindes del planeta
tampoco el paraíso en la tierra
entre piélagos de esperanza navego
no busco brillos para mi nombre
no ansío alcurnia para mis descendientes
ni la promesa de un cómodo puesto cenital
ni sonrisas ni palmadas de dioses en mi espalda
sólo sentirme un átomo más de la creación
a medio camino entre el océano inacabable
y el firmamento profundo de estrellas
una parte aire otra agua
ave y pez en esta maravillosa trama
no hace falta rodrigo de triana
nadie busca tierra alguna
navegar es la aventura.

(8/08/90
(de incertidumbre de la lluvia, 1993)

-

la piedra

la piedra un día y otro día
horada y gana su espacio
impone el peso de su virtud
sabe que no es aire ni agua sino piedra
y pulveriza la gota que se afana
quiebra las uñas con que embiste el viento
la piedra es un ojo que vela
nada la inquietan el camuflaje del tiempo
ni el remolino de hojas a su lado
voz con que se anuncia el muro
primera sílaba del camino
el trueno la lluvia le resbalan
el pisotón le da lustre
y el golpe del acero la hace luz
la piedra es más piedra en la fijeza.

09/11/97
(de hebras 2000)
-
gnóstico


era un niño boquiabierto
que le quitaba el celofán al mundo
dulce que saboreaba con esmero
yo no era yo sino adán en su jardín
a cada paso se anunciaba un misterio
el río que escapa raudo a saber dónde
el arpa inigualable del sinsonte
el acarreo de las hormigas
fundando góticas ciudades
los gemidos del mar y del viento
ocultos en el arca de un caracol
la ingeniería de las abejas con
las flores donde sueña el ansia de la tierra
el desafío del aura contra el aire
el arco iris y sus colores
que nunca logro remedar con mis lápices
las estrellas centavos de plata
relumbrando en la noche del aljibe
tanta vida bullendo bajo el tronco muerto.
luego en mi casa iniciaba otra aventura
andar y andar senderos blanquinegros
que llevan a lugares donde vuelan
alfombras los molinos se tornan gigantes
y ocurre siempre aquello que uno sueña
buscaba sin saber algo innombrable
que decían los adultos poseer
y yo no más era un niño
el tiempo empecinado no oye ruegos.
muchas veces las llamas del otoño
han desnudado el almendro del patio
siempre una verde bondad lo restaura
ahora la boca sólo abro
para beber comer y decir palabras
milímetro a milímetro medidas
los ojos todavía un gavilán hambriento
y aquello que buscaba aún no lo encuentro.

abril de 1977
de meditación de odiseo a su regreso, 2002)

sábado, 13 de septiembre de 2008

Balada de un tambor

Jesús Cos Causse (Santiago de Cuba, 1945-2007), publicó, entre otros, los poemarios Con el mismo violín (1970), Las canciones de los héroes (1974), El último trovador (1975), La isla y las luciérnagas (1981), El poeta también estaba en la fiesta (1999)...
Con Balada de un tambor y otros poemas, un jurado integrado por Carlos Martí, Raúl Luis y Jesús Orta Ruiz, le otorgó el Premio Julián del Casal de poesía de la UNEAC en 1983.
En una nota a raíz de su muerte, el también poeta Reynaldo García Blanco escribió: “Viejo y amigo Cos Causse ten presente que se ha de volver a la secreta comunión de las palabras para comprender, de una vez y por todas, que el estado natural del hombre es la poesía.”
De Balada de un tambor y otros poemas son estos dos textos:

Elogio a Jorge Hidalgo

A las doce de la noche,
los cimarrones y los güijes
se escapan de los cuadros de Hidalgo.

Entonces comienzan a bailar alegres
con el tam-tam tam-tam de los tambores
una danza de combate y de libertad
y beben un vino que a esa hora la luna
coloca con su humedad en el rocío
y cantan hasta el amanecer en que
regresan
a su silencio azul, a su inocencia trazada,
en fin, a su cárcel de colores.

Me preocupa, de verdad, que un día se
rebelen
y el güije, borracho y guerrero, salga del
dibujo,
y el cimarrón, armado de un pincel,
desaparezca,
y que al llegar Hidalgo, sorprendido,
descubra
un tambor entre llamas y los cuadros
vacíos.

Madrigal para Migdalia

Tan antiguo como el cofre donde una
mujer guarda y vigila
una carta secreta y el retrato de un
místico enamorado.
Eterno como el taburete del viejo, ahora
vacío en el cuarto,
como el bastón con el cual se apoya en la
muerte todavía.

Así el amor: campánula, relámpago,
lámpara, luciérnaga,
barco que navegando a la deriva
encuentra una costa en el Caribe.

A fuerza de recordarte siempre ya sé
tallar
tu rostro de memoria en la madera y en
la piedra.
A fuerza de esperarte tanto salta una
fuente del fondo
de la tierra y sus aguas peregrinas me
persiguen y
desembocan en el Danubio, en el Níger,
en el Mississippi.

A fuerza de soñarte un tambor me
despierta al alba
y mis ojos descubren sobresaltados el
mito que me contaron.

Uno quisiera entonces inventar la lluvia,
construir un tren y una estación en el
otoño,
y esperar la ternura y la vejez en la
ventana.

Así el amor:
un cofre con un recuerdo muy querido,
un taburete para sentarse a pensar,
un bastón para sostenerse en el tiempo.

domingo, 31 de agosto de 2008

Un ejercicio al aire libre

Nara Mansur Cao (La Habana, 1969) es poeta y dramaturga. Su primer poemario, Mañana es cuando estoy despierta, fue publicado en 2000 por la Editorial Letras Cubanas, la misma que en 2004 editó Un ejercicio al aire libre, donde la autora “...se desdobla ante el lector: por un lado, deviene personaje teatral y, por el otro, espectadora de sus actos (o tareas) cotidianos. No da explicaciones, se pregunta, se deshace, se recompone y dilata las situaciones dramáticas. Así, aun escudándose a ratos en la ironía y en la intertextualidad, no puede ocultar su deseo de pertenencia: a una casa, una ciudad, un país...”
De Un ejercicio al aire libre son estos dos poemas.

Tu leche de luna masculina

Mi boca se llena de óxido de no besar
las rodillas son como bisagras y suenan
por el agua muerta que bebo
por las reverencias de los corderos
que me denuncian al final de la fiesta.
Hay quienes cantan con la pureza de los infiernos.
Quiero estar a la altura de la pureza de los infiernos.
Quiero estar a la altura de la habitación que llevo
dentro de mí:
con vista a un jardín pequeño.
Tengo aliento de cuarto vacío
de cama marcada, hundida por un solo cuerpo
de soledad sonámbula soli loqueando
en un perchero de aluminio ninguneado.
Tengo olor a “confesión en el barrio chino”
a comadreja de oficina
a almuerzo de comedor obrero.
Quiero que vivas en mi casa
quiero una boda boba babeante
quiero ser la mujer sin rodillas, sin bisagras
la que nunca camina hacia atrás como el cangrejo
la que convierte las infidelidades en interruptores de luz
en aires acondicionados nocturnos.
Amo tus ojos porque reconozco el milagro
pero es más terrible el efecto de tus ojos vacíos
tus ojos muertos
tus ojos a través de los párpados cerrados.
Tanto cielo bajo tu párpado cerrado.

Del diario al dossier

Uno quiere tiempo y no sólo extractos de flores.
Uno quiere la soledad del paciente autobiografiado.
Uno quiere a una sola persona.
Uno quiere un camino, un destino
una, dos, tres, cuatro barbaridades juntas
separadas de la piel y de la mente.
Uno quiere decir basta.
Uno quiere concentración y tiene una dosis de veneno.
Uno imagina que todo pasará, que sólo es añoranza
divanes comunes.
Uno se tuerce un pie, se arranca una uña.
Uno deja pasar a los personajes célebres
en busca de una partícula de riesgo auténtico.
Uno quiere ser el mejor y el más completo.
Uno excusa los errores ajenos hasta con una incierta
dosis de placer.
Diariamente
sueña la muerte que más ama.
Uno quiere comprar algodón para la sangre futura
evitar el cansancio filial, las congestiones.
Uno imagina el tiempo, la belleza alejada aún.
Flores azules frente a mi puerta
silenciosamente limpias.
Uno quiere hacer un aparte
decir algo desde el deseo.
Uno quiere acumularse como sensación
solamente.

sábado, 23 de agosto de 2008

La sal de los espejos

René Hechavarría Lara nació en La Habana en 1971. La sal de los espejos, su primer libro, ganó el Premio Calendario y fue publicado en 1999 por Ediciones Abril.
El jurado que le otorgó la distinción, integrado por los poetas Reina María Rodríguez, Alberto Acosta-Pérez y César López, dejó constancia de su decisión en estos términos:
“La sal de los espejos: rostros marchitos por el olvido, heridas de amor, muecas de inconformidad y rebeldía; esa cara de nosotros mismos y el mundo que algunos prefieren callar es expresada por el poeta en versos que por su musicalidad nos recuerdan canciones; titulares de periódicos por el dominio de la síntesis y el tono informativo; o ingeniosos juegos de palabras por el retozo casi constante entre vocablos y conceptos.”
La ilustración de la portada es del también poeta Sigfredo Ariel.
Incluyo el poema que comienza el libro y el que lo cierra, en ese orden.
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Venus metida en mi cama
sin brazos
alguien con un paraguas pronostica lluvias.
Alicia con su cabecita gacha
regresaba del agujero
bajo el brazo traía un montón de anuncios
país de maravillas.
Alguien con un periódico pronostica bajas
bolsa de valores
decididamente
la nuestra no era wall street
Tokio aquí no representaba nada.
Dibujo una ventana sobre la pared
la luz comienza a penetrar
lentamente
amanece en mi cuarto.
Venus sigue echada
sobre el blanco desorden de la cama
imagino un desayuno
lo terminamos sin palabras
mañana te acompaño a la galería
hablo sobre la marcha
Alicia me arrastra
alguien que come pronostica hambre
vigila de lejos
el agujero
bajo el brazo esconde un montón de anuncios
país de maravillas.
Abril, 1995

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He ganado
recojo la sal de los espejos
antes temía
temía los empleos
temía las religiones
temía la noche y la inundación
negra
antes huía del atardecer
volcando al suelo
los caballos las reinas
zarpaba
barquitos de papel a la deriva
hacia cualquier amanecer
cualquier pedazo
pedazo de tierra pedazo de espacio
dejando atrás el diccionario
el infinito
cubriéndome de velas
de cabos
atando aquí allá
temiendo
el naufragio El Naufragio.
Hoy siento haber ganado
tirando la flecha
allí
donde nadie apunta
nadie el público
nadie los árbitros los comisarios
recojo la sal los cristales
en los espejos la huella
huella de todo cuanto temía
todo lo que temo
cuanto tenía
la huella la sal
al final he ganado
un miedo
una huella de sal
el espejo.
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sábado, 16 de agosto de 2008

Aguas del desastre

Norberto Marrero Pírez (La Habana, 1966) terminó sus estudios de artes plásticas en San Alejandro en 1994. Un año después su primer libro de poesía, Los inmaculados pájaros del socorro, ganaba el Premio David. En el 2000 otra editorial habanera publicaba el poemario La dicha enferma.
Aguas del desastre, su tercer libro de poesía, apareció en 2004 (Editorial Letras Cubanas). Del mismo se señala, y con gran acierto, en la contraportada:
“Con una consecuente racionalidad al abordar hechos frecuentes o no, el autor nos comenta acerca de inquietudes existenciales, en ocasiones con un sabor amargo, donde la ironía siempre tendrá un lugar protagónico. El conocimiento, la acción, el desenlace de la palabra forman parte del convite, de los anatemas en los cuales participamos en esta lectura de reflexión y larga mirada. Su pulcritud en el lenguaje y la coherencia hacia la preocupación de determinados valores con rostros dispersos, o aparentemente enmascarados, hacen que su particular decir conforme una ética que trasciende la expresión común.”
De Aguas del desastre son estos dos textos:
VITRALES
He visto una piedra una isla, una casa
donde cada visitante deja orgulloso su cabeza.
Detrás de la ventana los ojos de un gato gravitan
los espejos reproducen la fatiga de un cínico.
Así miro como si desde mí la inercia del cuerpo
levantara una lápida.
Así duermo como si mi sombra otra sinuosidad
me comprendiese.
Puedo raspar el vino.
Puedo seguir acumulando espejos.
Puedo tenderme sobre la arena y absorber todo el sol
como acostumbran los brillosos.
Dos o tres palabras más y surge el vacío
el horizonte la cínica realidad.
PARADA
Pídele al viento una promesa. Todo el sol lo hemos vertido
inútilmente a los alcatraces. Pídele al viento un cofre
una fila de árboles condenados a beber en ti
lo que escondes entre las piernas.
No camino hacia ti porque creas que me hipnotizas con tus dedos
no te escucho más de lo que me permite tu lengua
bajo el bosque hay cientos de ojos millones de pulmones
y no por eso el gusano canta a la tierra
su más terrible verdad.
Abierto está el horizonte cerrado está el espacio
y lo que antes se esparcía sobre la tierra
la ceniza acumulada le impuso un destino
la primera muerte acaeció de noche
cuando todos cantaban a las estrellas
lo que diariamente sucede
y luego llevamos a la mesa.
-
La portada del libro ha sido ilustrada por el propio Marrero Pírez.

domingo, 10 de agosto de 2008

Mundo nuestro

La obra del poeta y narrador GHABRIEL PÉREZ (Holguín, 1968) ha sido reconocida en varias ocasiones no sólo en su ciudad natal, sino nacional e internacionalmente. Con el libro Mis amistades peligrosas obtuvo el Premio Nacional de poesía Adelaida del Mármol, 2007, y una Mención en el Primer Concurso de Poesía de la revista digital La Zorra y el Cuervo.
De ese libro es el poema que transcribo a seguir.
Poesía próxima, vital. Donde la humanidad apabullante de la experiencia que relata no deja espacio para dudas: poesía auténtica. Y como tal, provocadora. Reflejo fiel de un tiempo arduo. Circunstancial, dirán. Y lo es. Gracias a Dios este hombre tiene mundo: él es su mundo.
Leerlo puede cambiar notablemente esas fronteras.

REMEMBRANZA DE OTRA BELLE EPOQUE



Cuando León tenía el pelo largo
y yo escribía versos amorosos y místicos
o era el contrabandista…
cabeza rapada, preocupación de los soldados
que iban desde Alameda al Tibolí

Santiago era una isla
y nosotros volvíamos
sin habernos marchado
viajábamos en trenes lujuriosos
por pueblos musicales
como Alto Cedro,
Cueto y Marcané

Amanecer. Dormir. Pactar sólo con duendes,
búsqueda sospechosa de Libertad De Arriba. Intrigantes
maneras de preguntar por la muchacha-Estefanía
que iluminaba nuestras conversaciones,
y nunca apareció en esa ciudad
por más que procuráramos en tertulias y peñas. Para hallarla —copa en mano—
100 años después, catando el vino del error a la holguinera

Mirna decía "El canto de la cigarra" y Reinaldo
poemas para la novia y el país
en patios donde Heredia tuvo sus primeros gritos

Ibarra y Desquirón
llegaban —hora inglesa—
hasta La Isabelica

Chago, en otras alturas
leía versos borgianos
a razón de otra muchacha
loca como los pájaros
Cuando allí ya no estaban
otros colegas locos de remate
adoradores de ese tiempo-ciudad
bohemia-convertida-en-otra-isla
salvándonos del éxodo más largo…
Porque un Muro cayó
lejos del mundo nuestro
(no a partes iguales se repartió la suerte
y nos vimos añorando los días
que no llegaron nunca)
y fuimos los pedazos herejes de la tierra
y los trenes cambiaron sus horarios
y perdimos las manzanas del Este
y no volví a decir las letanías
de un balcón franciscano
a quien cambió sus verjas coloniales
por rejas de prisión
y desde entonces faltan en la mesa
el jengibre, las tizanas de albahaca o san romans
y el abrazo que salva
de un temblor fulminante
en la escala de Richter
Cuando ya casi todos hemos muerto,
algunos de pena, otros de tiempo, otros de rabia,
la ciudad sigue siendo Altar inamissibilis
en la Basílica Nuestra Señora de la Caridad del Cobre. Piedra
elevada a la altura de los vientos,
ternura de unas cuerdas
rasgueadas al amparo del folclor

Santiago sigue siendo
indefectiblemente
una isla una roca
colocada por Dios en el centro del pecho.
 
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